Los doce reinos [Fanfic de South Park - Adaptación]

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Los doce reinos [Fanfic de South Park - Adaptación]

Mensaje por alucard70 » 12 Feb 2015 04:09

Vuelvo con un fanfic de South Park.

Resumen: En una ocasión, el Dios del Cielo Tentei destruyó el mundo y creó trece nuevos reinos que serían gobernados según sus leyes. En el centro del mundo colocó al Monte Trinn, y luego nombró a la Madre Victoria como su guardiana. Envió a los Kirin, bestias de justicia y humanidad para asegurarse de que los reinos se gobernaran como él lo había dispuesto. Así que en este mundo existen doce reinos, doce reyes y doce kirin.

Nota: historia basada en The Twelve Kingdoms (Jūni Kokuki) de Fuyumi Ono. Está es una adaptación libre de la historia presentada en la versión anime de dicha serie. Aunque muchos de los conceptos de la serie original —en especial el Kirin— se mantienen, los escenarios, los nombres y algunos otros detalles se encuentran inspirados más en la cultura occidental que en la antigua China.

Libros

Libro I: La sombra de la luna, el mar de las sombras
Resumen: Cartman, Kyle y Stan tenían vidas tranquilas y normales, como cualquier otro adolescente normal. Todo cambia cuando una nueva alumna llega al colegio, y con ella una serie de monstruos, arrastrándolos a un mundo diferente en donde existes criaturas fantásticas y doce reinos regidos por las leyes del Dios del Cielo.
Índice
-Capítulo 1
-Capítulo 2
-Capítulo 3
-Capítulo 4
-Capítulo 5
-Capítulo 6
-Capítulo 7
-Capítulo 8
-Capítulo final
-Transición

Libro II
-

Libro III
-

Libro IV
-

Libro V
-

Extra: Sueños de Prosperidad
-

Mapa del Mundo:
Oculto:
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Última edición por alucard70 el 02 Abr 2015 00:44, editado 7 veces en total.
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Re: Los doce reinos [Fanfic de South Park - Adaptación]

Mensaje por alucard70 » 12 Feb 2015 04:22

[center]La sombra de la Luna, el mar de las sombras - Capítulo 1[/center]
Oculto:
Kyle Broflovski se incorporó de la cama tan apresuradamente que terminó con un mareo. Tenía la boca reseca y la cabeza le palpitaba. Además de eso, podía sentir como su cuerpo estaba cubierto por una ligera capa de sudor frío. Había tenido otra pesadilla. Una de las peores, para el caso.

Últimamente esas cosas eran demasiado comunes, tanto que se preguntaba si no estaría enfermándose de algo. Soñaba con una especie de hombre mono con una máscara, el cual se burlaba de él. Y luego estaba el pájaro. Una especie de águila enorme, que provocaba tormentas al agitar sus alas. Luego, sentía que caía, como si se hubiera arrojado de un avión sin paracaídas. Y justo cuando estaba por tocar el suelo, despertaba.

Sonaba ridículo, pero esos sueños eran tan recurrentes los últimos días que le crispaban los nervios y le hacían sentir enfermo.

Hizo las mantas a un lado y salió de la cama con movimientos lentos. Se dirigió al baño, esperando que Ike no se hubiera encerrado allí nuevamente. Sin embargo, al mirar hacia el despertador se dio cuenta que aún faltaban veinte minutos para que sonara la alarma. Con algo de desgana decidió desactivarlo. Usualmente volvería a dormir, pero en esos momentos lo único que quería era darse una buena ducha.

Una vez en el baño, vio de reojo su reflejo en el espejo mientras pasaba junto a él. En su rostro se dibujó una mueca. Allí estaba otra vez esa mata pelirroja llena de rizos que tanto le molestaba. Se preguntaba por qué su cabello no podía crecer de manera normal. Es decir, siempre estaba enmarañado y creciendo en todas direcciones de manera desordenada y sin nada de lógica. Quizá eso era lo que más le molestaba, a él le gustaba el orden, la lógica y la racionalidad; y su cabello desafiaba todo eso.

Mientras sentía como el agua tibia lavaba el sudor, se permitió relajarse y estirarse un poco para despertar completamente, con las imágenes de la pesadilla relegadas a un segundo plano ante el nuevo día que comenzaba.

Cuarenta minutos después, se sentó en la mesa para el desayuno con actitud molesta. Aún luchaba por acomodar adecuadamente su tradicional gorro verde; pero los rizos habían crecido tanto que le era imposible ajustarlo sin que se saliera por debajo del mismo por todos lados.

—Joder —susurró, mientras hacía un nuevo intento.

—Cuida la lengua, Kyle —le riñó su madre, mientras servía un plato de huevos kosher frente a él.

—Tendré que ir a la peluquería otra vez —murmuró, mientras picaba su comida con el tenedor de manera distraída.

—Fuiste hace una semana, bubbe —le respondió su madre mientras se sentaba a la mesa—. Además, tu cabello está bien, es precioso.

—Eso no es cierto, es horrible.

—Te preocupas tanto por tu cabello como una chica —rió Ike.

—¡Cállate, canadiense!

—¡Basta niños, no discutan en la mesa!

Ambos se callaron, pero no dejaron de enviarse miradas molestas.

—Tu madre tiene razón, Kyle —intervino su padre—. No puedes gastar tanto dinero en la peluquería.

Kyle frunció el ceño.

—Es mi cabello, últimamente crece demasiado rápido y está peor que nunca. No tengo idea de qué pasa.

—Seguro lo imaginas. No hay nada malo con tu cabello, bubbe.

Kyle dejó caer la cabeza sobre la mesa. No convencería a su madre de que algo le pasaba a su cabello, a veces ni el mismo se lo creía, de no ser por qué día a día veía como empeoraba.

Terminó su desayuno y fue a recoger sus cosas para marcharse a la escuela.

En la parada del autobús se encontró con Stan como de costumbre.

—¿Qué hay, Kyle? —saludó, mientras sonreía.

La noche anterior había nevado nuevamente, algo normal en South Park, pero ahora el cielo lucía despejado.

—Lo de siempre —respondió el pelirrojo con algo de desgana.

Stan le miró con preocupación. Soltó un suspiro y preguntó:

—¿Tuviste otra pesadilla?

—Sí —admitió—. No tengo idea de que pasa, es como… no sé explicarlo. Últimamente todo parece extraño, como si no perteneciera a este lugar.

—Te entiendo, amigo —respondió Stan—. Y todas las cosas raras que pasan en el pueblo no ayudan. Al menos tu padre no hace el ridículo por las cosas más estúpidas casi cada semana.

Kyle sonrió con simpatía. Se llevó la mano a la cabeza y se rascó debido a que los rizos que escapaban de su ushanka le picaban mucho.

—¡Maldición! —gritó exasperado—. Parece que todo va mal conmigo estos días. Esas pesadillas y este maldito cabello que está peor que nunca.

Stan sonrió con simpatía y le palmeó la espalda.

—Seguro se soluciona.

Kyle también sonrió, aunque de manera resignada.

—Eso espero, realmente lo espero —dijo finalmente.

El autobús llegó y ambos chicos subieron para ir a sentarse en la parte trasera, como de costumbre. El viaje transcurrió de manera calmada.

Una vez en la escuela, Stan y Kyle se encontraban sentados en la parte trasera, durante su primera clase, cuando Cartman apareció. Había llegado tarde.

—¿Otra vez te quedaste dormido, culo gordo? —preguntó Kyle con cierta sorna.

—Calla, judío, esto no te incumbe —espetó con molestia.

Efectivamente, nuevamente se había quedado dormido y su madre había tenido que llevarlo a la escuela. Usualmente le pasaba eso los lunes.

—Escuché que hoy habrá una nueva alumna —dijo el gordo, mientras se sentaba junto a sus “amigos”.

—¿Alumna nueva? —preguntó Stan.

—Sí, eso es lo que dicen.

