Advertencia:
Este fanfiction es irreal y grosero; los personajes, la trama y referencias a Lovecraft son pobres imitaciones, y debido a su contenido nadie lo debe leer.
Este fanfiction es irreal y grosero; los personajes, la trama y referencias a Lovecraft son pobres imitaciones, y debido a su contenido nadie lo debe leer.
Resumen: Cthulhu había sido derrotado, Mint-Berry Crunch le había robado su oportunidad de entender quién o qué era realmente; pero eso no significaba que se fuera a rendir tan fácilmente. Mysterion continuaría investigando sobre el Necronomicón, sobre los antiguos y sobre su maldición. Seguiría la huella de los dioses, hasta donde fuera que esta lo condujera.
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Contenido:
- Biografía H. P. Lovecraft
- Tras la huella de los dioses
- Anexo I: Historia del Necronomicón, por H. P. Lovecraft
- Anexo II: Para invocar a Yog-Sothoth, Fragmentos del Necronomicón
- Anexo III: Apocalipsis 17 1-2
- Anexo IV: ¿Princesa Karen?
Mediafire: http://www.mediafire.com/download/g2d2i ... dioses.zip
4shared: http://www.4shared.com/zip/UUrIC6Mxce/T ... ioses.html
OneDrive: http://1drv.ms/14ZnsDL
Índice:
Capítulo primero (este mismo post)
Capítulo segundo
Capítulo tercero
Capítulo cuarto
Capítulo quinto
Capítulo sexto
Capítulo séptimo
Capítulo octavo
Capítulo noveno
Capítulo décimo
Capítulo décimo primero
Capítulo décimo segundo
Oculto:
[center]Capítulo primero[/center][/b]
[center]“La emoción más antigua y más poderosa de la humanidad es el miedo; y el más antiguo e intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido.”
Howard Phillips Lovecraft[/center]
Cthulhu se había ido. Devuelto a las profundidades de la oculta ciudad de R'lyeh; donde, seguramente, muerto pero soñando esperaría el momento para volver nuevamente a extender su poder sobre la Tierra.
Mysterion sintió como si algo dentro de él se rompiera. Había estado tan cerca de comprender la verdad, todo sobre su maldición, y posiblemente de librarse de ella para siempre. Pero ese hijo de perra de Mint-Berry Crunch se había interpuesto en su camino. De alguna manera todo se sentía como una horrible broma jugada por alguna mano negra del destino. Posiblemente, pensó, jamás estaría tan cerca de descubrir la verdad sobre sí mismo como lo había estado esa noche.
Sintiéndose frustrado y dolido, dio media vuelta y comenzó a alejarse del campo de batalla; en el cual un molesto Coon despotricaba contra el maldito extraterrestre que se había llevado al dios que con tanto esfuerzo había manipulado. Por un momento pensó en desquitarse con el bastardo de Cartman, pero desechó la idea al instante. No valía la pena.
Tras haber recorrido varias calles camino a la estación de autobuses, donde esperaba poder colarse a alguno que fuera a South Park, se detuvo en seco cuando un conocido chico rubio se paró frente a él. Detrás de Mint-Berry Crunch pudo distinguir al Coon arañando lo que parecía ser una burbuja de energía —o tal vez menta—.
—Vamos Mysterion, regresemos a casa. Hay que poner al Coon en donde pertenece.
Mysterion apretó los puños y sintió su ira hervir, pero la tragó y simplemente siguió caminando.
—Volveré por mi cuenta, si no te importa —dijo.
Mint-Berry Crunch hizo amago de detenerlo, pero finalmente lo dejó. Salió volando en dirección a las montañas Rocosas, de vuelta a South Park.
[center].-.-.-.[/center]
Kenny no fue a la escuela durante los días siguientes. Se quedó encerrado en su habitación, recostado en la cama pensando en lo que había ocurrido los últimos días. Siempre con aquellas palabras salidas del Necronomicon resonando en su mente: No está muerto lo que yace eternamente, y con el paso de incontables eones hasta la misma muerte puede morir.