Efectivamente, Cartman no se equivocó. Kyle estaba en su clase de cálculo del cuarto periodo cuando una chica que nunca antes había visto entró al aula. Tenía estatura promedio, cabellera larga y negra que contrastaba con su piel clara y que llevaba bajo una boina color rosa. Vestía una falda negra y una chaqueta color azul. Cargaba un estuche alargado de forma cilíndrica. Usualmente se usaban para guardar material de exposición o mapas, por lo que resultaba extraño que una chica que recién ingresaba cargara uno.
Se sentó en la parte trasera de la clase y permaneció allí en silencio durante toda la hora.

Más tarde, durante el almuerzo, Kyle se sentó como de costumbre en la misma mesa que Stan y Cartman. Stan se veía mal, estaba pálido y se notaba que vomitaría en cualquier momento.

—Hey, amigo, ¿estás bien? —preguntó Kyle, mientras se sentaba frente a él.

—Sí, sólo necesito un momento, ya se me pasara.

—Qué marica —dijo Cartman—. Robert Turner tuvo un accidente en la clase de taller. Una cortada pequeña, pero en cuanto Stan vio la sangre comenzó a sentirse mal.

Kyle se preocupó aún más.

—Ya sabes que Stan no soporta la sangre —recriminó, luego se volvió hacia Stan—. ¿Quieres ir a la enfermería?

—No es necesario, ya se me pasara.

—¿Estas bien? —se escuchó la voz de una chica.

Los tres chicos se volvieron para encontrarse con la alumna nueva.

—Eh, sí, gracias.

—Deberías comer algo con azúcar, eso hará que se te pase. Por cierto, soy Wendy Testaburger, un placer.

—Kyle Broflovski, mi amigo es Stan Marsh y el gordo es Eric Cartman.

—¡Hey, judío, no soy gordo, soy…!

—Sí, sí, de huesos anchos… pero también de grasa ancha.

Cartman se puso de pie.

—No tengo porque escuchar esto. Al carajo, yo me voy.

Y se marchó.

Wendy se sentó con ellos en la mesa. Poco a poco Stan se sintió mejor tras beber una soda, Kyle se sintió aliviado. Su amigo solía ponerse mal cuando veía u olía sangre. Era como una especie de alergia, que lo hacía sentir débil, con dolor de cabeza y nauseas.

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Por la tarde, Kyle fue a la peluquería. Había una gran cantidad de personas, por lo que tuvo que esperar turno. Al volver se le hizo demasiado tarde, así que volvió por la parte baja de la calle Main. Usualmente rodeaban esa zona por tener mala fama; pero si llegaba tarde a casa su madre se molestaría, y rodear le haría llegar hasta el anochecer, por lo que decidió cruzar por allí.

Llegó al frente de la planta eléctrica del pueblo cuando un chillido le hizo volver la mirada al cielo. Un ave enorme, posiblemente de dos o tres metros, volaba hacia las montañas donde el sol ya se ocultaba.

Las imágenes de sus pesadillas pasaron por sus ojos y sintió que la cabeza le iba a estallar. Era ridículo. Seguro que todas esas pesadillas le estaban afectando. Era imposible que hubiera un ave de ese tamaño. Sin embargo, dentro de él había algo que le decía que no imaginaba nada, esa ave era real. Y los sueños…

—Oh, es muy grande —una voz proveniente de su derecha llamó su atención. Se volvió encontrándose con un chico rubio. Estaba de pie sobre la cerca de la planta eléctrica. Vestía ropa extraña, pantalones de negros y una camisa azul que parecía haber sido extraía del vestuario de una compañía teatral que interpretaba Shakespeare.

El chico, que hasta el momento había estado contemplando a aquella ave gigantesca, se volvió hacia Kyle y comenzó a olfatear el aire, casi como un animal.

—Hueles a sangre.

Kyle le dedicó una mirada extrañada. El chico se encogió de hombros, bajó de la cerca con un salto, aterrizando a pocos centímetros del pelirrojo.

—Realmente hueles mucho a sangre —luego, se marchó trotando calle abajo, dio la vuelta en la esquina y desapareció.

Kyle se quedó viendo a esa dirección aún algo desconcertado. Finalmente, el sonido de un coche pasando a su lado a gran velocidad lo despertó de su trance. Recordando que se le hacía tarde corrió hacia casa sin siquiera detenerse a tomar aire.

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Al día siguiente, Kyle volvió a despertar veinte minutos antes de la hora, nuevamente debido a una pesadilla. Pero lo peor fue que nuevamente su cabello parecía haber crecido durante la noche.

Las clases transcurrieron de forma normal. Al menos hasta el almuerzo.

Kyle estaba en el salón de clases recogiendo algunas cosas, cuando sucedió. Primero se escuchó una especie de zumbido, algo extraño, como el de un avión aunque no tan artificial. Varios alumnos que aún estaban en el salón de clases al igual que él se acercaron a la ventana para ver que ocurría. Mientras tanto, el pelirrojo se echó su mochila al hombro y caminó hacia la puerta. Salió del salón, justo cuando se escuchó el estallido.

Tan pronto como oyó el ruido, Kyle se giró y abrió la puerta del aula. Las ventanas parecían haber estallado hacia adentro, llenado todo el lugar con trozos de vidrío. Los pupitres habían sido arrojados contra el muro y los alumnos que estaban dentro se encontraban tirados en suelo, con cortadas, golpes y esquirlas de vidrío y metal por todo el cuerpo. Algunos se levantaban con dificultad, otros estaban inconscientes o tal vez muertos.

—¡Qué mierda! —exclamó el chico en voz baja, completamente aturdido por lo que pasaba.

—¡Aléjate de las ventanas! —el grito de Wendy resonó por el pasillo.

El pelirrojo se volvió para ver que ella corría hacia él agitando las manos.

—¿Qué…?

—¡No te acerques a las ventanas!

Fuera, se escuchó un chillido, seguido del estallido de más ventas así como los gritos de dolor de los heridos y moribundos. Los pasillos se volvieron un caos. Había personas corriendo por todas partes, gritando sobre un atentado terrorista contra la escuela.

—¿Qué demonios pasa? —preguntó Kyle, notando que Wendy sabía algo.

La chica se detuvo junto a él, dedicándole una mirada que claramente decía: “no es momento para eso”. Wendy abrió el estuche cilíndrico, y Kyle retrocedió asustado en cuanto vio su contenido. Era una espada. El arma parecía demasiado real para ser un juguete, de utilería o de exhibición. Su hoja era de color azulado y seguramente muy filosa. La empuñadura parecía ser de oro con incrustaciones de diamantes.

—Tenemos que apresurarnos —dijo, al tiempo que tomaba a Kyle por la mano, dejando su estuche tirado en el suelo y lo arrastraba por el pasillo en dirección a la escalera más cercana (estaban en la segunda planta).

—¿Dónde está Stan? —preguntó.

Kyle estaba intentando zafar su mano del agarre de la chica, que era realmente fuerte; Pero, al escuchar la pregunta, alzó la mirada confundido.

—Iba a verlo en la cafetería.

Mientras avanzaban por los pasillos, se podían escuchar gritos y estallidos por todo el lugar.

Llegaron a la cafetería, donde encontraron no sólo a Stan, sino a Cartman. Wendy soltó a Kyle, quien de inmediato corrió hacia su amigo. Stan se hallaba recostada en el suelo, su aspecto no era para nada agradable. Estaba muy pálido y, por lo que se veía, totalmente agotado.

—¡Stan, amigo! ¿Qué pasa?

—Sangre —respondió Stan—, el olor…

—Insisto, que marica —dijo Cartman, mientras se cruzaba de brazo—. Yo no veo sangre por ningún lado.

—Es el hedor —respondió Wendy—. El Hræsvelgr ha dejado tantos heridos, que el hedor de la sangre ha impregnado todo el lugar.

Kyle se mordió los labios. Ese tal Hræsvelgr debía ser el causante de todo ese alboroto y del estado de su amigo.

—¿De qué mierda hablas, puta? —preguntó Cartman, frunciendo el ceño.

—Kyle, levantalo, hay que salir —dijo Wendy.