El Necronomicon, Cthulhu, los Antiguos, la inmoralidad. Todas esas cosas daban vueltas una y otra vez en su mente. Todas esas pistas de lo que posiblemente significaba su existencia.
Una semana después de que Mint-Berry Crunch se despidiera de todos en la base de Coon y Amigos, Kenny finalmente decidió que era momento de que Mysterion regresara a patrullar las calles. Sabía que los demás habían dejado de jugar a los Súper Héroes luego de todo aquello —sobre todo Cartman, ya que el Coon era buscado por el FBI luego de todo ese asunto de Cthulhu, y aunque tras el arresto de Bruce Vilanch las cosas parecieron calmarse, no consideraba adecuado volver a ponerse el uniforme—. Pero Kenny no podía dejar de jugar, pues para él Mysterion nunca había sido un juego.
Hablando de sus amigos, durante los últimos días los había visto poco. Kyle había acudido varias veces a su casa acompañado por Stan, sobre todo para llevarle las tareas y demás trabajo escolar, pero no había querido hablar mucho con ellos sobre lo sucedido.
—Todo termino Kenny —había dicho Kyle unos días atrás—. Cartman recibió su merecido y Cthulhu está de vuelta encerrado en la otra dimensión. Debes superarlo y volver a la escuela.
Sí, para ellos todo había terminado. Ahora era solo una aventura más de esas que tantas veces se tenían al vivir en South Park. Pero para Kenny era más que eso. Cthulhu, la secta, el Necronomicon. Nada de eso era más que otra de sus aventuras, todas eran pistas sobre quien era realmente. Y ahora, vestido nuevamente con su uniforme de Mysterion, se disponía a buscar más información.
Con mucho cuidado abrió la puerta de la biblioteca y se dirigió a la zona de las computadoras. A pesar de tener un ordenador en casa, prefería usar los de la biblioteca ya que eran más modernos y con mejor conexión a internet (más aún durante la madrugada cuando no había estudiantes pretendiendo hacer sus tareas mientras jugaban Counter Strike online saturando la red).
Cuando la computadora estuvo encendida tuvo que resistir sus ganas de visitar un sitio porno. Ya tendría tiempo de recrearse con eso más tarde, por ahora debía buscar más información sobre Cthulhu y el Necronomicon. La última vez habían hecho una investigación muy superficial.
Pasó varias páginas que hablaban sobre la crisis del golfo reciente y otras cosas más. Tras pasar por muchos sitios que poco a nada tenían que ofrecer, encontró uno donde se mencionaba la historia que los godos ya le habían contado: sobre el árabe loco Abdul Alhazred y el siniestro libro que había escrito. Hablaba de como el poeta se había marchado al desierto maldito donde, aseguró, había encontrado ciudades más antiguas que la misma humanidad; y donde adoraba a los Grandes Antiguos: Nyarlathotep, Cthulhu, Azathoth, Yog-Sothoth y Shub-Niggurath. También, como finalmente encontró la muerte devorado por una criatura invisible ante una gran cantidad de testigos. La nota seguía el destino de su obra, el Necronomicon, o Al-Azif, como originalmente se había llamado, desde su aparición hasta sus traducciones al griego y al latín; la prohibición y casi destrucción por parte del papado en el siglo XIII; sobre las ediciones hechas en Alemania y España en los 1500; y finalmente llegando a las copias que se sabía existían en la actualidad en la Biblioteca Nacional de Paris, en la Universidad de Buenos Aires, en la Universidad de Harvard y, finalmente, en la Universidad de Miskatonic.
Al leer la última parte, Mysterion sintió un extraño impulso, como si de pronto algo hubiera hecho clic en su cabeza.
Sin perder mucho tiempo, buscó la susodicha universidad de Miskatonic. Lo que descubrió pareció iluminar un poco más las cosas. La universidad de ubicaba en la ciudad de Arkham, Massachusetts, y recibía su nombre por ubicarse a orillas del rio Miskatonic. La universidad tenía una fama… oscura, precedida por su propio lema: "Ex Ignorantia Ad Sapientiam; Ex Luce Ad Tenebras" (De la Ignorancia a la Sabiduría; de la Luz a la Oscuridad). Pero, era principalmente su colección de libros arcanos y grimorios, entre los que se incluí el mismo Necronomicon, lo que le había creado una reputación de ser un sitio vinculado a la brujería y las acciones más oscuras que alguien pudiera imaginar.
Mysterion no perdió tiempo, copió toda la información en un archivo y lo guardó en un pendrive. Luego, se aseguró de eliminar completamente el historial del navegador y apagó la computadora; saliendo rápidamente del lugar.
Tenía mucho que pensar. Pero, ahora tenía un camino que seguir, debía averiguar más sobre la universidad de Miskatonic y los otros Dioses Oscuros a los que Alhazred había adorado.
[center].-.-.-.[/center]
Varias noches después de su viaje a la biblioteca, Mysterion continuaba con su investigación. No le costó mucho trabajo infiltrarse en el sótano de Jim McElroy. Rápidamente se dirigió a la parte delantera de la capilla del culto a Cthulhu, donde había un librero con viejos tomos, esperando encontrar un Necronomicon en uno de ellos. Días atrás había visitado a los godos en la habitación de Henrietta, esperando poder apoderarse del suyo. Pero, para su mala fortuna, no era un Necronomicon real, sino una simple recopilación de viejas leyendas —incluyendo algo sobre los Grandes Antiguos y la historia de Abdul Alhazred—.
Para su sorpresa, había una gran cantidad de libros en ese lugar, todos ellos pesados tomos encuadernados en piel, los cuales le costaría mucho trabajo llevarse. Encendió su linterna y la sostuvo con la boca para luego tomar uno de los libros y abrirlo. Se sintió frustrado. Estaba en un idioma ilegible para él, posiblemente griego o latín.
Devolvió el libro a su lugar y tomó otro, con el mismo resultado. Tras revisar poco más de una docena de libros, finalmente se resignó y apagó la linterna. No tenía los conocimientos necesarios para acceder a los secretos de los Antiguos que tenía el culto a Cthulhu. Una vez más, tan cerca y a la vez tan lejos.
Su otra opción ahora era Miskatonic, pero, siendo solo un niño, además de pobre, de momento no era factible. Aunque pudiera ahorrar suficiente dinero para un viaje a Massachusetts, siendo solo un niño le sería imposible hablar con alguno de sus catedráticos y profesores, o incluso acceder a la biblioteca.
Sin nada más que hacer allí, salió por la misma ventana por la que se había colado.
Al llegar a la calle se detuvo en seco. Frente a él se encontraba un extraño hombre vestido con un traje caro y un sombrero que le daba pinta de gánster de los años veinte. Pero, lo que más llamaba la atención era que se encontraba flanqueado por dos enormes panteras negras.
El hombre esbozó una sonrisa que hizo brillar sus blancos dientes como perlas rodeadas de oscuridad.
—Kenneth McCormick, o tal vez debería decir Mysterion.
Ante eso, el héroe se tensó.
—¿Quién rayos eres tú? —espetó con fuerza, mientras se llevaba la mano al cinturón donde guardaba uno de los Shuriken que había comprado en la feria meses atrás.
—No hay necesidad de ser agresivo —dijo el hombre—. Soy un amigo. Sé bien lo que buscas, y puedo guiarte en la dirección correcta, si sólo confías un poco en mí.
—¿Quién eres? ¡Responde! ¡No lo repetiré de nuevo!