—¡Oye, perra, no me ignores! —La queja de Cartman fue callada por el grito de Kyle:

—¡Estás loca! Esa cosa sigue allá afuera.

—Esa cosa buscara la forma de entrar. Debemos ir afuera, aquí no tengo suficiente espacio para traer ayuda. Además, debo llevar a Stan a un sitio más seguro cuanto antes.

Kyle decidió confiar en ella. Levantó a Stan pasándose el brazo sobre su hombro para avanzar hacia la puerta, justo detrás de Wendy. Cartman gruñó molesto, pero finalmente los siguió hacia afuera.

Salieron por una de las puertas laterales del edificio, cerca del campo de práctica de fútbol. En cielo estaba cubierto de nubes tormentosas, pero había algo extraño en ellas, no eran las usuales nubes que precedían a las nevadas en el pueblo.

—Tengo que llevarme a Stan —dijo Wendy, mientras preparaba su espada en posición defensiva.

El chillido se escuchó nuevamente sobre sus cabezas. Kyle alzó la vista. En el cielo había una enorme águila, tan grande como el pájaro que había visto la tarde anterior, descendía hacia ellos en actitud de batalla. Por un momento, Kyle sintió que todo el terror provocado por sus pesadillas se materializaba paralizándolo. Pero la voz de Wendy lo hizo reaccionar.

—¡Abajo! —gritó. El pelirrojo se tiró al suelo junto con Stan, que aún parecía realmente débil. Cartman también se arrojó al piso. Mientras tanto, Wendy mantuvo su espada, la cual sostenía con la mano derecha, en posición defensiva frente a ella. Con el dedo índice de la otra mano realizo un extraño símbolo como si escribiera en el aire.

Si Kyle no lo hubiera visto, no lo habría creído, ya que eso iba contra todas las cosas lógicas y racionales en las que creía; y por lo tanto para él no era ni remotamente posible. Pero sucedió frente a sus ojos.

Una especie de hondas, como las que se producen en un estanque al que se arroja una piedra, aparecieron frente a Wendy. De esas hondas, las cuales en realidad parecían ser una especie de portal dimensional de algún tipo, salió una enorme criatura considerada mitológica. Era un grifo, mitad león y mitad águila, lo suficientemente grande como para llevar a dos personas sobre su lomo.

—Genial —susurró Cartman.

El grifo se arrojó contra el águila gigantesca, y ambos se enfrascaron en una batalla aérea. Cuando agitaban sus alas, se generaban potentes ventiscas; sin duda las responsables de los estallidos en las ventanas del edificio.

Wendy volvió a hacer el mismo movimiento, y una nueva criatura pareció por otro portal. Era una especie de mono humanoide de tres metros de altura y de color café.

—¡Debemos llevarnos al Kirin cuanto antes! —gritó el mono.

Wendy asintió. Con su mano izquierda volvió a hacer otra serie de pases. En el cielo, las nubes comenzaron a arremolinarse, como si un huracán se estuviera formando sobre South Park. Los relámpagos caían iluminándolo todo.

Un nuevo portal se abrió y otro grifo, un poco más pequeño, salió de él. Al mismo tiempo, cabalgando desde el cielo, una especie de unicornio blanco con melena dorada avanzaba hacía ellos a gran velocidad, en descenso desde el ojo de la tormenta.

—¡Llévate al Kirin! —ordenó Wendy al segundo grifo.

—Como ordene, majestad —dijo el ser, mientras se acercaba a Stan.

—¡No! —gritó Kyle, mientras sujetaba a Stan a su lado—. No dejare que se lo lleven.

—¡Entiende, corre peligro aquí! —espetó Wendy exasperada.

Stan se medió incorporo. Sonriendo con cierta debilidad se dirigió hacia Wendy.

—No me voy a ninguna parte sin Kyle.

Wendy hizo una mueca, pero finalmente se resignó.

—Llévalos a ambos —ordenó al grifo.

—Ah, si el judío y el hippie se van, yo también —declaró Cartman.

Ayudó a Kyle a subir a Stan al lomo de grifo y emprendieron el vuelo. Al mismo tiempo, Wendy se montó en el unicornio que ya había llegado hasta donde estaban. Así, mientras el grifo y el mono gigante se ocupaban del Hræsvelgr, los otros se dirigieron hacia el ojo de la tormenta.

Mientras volaban, Kyle luchaba por sostener a Stan y sujetarse a sí mismo en el lomo de la bestia. Al mismo tiempo, Cartman gritaba emocionado como si estuviera en la montaña rusa. Los truenos resonaban muy cerca de ambos, asustando al pelirrojo, quien temía más a que uno los alcanzara que de la caída de esa altura. El viento resonaba en sus oídos como un rugido, mientras las nubes negras los envolvían. El ojo de la tormenta era como un enorme agujero de gusano.

—¡Casi hemos llegado! —la voz de Wendy le llegó como como un susurro debido a la tormenta, a pesar de que debería de estar gritando.

Kyle miró hacia el frente. De pronto la percepción de que se elevaban desapareció, y a pesar de que no habían cambiado la dirección en ningún momento, ahora descendían. Frente a ellos había un lugar que nunca antes había visto en ningún mapa real o fantástico.

Era una especie de isla o continente pequeño. En el centro había una isla circular, rodeada de una masa de agua blanca, a su alrededor había una masa de tierra con el aspecto de los petalos de una flor. Cuatro islas más con forma triangular se ubicaban en los puntos cardinales noreste, sureste, noroeste y suroeste.

La forma de esa tierra podía ser confundida con una flor de loto o una rosa de los vientos.

Justo cuando estaban por llegar a tierra, una horda de pájaros, no tan enormes como el águila de hacía unos momentos, pero si del tamaño de buitres, les rodeó. El grifo sobre el que montaban hizo varios movimientos tratando de deshacerse de ellos. Sin embargo, eran tantos que le fue imposible.

Kyle pudo ver como Wendy trataba de acercarse, pero el unicornio sobre el que volaba parecía estar teniendo problemas. Finalmente, terminó por ser apartada y la perdió de vista. Se aferró fuertemente a Stan, e incluso Cartman venció su orgullo y se asió de él, tratando de mantenerlo firme sobre el lomo de la criatura, la cual chillaba adolorida mientras trataba de apartarse de sus atacantes.

Aún a varios metros sobre tierra, los tres chicos cayeron del lomo del grifo, el cual chilló al verse mortalmente herido, mientras se desplomaba pesadamente hacia tierra. Kyle y Cartman se abrazaron fuertemente a Stan, en un intento desesperado por no separarse. Aun gritaban asustados cuando el agua los rodeó y fueron arrastrados por la corriente de un río.
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Última edición por alucard70 el 01 Mar 2015 22:52, editado 1 vez en total.
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Re: Los doce reinos [Fanfic de South Park - Adaptación]

Mensaje por alucard70 » 14 Feb 2015 20:46

La sombra de la Luna, el mar de las sombras - Capítulo 2

Oculto:
La corriente los arrastró en un movimiento zigzagueante, mientras los tres hacían todo lo posible por no separarse. Debían encontrar la forma de ir hacia la orilla. Habían visto suficientes películas y dibujos animados para saber lo que pasaba con las personas en una situación como la suya; aunque, por supuesto, para ellos eso no acabaría en un simple chapuzón cómico, sino en heridas graves o incluso la muerte.

Kyle sujetaba a Stan por el pecho, con su brazo derecho; mientras que Cartman trataba de aferrarse a la chaqueta empapada del mismo.

—¡Tenemos que llegar a la orilla! —gritó Kyle, sobre el sonido de la corriente, mientras trataba de nadar con su brazo libre—. ¡Ayúdame, culo gordo!

—¿Qué carajo crees que hago, judío de mierda? —gritó el castaño, mientras intentaba nadar en la misma dirección que Kyle.

La corriente estaba aumentando. Debían llegar a la orilla cuanto antes.

Finalmente, el pelirrojo vio una rama sobre el río a unos metros por delante de ellos. Era lo suficientemente baja como para sujetarse a ella, si conseguían llegar. Esperaba que también fuera lo bastante fuerte como para soportar el peso de los tres.

—¡Nada hacia esa rama, culón! —gritó.

Cartman vio la rama y comenzó a nadar con todas sus fuerzas, al igual que Kyle.

—¡Carajo, este hippie es solo peso muerto! —gritó el gordo.

—¡No se te ocurra soltarlo! —espetó Kyle asustado, sabiendo que Cartman era capaz de eso y más.

El gordo no respondió, simplemente nadó con más fuerza.

Llegaron justo bajo la rama. Por un momento Kyle pensó que no lo lograrían, y por poco fue así. Sus dedos resbalaron y estuvo a punto de irse con la corriente, pero el gordo consiguió sujetarse y tomarlo a él por su chaqueta. Con un último esfuerzo, el pelirrojo nadó contracorriente, para posteriormente sostenerse de aquel salvavidas oportuno. Quedaron allí, cada uno agarrado con una mano, y con la otra sosteniendo a Stan.

—Chicos —la voz de Stan sonaba muy despacio—. Lo lograran mejor si me dejan ir.

—¿Estás loco? —preguntó Kyle horrorizado—. ¡No voy a dejarte, amigo!

—¡No —agregó Cartman—, sin ti, el judío y yo nos mataremos a la primera oportunidad! Entiendes, hippie de mierda, dejarte significa que solo yo sobrevivo.

Con algo de esfuerzo, comenzaron a avanzar por la rama hacia la orilla. Nada más tocar tierra, se dejaron caer sobre esta, donde se tendieron uno al lado del otro, con la vista elevada hacia la luz que se colaba por entre las ramas de los árboles. No eran pinos, no había nieve. No sabían dónde estaban, solo que no era Colorado, vamos, posiblemente ni siquiera era la Tierra.

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Wendy volaba sobre aquel unicornio, o como los llamaban en ese mundo, kirin. Volaban bajo, tratando de ver algo entre el bosque. Debían encontrar a los chicos cuanto antes y comprobar que los tres, pero en especial Stan, estuvieran bien. Stan era el kirin del reino de Lykke, donde lo habían esperado para que escogiera a un nuevo rey desde hacía ya dieciséis años.

Como reina, Wendy entendía bien la importancia de esto. Un reino que carecía de rey estaba destinado a la destrucción. A pesar de eso, la mayoría de los otros reyes y reinas preferían centrarse únicamente en sus propios asuntos. Los entendía: no podían meterse en los problemas más allá de sus fronteras, o corrían el riesgo de perder la Misión del Cielo. Pero, cuando el kirin del reino de Vill, Butters, le dijo que había sentido al kirin de Lykke en el Otro Lado, no pudo evitar querer ir a rescatarlo.

Tardó casi seis años en convencer a la Madre Victoria, soberana del Monte Trinn y guardiana el Templo de los kirin desde que el mundo había sido creado, de que le diera la misión de ir en busca del kirin. Ella no estaba del todo de acuerdo. Eso podía verse como una intromisión en los asuntos de Lykke.

Al escuchar esto, Wendy se había puesto de pie y había hablado con gran elocuencia:

—Sé que podría malinterpretarse; pero, por otro lado, no puedo quedarme sentada a ver como esa gente sufre. Cada soberano es responsable de su gente, lo entiendo. Lo que no entiendo es, que si nos podemos ayudar entre nosotros, ¿por qué no hacerlo? Tal vez peque al decir lo siguiente, pero es lo que siento. Estoy segura que el Dios del Cielo eligió a los reyes no solo para guiar a sus pueblos a la prosperidad, sino también para ayudarse mutuamente. Todos nosotros vivimos en este mundo, todos somos parte de los Doce Reinos, y como tal debemos cooperar. Por eso, buscare al kirin de Lykke, con o sin su aprobación.

La Madre Victoria había sonreído cálidamente ante se discurso. Y su kirin, Bebe —que se encontraba sentada a la mesa en su forma humana—, quien había mirado horrorizada a su reina en un principio, al final no pudo evitar estar orgullosa de la reina que había escogido hacía ya cien años.

—Busque al kirin, su alteza —dijo la Madre Victoria.

Los recuerdos se diluyeron de la mente de Bebe, mientras descendían en las cercanías de una aldea. El kirin volvió a tomar su aspecto humano, mientras Wendy abría su mochila, que había adquirido en el Otro Lado cuando se hizo pasar por estudiante en su búsqueda del kirin, para pasarle su ropa.

Wendy se dirigió a la aldea, pidiéndole que esperara. Una hora después, volvió a donde había dejado a Bebe.

—Son malas noticias —dijo, algo frustrada—. Estamos en Vidd.

Bebe no pudo evitar fruncir el ceño con disgusto. Sabía perfectamente como era las políticas de Vidd con respecto a los Viajeros —aquellos que llegaban a los Doce Reinos desde el Otro Lado—. Por la expresión de Wendy ella también debía estar preocupada.

—Debemos irnos, su majestad. Hemos entrado al Reino de Vidd sin permiso. Permanecer aquí puede desatar una crisis diplomática.

Wendy se mordió el labio, mientras apretaba las manos sobre la empuñadura de su espada, que ahora llevaba a la cintura.

—Debo encontrar al kirin.

—¡Su majestad! —dijo Bebe horrorizada—. Lo mejor es volver a casa, enviar un mensaje diplomático, y alertar al Rey Damien sobre el kirin de Lykke. Estoy segura de que él…

—Sabes lo que pienso de Damien —le cortó Wendy—. No me fío de él. Si sabe sobre Stan, le hará algo malo. Lo buscaremos.
Resignada, Bebe se desnudó nuevamente para retomar su forma salvaje.

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Los chicos se quitaron las chaquetas. Hacía calor, algo a lo que no estaban muy acostumbrados debido a que vivían en medio de las Rocosas. Hacia más o menos una hora que habían dejado su ropa sobre unos arbustos donde daba el viento para que se secaran.

—¿Qué vamos a hacer ahora? —preguntó Stan.

—Buscar a Wendy, ella nos trajo aquí, ella debe saber cómo volver —respondió Kyle.

—Estamos en medio de la nada, judío. No creo que podamos encontrar rápido a esa perra.

Kyle observó el río un momento.

—Podríamos caminar por la orilla del río —dijo—. Tarde o temprano llegaremos a una población.

—De acuerdo —respondió Stan.

—Bien, pero más vale que haya comida, judío.

Kyle simplemente rodó los ojos ante la respuesta de Cartman. Como siempre hablando con el estómago en vez de con la razón.

Kyle fue a ver si la ropa ya se había secado, cuando escuchó un gruñido.

Los tres chicos se juntaron asustados, espalda contra espalda. Frente a ellos había una criatura canina, tal vez un lobo. Solamente que ese lobo medía mínimo tres metros, era de color gris, tenía unas patas fuertes y provistas de garras, y filosos colmillos que destellaban amenazantes en el sol de la tarde.

—Carajo —dijo Cartman.

Stan sintió que Kyle temblaba de miedo. Tomó aire, su expresión se volvió seria y avanzó un paso al frente. Sus ojos se fijaron en los del enorme lobo, comenzando una batalla de voluntades.

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No muy lejos de allí, un grupo de hombres vestidos con armaduras —pechera de metal y cascos ligeros—, se acercaron al cadáver del grifo que había llevado a los chicos. Eran alrededor de quince personas, montadas en caballos alados negros, similares a Pegaso. Los caballos, al estar en tierra, tenían las alas plegadas a sus costados.

Uno de aquellos hombres, cuya armadura resaltaba al estar también provista con una capa negra, y cuyo casco tenía un diseño distinto a los del resto, se acercó al grifo.

—Capitán Craig —dijo uno de los soldados—, no hemos encontrado rastros en las cercanías.

—Sigan buscando —ordenó el hombre, parecía ser menor que los otros sujetos, cuyas edades debían rondar sobre los treinta, aparentando solamente veinte años—. La Tormenta Mágica apareció en esta zona. Esos Viajeros deben estar aquí.