—Bien, bien, está claro que no quieres hablar, de momento. —El hombre sacó una pequeña libreta de notas y con un bolígrafo negro comenzó a escribir algo. Luego, arrancó la hoja, la hizo bolita y se la arrojó a Mysterion, quien la atrapó más por auto reflejo que otra cosa—. Busca a esa persona, seguro que te guiara en el camino correcto.
Dicho eso, el hombre y sus panteras dieron media vuelta y comenzaron a andar calle abajo, en dirección al centro del pueblo. Una extraña y espesa niebla comenzó a esparcirse por la ciudad, y aunque Mysterion hizo amago de seguirlo, se encontró con que estaba paralizado en el lugar.
Frustrado, guardó la bola de papel en una de los estuches de sus juegos pirotécnicos.
Cuando finalmente pudo moverse, unos cinco minutos después, trató de encontrar al sujeto en los alrededores pero no había ningún rastro de él. Y la niebla comenzaba a disiparse.
[center]“La emoción más antigua y más poderosa de la humanidad es el miedo; y el más antiguo e intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido.”
Howard Phillips Lovecraft[/center]
Cthulhu se había ido. Devuelto a las profundidades de la oculta ciudad de R'lyeh; donde, seguramente, muerto pero soñando esperaría el momento para volver nuevamente a extender su poder sobre la Tierra.
Mysterion sintió como si algo dentro de él se rompiera. Había estado tan cerca de comprender la verdad, todo sobre su maldición, y posiblemente de librarse de ella para siempre. Pero ese hijo de perra de Mint-Berry Crunch se había interpuesto en su camino. De alguna manera todo se sentía como una horrible broma jugada por alguna mano negra del destino. Posiblemente, pensó, jamás estaría tan cerca de descubrir la verdad sobre sí mismo como lo había estado esa noche.
Sintiéndose frustrado y dolido, dio media vuelta y comenzó a alejarse del campo de batalla; en el cual un molesto Coon despotricaba contra el maldito extraterrestre que se había llevado al dios que con tanto esfuerzo había manipulado. Por un momento pensó en desquitarse con el bastardo de Cartman, pero desechó la idea al instante. No valía la pena.
Tras haber recorrido varias calles camino a la estación de autobuses, donde esperaba poder colarse a alguno que fuera a South Park, se detuvo en seco cuando un conocido chico rubio se paró frente a él. Detrás de Mint-Berry Crunch pudo distinguir al Coon arañando lo que parecía ser una burbuja de energía —o tal vez menta—.
—Vamos Mysterion, regresemos a casa. Hay que poner al Coon en donde pertenece.
Mysterion apretó los puños y sintió su ira hervir, pero la tragó y simplemente siguió caminando.
—Volveré por mi cuenta, si no te importa —dijo.
Mint-Berry Crunch hizo amago de detenerlo, pero finalmente lo dejó. Salió volando en dirección a las montañas Rocosas, de vuelta a South Park.
[center].-.-.-.[/center]
Kenny no fue a la escuela durante los días siguientes. Se quedó encerrado en su habitación, recostado en la cama pensando en lo que había ocurrido los últimos días. Siempre con aquellas palabras salidas del Necronomicon resonando en su mente: No está muerto lo que yace eternamente, y con el paso de incontables eones hasta la misma muerte puede morir.
El Necronomicon, Cthulhu, los Antiguos, la inmoralidad. Todas esas cosas daban vueltas una y otra vez en su mente. Todas esas pistas de lo que posiblemente significaba su existencia.
Una semana después de que Mint-Berry Crunch se despidiera de todos en la base de Coon y Amigos, Kenny finalmente decidió que era momento de que Mysterion regresara a patrullar las calles. Sabía que los demás habían dejado de jugar a los Súper Héroes luego de todo aquello —sobre todo Cartman, ya que el Coon era buscado por el FBI luego de todo ese asunto de Cthulhu, y aunque tras el arresto de Bruce Vilanch las cosas parecieron calmarse, no consideraba adecuado volver a ponerse el uniforme—. Pero Kenny no podía dejar de jugar, pues para él Mysterion nunca había sido un juego.