Los otros hombres asintieron, mientras se dispersaban para continuar con la búsqueda,

Mientras tanto, Craig Tucker, capitán y encargado del fuerte y el Campo de Trabajo del Estado de Grön observaba al grifo caído con suspicacia. Era absurdo pensar que unos Viajeros pudieran entrar al Reino de Vidd montados en un grifo. Pero, por otro lado, tenía órdenes de buscarlos, y eso haría. A pesar de eso, no podía apartar la idea de que había algo especial en los Viajeros a los que perseguía. Un grifo no era una bestia de montar domesticable, salvo que se tratara del familiar de un kirin.

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Stan mantenía la mirada fija en el lobo. El lobo no se apartaba de allí, gruñendo y babeando. Sus ojos eran amarillos, predadores, lo suficientemente maliciosos como para despertar pesadillas terribles a la persona más valiente que corriera la desdicha de toparse con aquella criatura monstruosa. A pesar de eso, Stan sentía, casi por instinto, que si se mantenía firme saldrían vivos de esa situación. No sabía cómo podría ser, solo que sería así.

Debió de pasar más de una hora. Cartman se retorcía molesto, ya hubiera salido corriendo, de no ser por qué solo había río a sus espaldas, y estaba semidesnudo. Kyle, por otra parte, mantenía su mirada fija en Stan. Al principio, había estado realmente preocupado, pero ahora podía sentir una confianza emanando de él que simplemente no podía ignorar. Stan los sacaría de aquello.

De pronto, como por arte de magia, los músculos tensos del lobo se relajaron. Agachó la cabeza y gimió, como un cachorro. La mirada de Stan también se suavizo. Se acercó al lobo y comenzó a acariciarle la cabeza. La cola de la bestia se agitaba como la de un perro.

Kyle dejó escapar un suspiro. Cartman se sentó en el suelo, respirando agitadamente.

—Amigo, ¿qué fue eso? —preguntó Kyle.

Stan se encogió de hombros.

—No sé, simplemente lo hice.

Fueron a vestirse, la ropa ya se había secado.

—Bien, deberíamos comenzar a caminar —dijo Kyle. Se notaba por el color del cielo que pronto anochecería.

El lobo, que se había echado bajo un árbol cercano, levantó la cabeza al oírlos hablar sobre comenzar a avanzar.

—Anochece —una voz profunda llenó el lugar, y los tres chicos se volvieron para ver al lobo.

—¿Esa cosa acaba de hablar? —dijo Kyle, sintiendo como la poca lógica que aún se mantenía en su cerebro (a pesar del grifo, el ave gigante que casi los mata y la tormenta que los había llevado a otra dimensión) se escurría con lentitud.

—Genial —susurró Cartman—. ¡Chicos, si volvemos a casa con un lobo que habla al fin tendremos los diez millones!

—Está zona es peligrosa —dijo el lobo—. Hay un Árbol Bendito en las cercanías. Los viajeros humanos suelen quedarse bajo él durante las noches. Toda criatura, sin importar su naturaleza, respeta esos árboles y jamás atacan a quienes buscan su refugio.
Stan, que no parecía estar tan sorprendido por que el lobo hablara —quizá debido a la batalla en la que se había ganado su lealtad un rato atrás—, pareció pensativo.

—Ok, llévanos a ese árbol —dijo finalmente.

El lobo se levantó y comenzó a andar despacio hacia el interior del bosque. Stan lo siguió. Cartman igual. Kyle parecía aún estupefacto, pero al darse cuenta de que lo dejaban solo, comenzó a correr tras de ellos.

—Oye, lobo —habló Cartman—, ¿qué eres exactamente?

El lobo gruñó, ante la falta de respeto del gordo, pero aun así respondió:

—Soy un Fenrir. Y también, el líder la manada de los bosques de Grön.

—Supongo que no tienes nombre —dijo Stan. El lobo negó con la cabeza—. Bueno, te llamare Sparky.

Cartman resopló, y Kyle no pudo evitar sonreír con tristeza. Sparky, el perro de Stan, había muerto atropellado ante sus ojos tres años atrás. Su amigo quería mucho a ese perro, a pesar de que Cartman se burlaba por qué según él era un perro marica —aunque Kyle había investigado descubriendo que no existía la homosexualidad en los perros, solo era una forma en la que un macho le demostraba a otro quien era el “líder de la manada”, como diría Cesar Millan, el antiguo “terapeuta” de Cartman—. Stan se había quedado sosteniendo el cuerpo inerte de Sparky durante horas, a pesar de que la sangre del perro le hacía sentir realmente enfermo y al final terminó por desmayarse.

Salieron hacia un claro en el bosque, el cual a su vez era cruzado por un camino de tierra, sin duda hecho por manos humanas. Sobre una pequeña colina había un árbol enorme, de cuyas ramas colgaban frutos de diversos tamaños y colores.

—Espero que sean comestibles —dijo Cartman, mientras trataba de correr hacia el árbol. Sin embargo, Sparky saltó frente a él, gruñendo y enseñando los dientes—. ¡Carajo, apartate de mi camino!

—No permitiré que toques los Frutos —gruñó el lobo.

—Cartman, déjate de tonterías —ordenó Stan.

—¿Qué dices, hippie? ¡Tengo hambre!

—¿Qué son esos Frutos? —preguntó Kyle, viendo que eran realmente importantes.

Sparky volvió el rostro hacia él. Parecía analizarlo. Finalmente decidió que Kyle era confiable, a diferencia de Cartman, y su rostro se relajó.

—De esos frutos nacen las criaturas del bosque —dijo finalmente—. Según su color, es lo que nacerá. Los grises, por ejemplo, algún día serán miembros de mi manada.

Kyle se quedó estupefacto.

—Los animales —preguntó—, ¿nacen de un árbol?

El lobo asintió.

Kyle se llevó las manos a la cabeza, en actitud desesperada.

—¡Esto ya es demasiado! —exclamó—. Tormentas dimensionales, bestias mitológicas y, ahora, animales naciendo de árboles. ¿Qué en este lugar no han oído hablar de los pájaros y las abejas?

—Cálmate, Kyle, no creo que sea tan extraño —intervino Stan.

—¿Qué no es raro? ¡Amigo, estamos hablando de animales, creciendo de un árbol como manzanas!

—Bueno, y los visitantes que le pusieron una sonda anal al culo gordo…

—¡No me tocaron el culo!

—O los gnomos que se robaron los calzones de Ike la noche que estábamos cuidándolo por qué tus padres habían salido y él tenía pesadillas. Vamos, amigo, luego de todo eso, un árbol del que nacen animales no es tan raro.

—Pero, eso… no hay lógica…

Stan iba a abrir la boca nuevamente, pero alguien se le adelantó.

—Déjalo, hippie —dijo Cartman—, es un histérico, pelirrojo, judío de Jersey, no puedes esperar nada más de él.

Se sentaron bajo al árbol, mientras la oscuridad comenzaba a extenderse por toda la zona. Algunos de los frutos del Árbol Bendito comenzaron a irradiar una luz similar a la de las luciérnagas, pero más intensa. No parecía haber mosquitos, tábanos o cualquier otro insecto molesto en el aire.

—Entonces, Sparky —preguntó Kyle—, ¿por qué nos estás ayudando? Hace unas horas se notaba que ibas a matarnos.

—El kirin me mostró su valía —dijo—, así que como siervo del Dios del Cielo, he dado mi lealtad a su enviado.

—Kirin —susurró Kyle—. Wendy dijo lo mismo.

—¿De qué hablas? —preguntó Stan.

—Bueno, mientras estabas casi inconsciente debido a la sangre, Wendy dijo que eras un kirin y que debía ponerte a salvo.

—¿Yo soy un kirin? —preguntó Stan completamente extrañado.

El lobo le dedicó una mirada confusa.

Justo en ese momento, un unicornio blanco de melena rubia descendió del cielo. En él iba montado una chica que todos, salvo el fenrir, reconocieron. Era Wendy. Había cambiado su ropa por una armadura ligera con capa, pero sin duda era ella.

—Buscar la protección de un Árbol Bendito —una voz femenina, que no era de Wendy, se escuchó en el lugar—, buen instinto, joven kirin.

El fenrir se puso de pie y gruñó hacia los recién llegado. Pero Stan le acarició la cabeza, haciendo que se relajara y volviera a echarse.

Wendy desmontó, su mirada estaba fija en Stan con una expresión de extrañeza.

—Tu cabello es negro —dijo, al ver los mechones que se colaban bajo su gorro de pompón rojo.

—Bueno, siempre lo he tenido así.

Wendy negó con la cabeza.

—Si estabas en el Otro Lado es posible ya que se adaptaría a tus padres sustitutos; pero…

—Su alteza —la voz femenina, que ahora se notaba pertenecía al unicornio, volvió a hablar—, es un kirin negro.

Wendy quedó boquiabierta.

—¿Un kirin negro? No ha habido uno en más de setecientos años.

—¿Qué es todo esto del kirin, y dónde estamos? —preguntó Stan.

Wendy salió de su sorpresa. Sacudió un poco la cabeza para despejarse y luego dijo:

—Cierto, no tenemos tiempo. Pero primero, me presentare formalmente: Soy Wendy Testaburger, reina de Utforelse, y lo he estado buscando para llevarlo de regreso al Monte Trinn.

—¿Una reina? —se burló Cartman—. ¿Realmente quieres que nos traguemos eso, puta?

El unicornio relinchó con furia ante la falta de respeto.

—Mira, gordo —respondió Wendy—, me da igual si me crees o no. En primer lugar, tú no deberías de estar aquí. Así que guarda silencio y muestra el respeto y la cortesía que como persona les debes a otros.

—Oye, tú…

Pero no pudo acabar de hablar, justo en ese momento, el grupo de soldados del Capitán Craig los rodeó.

—Vaya, he encontrado a los Viajeros, es mi noche de suerte —dijo Craig, con voz nasal, mientras se adelantaba montado en su caballo alado.

Wendy se paró entre él y los chicos, con su kirin a su lado.

—Soy Wendy Testaburger, reina de Utforelse…

—¿Una reina? —le cortó Craig—. Pues bien, excelencia, me parece que no tiene permiso de estar aquí.

—¿Cómo es que…?

—Si estuviera en Vidd por visita diplomática, no estaría aquí en medio del bosque con un montón de Viajeros. —Escupió la última palabra, como si fuera veneno.

—Estoy en una misión para recuperar al kirin del reino de Lykke, y llevarlo al Monte Trinn.

Craig sonrió con malicia.

—¿Un kirin? Me está diciendo que uno de ellos es un kirin. Vaya, excelencia, debería de buscar una mejor escusa.

Los otros hombres miraban a su capitán con horror. Incluso si la reina estaba allí de forma ilegal, no era propio de simples ciudadanos, por más que fueran militares de alto rango, hablar así con un soberano elegido por el Cielo.

—Lo mejor, su excelencia, es que se marche. No creo que quiera provocar una crisis diplomática.

Wendy frunció el ceño.

—Arresten a los Viajeros —ordenó Craig. Los soldados se adelantaron. Cartman trató de resistirse, pero dos soldados lo tomaron por los brazos. El lobo también se levantó gruñendo con furia, pero un dardo disparado por uno de los hombres impactó en su cuello. Perdió el equilibrio y se desplomó en el suelo.

—¡Sparky! —gritó Stan, horrorizado.

—¡Esperen, quiero saber los cargos! —gritó Kyle.

—Entrar ilegalmente al reino de Vidd, y contaminarlo con su inmundicia.

—¡Se los dije, el kirin…!

—Y yo se lo dije a usted, márchese. Las leyes del cielo le impiden estar aquí ilegalmente.

—Wendy, no hay nada que hacer —dijo Bebe.

La chica suspiró resignada. Se acercó a Kyle y le susurró al oído:

—Vayan hacia el sur, busquen la frontera con Utforelse.

Se apartó. Montó en su kirin y se marchó volando.

—¡Esperen, no hemos entrado ilegalmente! —gritó Cartman—. ¡Esa puta fue la que nos trajo!

Craig se adelantó, dio un fuerte golpe en la nuca del gordo. Cartman se desmayó. Sangraba, lo que a su vez hizo que Stan se sintiera enfermo.

—¡Maldición! —gritó Kyle, enfadado. Solo para recibir un golpe igual al del gordo.

Una carreta con una enorme jaula de madera fue traída por otros soldados. Los inconscientes Cartman y Kyle fueron arrojados allí, como si se trataran de dos bultos de basura. Stan estaba demasiado débil, por lo que fue fácil simplemente arrojarlo a la jaula. El soldado que lo hizo, se quedó viendo su rostro descompuesto por el hedor de la sangre en el aire. De pronto sintió como si acabara de cometer un sacrilegio.

—¡Bien! —ordenó el capitán—. De vuelta al campo.

—¿Qué hacemos con el fenrir? —preguntó alguien.

—Déjenlo, no nos interesa.

Comenzaron su camino hacia el campo. Cerca de allí, en un árbol, un pájaro similar a un cuervo pero al menos tres veces más grande, los observaba con sus ojos rojos.

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A muchos kilómetros de allí, en la sala del trono de un inmenso castillo entre las montañas, un chico rubio se acercó a un joven de cabello negro, el cual estaba sentado en el trono.

—Su majestad, el capitán Craig ha capturado al kirin.

El rey sonrió.

—Muy bien, hay que preparar todo —se puso de pie—. El reino de Lykke pronto tendrá un nuevo rey.

—Damien —habló el rubio—, no creo que sea correcto…

—Pip, cierra la boca.

El rubio bajó la cabeza, resignado. Damien haría lo que quisiera, como siempre. Él ni siquiera ere el rey de Vidd, y aun así ocupaba el trono. Sintió pena por el otro kirin —su hermano, diría la Madre Victoria—, sería obligado a servir a un rey falso, igual que él.
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Última edición por alucard70 el 01 Mar 2015 22:53, editado 1 vez en total.
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Re: Los doce reinos [Fanfic de South Park - Adaptación]

Mensaje por alucard70 » 01 Mar 2015 22:43

La sombra de la Luna, el mar de las sombras - Capítulo 3
Oculto:
Las calles estaban abarrotadas de personas como de costumbre. La ciudad de Gront era un puerto importante del reino de Vill, uno de los más prósperos de los Doce Reinos. Había sido gobernado en paz durante quinientos años. Según los rumores, su rey era un hombre con aspecto de jovencito —unos dieciocho años—, rubio y de ojos azules, capaz de hechizar con la mirada. Aunque, como es común, nadie que no fuera uno de los altos funcionarios del gobierno había visto al rey. Un ciudadano común, comerciante o granjero, podía vivir toda su vida sin llegar a ver jamás a un rey o una reina. Pero sabían que él existía y que era una buena persona, ya que el reino era prospero. Había lluvia, las tierras eran fértiles y el comercio era bueno.

Por esas calles concurridas corría un chico rubio, vestido con un pantalón negro y una sencilla camisa azul, esquivando a las personas con gran habilidad. Su cabello rubio estaba perfectamente recogido bajo un sombrero tipo boina de color gris.

Finalmente se detuvo frente a una inmensa casa en la parte alta de la ciudad. Por el tipo de construcción, quien vivía allí debía ser un comerciante, funcionario u otra persona de gran influencia. Y aunque los vecinos describían al jovencito —que suponían era el hijo del hombre— como alguien amable y guapo, nadie jamás había visto a un adulto en el lugar.

El chico que se había detenido allí, abrió la puerta y caminó por el inmenso jardín de la mansión. Había toda clase de árboles frutales y flores en el lugar, que se mantenía muy bien cuidados por uno de los mejores jardineros de todo el reino. Se adentró luego en un inmenso salón, franqueado por columnas de mármol y con una inmensa escalera de tres tramos hecha de alabastro y madera. Sabía perfectamente donde encontrar al propietario.

Subió las escaleras y giró hacia el pasillo de la derecha. Al final del mismo se encontraban las lujosas puertas de la habitación principal.