Hablando de sus amigos, durante los últimos días los había visto poco. Kyle había acudido varias veces a su casa acompañado por Stan, sobre todo para llevarle las tareas y demás trabajo escolar, pero no había querido hablar mucho con ellos sobre lo sucedido.
—Todo termino Kenny —había dicho Kyle unos días atrás—. Cartman recibió su merecido y Cthulhu está de vuelta encerrado en la otra dimensión. Debes superarlo y volver a la escuela.
Sí, para ellos todo había terminado. Ahora era solo una aventura más de esas que tantas veces se tenían al vivir en South Park. Pero para Kenny era más que eso. Cthulhu, la secta, el Necronomicon. Nada de eso era más que otra de sus aventuras, todas eran pistas sobre quien era realmente. Y ahora, vestido nuevamente con su uniforme de Mysterion, se disponía a buscar más información.
Con mucho cuidado abrió la puerta de la biblioteca y se dirigió a la zona de las computadoras. A pesar de tener un ordenador en casa, prefería usar los de la biblioteca ya que eran más modernos y con mejor conexión a internet (más aún durante la madrugada cuando no había estudiantes pretendiendo hacer sus tareas mientras jugaban Counter Strike online saturando la red).
Cuando la computadora estuvo encendida tuvo que resistir sus ganas de visitar un sitio porno. Ya tendría tiempo de recrearse con eso más tarde, por ahora debía buscar más información sobre Cthulhu y el Necronomicon. La última vez habían hecho una investigación muy superficial.
Pasó varias páginas que hablaban sobre la crisis del golfo reciente y otras cosas más. Tras pasar por muchos sitios que poco a nada tenían que ofrecer, encontró uno donde se mencionaba la historia que los godos ya le habían contado: sobre el árabe loco Abdul Alhazred y el siniestro libro que había escrito. Hablaba de como el poeta se había marchado al desierto maldito donde, aseguró, había encontrado ciudades más antiguas que la misma humanidad; y donde adoraba a los Grandes Antiguos: Nyarlathotep, Cthulhu, Azathoth, Yog-Sothoth y Shub-Niggurath. También, como finalmente encontró la muerte devorado por una criatura invisible ante una gran cantidad de testigos. La nota seguía el destino de su obra, el Necronomicon, o Al-Azif, como originalmente se había llamado, desde su aparición hasta sus traducciones al griego y al latín; la prohibición y casi destrucción por parte del papado en el siglo XIII; sobre las ediciones hechas en Alemania y España en los 1500; y finalmente llegando a las copias que se sabía existían en la actualidad en la Biblioteca Nacional de Paris, en la Universidad de Buenos Aires, en la Universidad de Harvard y, finalmente, en la Universidad de Miskatonic.
Al leer la última parte, Mysterion sintió un extraño impulso, como si de pronto algo hubiera hecho clic en su cabeza.
Sin perder mucho tiempo, buscó la susodicha universidad de Miskatonic. Lo que descubrió pareció iluminar un poco más las cosas. La universidad de ubicaba en la ciudad de Arkham, Massachusetts, y recibía su nombre por ubicarse a orillas del rio Miskatonic. La universidad tenía una fama… oscura, precedida por su propio lema: "Ex Ignorantia Ad Sapientiam; Ex Luce Ad Tenebras" (De la Ignorancia a la Sabiduría; de la Luz a la Oscuridad). Pero, era principalmente su colección de libros arcanos y grimorios, entre los que se incluí el mismo Necronomicon, lo que le había creado una reputación de ser un sitio vinculado a la brujería y las acciones más oscuras que alguien pudiera imaginar.
Mysterion no perdió tiempo, copió toda la información en un archivo y lo guardó en un pendrive. Luego, se aseguró de eliminar completamente el historial del navegador y apagó la computadora; saliendo rápidamente del lugar.
Tenía mucho que pensar. Pero, ahora tenía un camino que seguir, debía averiguar más sobre la universidad de Miskatonic y los otros Dioses Oscuros a los que Alhazred había adorado.
[center].-.-.-.[/center]
Varias noches después de su viaje a la biblioteca, Mysterion continuaba con su investigación. No le costó mucho trabajo infiltrarse en el sótano de Jim McElroy. Rápidamente se dirigió a la parte delantera de la capilla del culto a Cthulhu, donde había un librero con viejos tomos, esperando encontrar un Necronomicon en uno de ellos. Días atrás había visitado a los godos en la habitación de Henrietta, esperando poder apoderarse del suyo. Pero, para su mala fortuna, no era un Necronomicon real, sino una simple recopilación de viejas leyendas —incluyendo algo sobre los Grandes Antiguos y la historia de Abdul Alhazred—.
Para su sorpresa, había una gran cantidad de libros en ese lugar, todos ellos pesados tomos encuadernados en piel, los cuales le costaría mucho trabajo llevarse. Encendió su linterna y la sostuvo con la boca para luego tomar uno de los libros y abrirlo. Se sintió frustrado. Estaba en un idioma ilegible para él, posiblemente griego o latín.
Devolvió el libro a su lugar y tomó otro, con el mismo resultado. Tras revisar poco más de una docena de libros, finalmente se resignó y apagó la linterna. No tenía los conocimientos necesarios para acceder a los secretos de los Antiguos que tenía el culto a Cthulhu. Una vez más, tan cerca y a la vez tan lejos.
Su otra opción ahora era Miskatonic, pero, siendo solo un niño, además de pobre, de momento no era factible. Aunque pudiera ahorrar suficiente dinero para un viaje a Massachusetts, siendo solo un niño le sería imposible hablar con alguno de sus catedráticos y profesores, o incluso acceder a la biblioteca.
Sin nada más que hacer allí, salió por la misma ventana por la que se había colado.
Al llegar a la calle se detuvo en seco. Frente a él se encontraba un extraño hombre vestido con un traje caro y un sombrero que le daba pinta de gánster de los años veinte. Pero, lo que más llamaba la atención era que se encontraba flanqueado por dos enormes panteras negras.
El hombre esbozó una sonrisa que hizo brillar sus blancos dientes como perlas rodeadas de oscuridad.
—Kenneth McCormick, o tal vez debería decir Mysterion.
Ante eso, el héroe se tensó.
—¿Quién rayos eres tú? —espetó con fuerza, mientras se llevaba la mano al cinturón donde guardaba uno de los Shuriken que había comprado en la feria meses atrás.
—No hay necesidad de ser agresivo —dijo el hombre—. Soy un amigo. Sé bien lo que buscas, y puedo guiarte en la dirección correcta, si sólo confías un poco en mí.
—¿Quién eres? ¡Responde! ¡No lo repetiré de nuevo!
—Bien, bien, está claro que no quieres hablar, de momento. —El hombre sacó una pequeña libreta de notas y con un bolígrafo negro comenzó a escribir algo. Luego, arrancó la hoja, la hizo bolita y se la arrojó a Mysterion, quien la atrapó más por auto reflejo que otra cosa—. Busca a esa persona, seguro que te guiara en el camino correcto.
Dicho eso, el hombre y sus panteras dieron media vuelta y comenzaron a andar calle abajo, en dirección al centro del pueblo. Una extraña y espesa niebla comenzó a esparcirse por la ciudad, y aunque Mysterion hizo amago de seguirlo, se encontró con que estaba paralizado en el lugar.
Frustrado, guardó la bola de papel en una de los estuches de sus juegos pirotécnicos.
Cuando finalmente pudo moverse, unos cinco minutos después, trató de encontrar al sujeto en los alrededores pero no había ningún rastro de él. Y la niebla comenzaba a disiparse.