Como esperaba, encontró al propietario aun durmiendo.

—¡Kenny! —gritó. El chico en la cama despertó sobresaltado y estuvo a punto de caer al suelo envuelto en las sabanas de seda.

Frotándose los ojos lagañosos, dedicó una mirada aturdida, que poco a poco se transformó en molestia, al causante de su rudo despertar.

—¡Joder, Butters! Te he dicho que no hagas eso.

El joven de camisa azul, ahora reconocido como Butters, se limitó a dar una mirada al otro con el ceño fruncido.

—Se hace tarde, su majestad —dijo finalmente—. Aún tiene importantes asuntos que atender antes del almuerzo.

El rubio en la cama puso mala cara, pero aun así procedió a levantarse con la intensión de prepararse para ese día.

—¿Las trajiste? —preguntó, mientras entraba a su armario para buscar la ropa que usaría ese día.

Butters se sonrojó, mientras metía la mano al interior de su camisa y sacaba un fajo de revistas para posteriormente ponerlas sobre un escritorio cercano a la cama.

—No es propio de un Ministro del Cielo hacer estas cosas —dijo, muy avergonzado—. ¿Qué dirían mis hermanos su supieran que voy al Otro Lado a buscar cosas sucias para mi amo?

Kenny salió del armario perfectamente vestido y con una sonrisa pícara en el rostro.

—Esos estirados no saben disfrutar la vida —dijo—. En cambio yo…

—Eres un pervertido.

—Sí, y muy orgulloso.

Se dirigió hacia las revistas. Primero tomó la PlayBoy y la hojeó un momento, buscando el póster del centro.

—Por cierto —dijo Butters. Kenny continuó contemplando la imagen con una expresión de lujuria—. Alguien invocó la Tormenta Mágica cuando estaba en el Otro Lado.

—¿Alguien además de ti? —Kenny alzó la cabeza para ver a su kirin con cierta curiosidad.

Butters asintió.

El rey pareció un poco pensativo. Luego, una sonrisa se formó en sus labios.

—Seguro fue la hermosa Wendy —dijo—. Escuché que se tomó unos meses sabáticos para ir en busca del kirin extraviado de Lykke. Al parecer lo encontró. Espero que sea una hermosa kirin de grandes pechos.

—¡Su majestad, eso es muy impropio! —gritó Butters horrorizado.

Kenny se limitó a reír. Dejó la revista sobre el escritorio y se dirigió a la puerta para comenzar su día. Aunque, a decir verdad, lo que más le entusiasmaba de momento era que después de la audiencia matutina con su Primer Ministro tendría un almuerzo con la persona más importante de su vida: su querida hermana menor, la princesa Karen.

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El continuó y brusco movimiento de la carreta hizo que Kyle abriera los ojos. Avanzaban por un camino de roca, flanqueado por los imponentes peñascos de un cañón. La roca blanca resplandecía ante la luz del sol, que ya salía por el este. La carreta iba flanqueada por tres soldados a cada lado, y una formación de cuatro por detrás de ellos. Además de eso, el capitán iba al frente con el resto de los hombres.

Kyle se medió incorporó, sobándose la cabeza, la cual aún le dolía. Su mirada vagó hasta encontrarse con Cartman. El gordo parecía dormir plácidamente, boca arriba, con los brazos extendidos y roncando. El ceño le pelirrojo se frunció ante tal espectáculo. ¿Cómo se las arreglaba para poder dormir en esa situación?

Apartó la mirada del gordo y se sentó en su otro amigo. Stan se encontraba a poca distancia de Cartman, recargado en los barrotes y con una expresión enfermiza en el rostro. Avanzando a gatas, hasta llegar junto a su mejor amigo.

—Stan, ¿estás bien? —preguntó.

El chico alzó la mirada, estaba apagada.

—Creo que no saldremos de esta, amigo.

—No digas tonterías. Logramos escapar de Tom Cruise y sus abogados, saldremos de esto.

Stan sonrió, aunque con algo de desgana.

—No creo que sea algo comparable a esto.

Se escuchó un bostezo. Ambos se volvieron para ver a Cartman sentado mientras se rascaba la nuca.

—Joder, maricas, tuve un sueño muy extraño.

—¡Ustedes tres, guarden silencio! —ordenó uno de los guardias.

Cartman puso mala cara e iba a responder, pero Kyle se adelantó arrojándose contra él para taparle la boca.

—Mejor no digas nada, culón.

Los dos se incorporaron y se reunieron con Stan. Comenzaron a hablar con susurros, para que los guardias no se molestaran. Aunque algunos de ellos los veían con mala cara.

—¡Dios, judío!, ¿qué le pasó a tu cabello? —preguntó de pronto Cartman.

—¿De qué hablas? No le pasa na… —se interrumpió en cuanto su mano tocó sus rizos.

No tenía su usual gorro verde, por lo que fue capaz de sentir sus mechones rizados, esos que usualmente crecían sin control. Ahora, a pesar de que seguían algo enroscados, caían como una cascada hacia atrás, largos hasta los hombros, en un orden tan perfecto que no había logrado antes sin importar como lo cortara o con que producto capilar lo peinara. El rostro de Kyle pasó de la sorpresa al horror en cuestión de segundos.

—¡Qué carajo! —gritó. Eso le ganó que uno de los guardias le golpeara con una espada envainada en la cabeza.

—Silencio, asqueroso Viajero —ordenó.

Kyle se sobó la cabeza, solo para horrorizarse nuevamente al volver a sentir su cabello.

—Esto no tiene ningún sentido —susurró.

—Ahora pareces más marica de lo normal —se burló Cartman.

Kyle lo miró furioso, y estaba a punto de responder con un golpe; pero se contuvo. No quería que otra vez los guardias se molestaran. Y eso le hizo recordar la apremiante situación en la que se encontraban. Debían escapar de esa jaula, luego de los soldados, encontrar la forma de llegar hasta la frontera sur y, entonces, ir en busca de Wendy para pedirle explicaciones.

—Chicos —susurró, acercándose de nuevo a ellos—. Tenemos que pensar una manera de salir de aquí.

—Yo tengo un plan —dijo Cartman—, pero tendrás que sacrificarte, judío. Usualmente actúas como una nena, así que no creo que te cueste nada seducir a un guardia y conseguir las llaves.

—¡Cartman! —exigió Stan—. No es momento para tus pendejadas.

El gordo se cruzó de brazos.

—Joder, yo solo trato de poner algo de diversión al ambiente.

—Pues no estás ayudando.

—Tu tampoco sirves de mucho, judío. Estás más preocupado por tu cabello que por salir de aquí.

—¡Eso no es verdad! —luego se sonrojó, al darse cuenta de que mientras hablaba se pasaba la mano derecha por su cabello aun intentando descubrir que le había pasado.

Una vez vio la sonrisa complacida de Cartman, bajó la mano a gran velocidad y volvió el rostro hacia otra parte.

Stan alzó la mirada hacia el cielo. Estaba despejado. Se preguntó que estaría haciendo su familia. ¿Los estarían buscando? A esas alturas seguramente el pánico estaba por todo el pueblo. El ataque a la escuela, los muertos y la desaparición de ellos tres.

—Nada de esto tiene lógica —suspiró Kyle.

—Daría cualquier cosa por un buen plato de panqueques calientes, con extra de miel y mantequilla —dijo Cartman.

Kyle estaba a punto de replicarle, pero entonces un gruñido en sus tripas le recordó que ninguno de ellos había comido nada en casi un día. El ataque al colegio había ocurrido antes del almuerzo. Y luego de salir del río no habían tenido oportunidad de buscar comida. Por un momento pensó que era mejor haber dejado que el culón bajara algunos de los frutos del Árbol Bendito, a pesar de la amenaza de Sparky.

Kyle se sentó junto a Stan. Realmente se veía muy mal. Sus ojos seguían fijos en el cielo. El sudor perlaba su rostro y su respiración comenzaba a agitarse. El pelirrojo colocó su mano en la frente de Stan. Estaba ardiendo.

—Dios, Stan, está muy mal.

Stan sonrió débilmente. Kyle le quitó el gorro de la cabeza. Los mechones negros cayeron en todas direcciones. Al igual que a Kyle, el cabello le había crecido hasta los hombros.

—Jodido mundo extraño —susurró Kyle, mientras se recargaba en la jaula.

Cartman, sentado cerca de allí, se les quedó viendo.

—Carajo, maricas, vayan a un hotel.

—Cartman, cierra la jodida boca —espetó Kyle con desgana.

La carreta se detuvo de pronto. Kyle volvió la cabeza hacia los lados. Los soldados parecían estar llevando a cabo una formación de batalla. La potente voz del líder llegó desde alguna parte al frente de la caravana:

—¡Los viajeros son su objetivo! ¡No permitan que se acerquen!

Nada más escuchar la orden, los soldados que custodiaban la jaula tomaron una formación defensiva alrededor de la carreta.

Los gruñidos y los aullidos llenaron el lugar, seguidos de los gritos de guerra de los soldados.

Cartman se puso de pie con la cabeza vuelta hacia arriba. Kyle también volteó. Una gran cantidad de lobos similares a Sparky descendían por los peñascos.

—Vienen a rescatarnos —dijo Stan—. Sparky ha venido a ayudarnos.

—Sí, amigo, así es —respondió Kyle.

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La escuadra de soldados se acercaba ahora a la salida del cañón. Estaban a punto de llegar a la mina donde se había instalado el campo.

Sin embargo, el capitán Craig parecía algo impasible. El chico de cabello negro y el pelirrojo estaban cambiando. Significaba que eran nativos de los Doce Reinos. Pensó en su hermana menor, cuyo fruto había sido arrastrado por una Tormenta Mágica natural hacia el Otro Lado. Su madre había quedado destrozada por eso. Había rezado al Dios del Cielo por encontrarla. Hasta que el rey Damien llegó al poder y su familia había tenido que callar sus rezos. Nativos o no, todos los que llegaran del Otro Lado tendrían el mismo destino.

La salida del cañón ya se veía a unos metros, cuando se dio cuenta. Fenrirs, una gran cantidad de ellos, esperando en la salida tendiendo una emboscada. La mirada del capitán se alzó, más de ellos esperaban en la cima del cañón, listos para saltar sobre sus hombres en cuanto comenzara la batalla.

—¿Fenrirs? —susurró un soldado—. ¿No sabía que hacían cosas cómo está?

—No las hacen —respondió el capitán, su mirada vagó hacia el chico de cabello negro. Esos fenrir los habían seguido desde el bosque, adentrándose en un territorio que no era suyo, y Craig estaba seguro que la razón era ese chico. La reina Wendy había dicho que era un kirin.

Mierda, aquel fenrir que habían derribado y dejado inconsciente era el familiar de un kirin. Y ahora había vuelto con refuerzos para liberar a su amo.

El ataque comenzó, los lobos se arrojaron contra los soldados, estos desenvainaron sus espadas y azuzaron a sus caballos alados a correr hacia los atacantes. Los que resguardaban la carreta, que ahora se había detenido, estaban por abandonar sus puestos; pero la voz del capitán les hizo detenerse:

—¡Los viajeros son su objetivo! ¡No permitan que se acerquen!

Luego de dar su orden, el capitán desenvainó su espada con la mano derecha, sujetó las riendas con la izquierda. El caballo relinchó y se adelantó en un trote veloz. Uno de los lobos del frente se arrojó contra él. Craig giró la espada sobre su cabeza, movió las riendas. En el último momento, el caballo esquivó las garras y los colmillos del fenrir, la espada de Craig cayó sobre la cabeza del animal decapitándolo.

El capitán alzó la mirada, docenas de fenrirs descendían saltando de roca a roca por el peñasco. Giró sobre su caballo, justo a tiempo para esquivar a otro lobo. Su espada volvió a girar descendiendo en una estocada limpia. Dio en el lomo, y la criatura herida se derrumbó aullando de dolor y dejando un rastro de sangre.

Dirigió su montura hacia la carreta. Cadáveres y cuerpos agonizantes de fenrirs y algunos de sus soldados.

—Mierda —gruñó en voz baja, mientras blandía su espada librándose de otro enemigo.

Llegó atrás justo en el momento que el pelirrojo y el kirin subían al lomo del ferir más grande, sin duda el mismo que había derribado al pie del Árbol Bendito. El gordo intentaba subir sobre otro animal. El líder de la manada alzó la cabeza, luego dio media vuelta saltó por entre los peñascos hacia arría.

—¡Carajo, no me dejen aquí! —gritó el gordo.

Craig se adelantó, y antes de que el lobo pudiera seguir a su líder, lo decapito. El gordo cayó al suelo sobre el trasero. Los demás fenrirs ya se había retirado una vez cumplida su misión de rescatar al kirin.

—¡Malditos cabrones!

—No te muevas, gordo —ordenó Craig, mientras colocaba su espada manchada con la sangre de sus enemigos en la garganta del gordo.

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Pip sonrió feliz en el momento que vio a través de su espejo como su hermano escapaba con ayuda de unos fenrirs.

Mucho tiempo atrás, había escuchado de su hermana Sekin, kirin del reino de Selje, hablar sobre los kirin negros. Se decía que traían suerte a su reino. Los reyes que escogían solían ser justos, humanitarios y gobernaban durante muchos siglos.

Supuso que todo eso lo confirmaba. Stan había conseguido a su primer familiar por puro instinto, y no sólo eso, también encontró a un fenrir. Difíciles de domar, y leales hasta la muerte.

Su mirada vagó hacia el trono, donde Damien contemplaba con aburrimiento la llama que bailaba en su mano derecha. Su sonrisa se borró. Tragó saliva y finalmente dijo:

—Su alteza, el kirin de Lykke ha escapado.

La mirada de Damien pasó del aburrimiento a la furia. Cerró la mano apagando la llama. Se puso de pie lentamente. Su capa ondeó tras de él cuando comenzó a caminar en dirección a un muy asustado Pip. El kirin retrocedió. Gruesas lágrimas corrían por sus mejillas.

—Amo… —suplicó.

Se retorció de dolor en el momento que sintió la primera quemadura.

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Sparky avanzó saltando de una roca a otra hasta la cima del acantilado. Sobre su lomo, Kyle trataba se sujetarse fuertemente con su mano derecha mientras con la izquierda sostenía a Stan, quien estaba muy débil debido a las cosas que habían pasado anteriormente.

A su lado, los demás miembros de su manada les escoltaban hacia territorio seguro. Una vez en la parte alta del cañón, tomaron rumbo hacia el bosque, ubicado al oeste del lugar.

Kyle estaba asustado, tanto por el estado en que se encontraba su amigo, como por el hecho de que habían perdido a Cartman. Esperaba que el culo gordo estuviera bien. Podía ser un racista, hijo de puta, cabrón; pero aun así…

Recordó lo que Wendy le había dicho. Dirigirse al sur, cruzar la frontera y ponerse a salvo.

—Hay que ir al sur —dijo.

—Primero debemos alejarnos —respondió Sparky—. Pronto comenzaran a seguirnos.

Kyle solo podía confiar en lo que el lobo decía.

Se detuvieron en la entrada al bosque. Kyle ayudó a Stan a recargarse bajo un árbol.

—Necesita comer algo —dijo el pelirrojo—. ¿Hay algunas frutas o bayas comestibles por aquí?

Sparky alzó la cabeza. Se comunicó con los otros fenrirs con gruñidos y ladridos. Cuatro de ellos salieron corriendo en diferentes direcciones.

Kyle se recargó en el árbol junto con Stan.

—Dios —susurró. Toda la situación lo estaba superando. De pronto todas sus aventuras raras en South Park parecían tan lejanas y menos peligrosas. En este mundo estaban solos, lejos de su familia, a merced de hombres que los perseguían y posiblemente querían matarlos.

Pensó en la forma que esos soldados los trataban. Ahora entendía como su pueblo se había sentido durante la segunda guerra.

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Cartman fue atado de manos y piernas, para posteriormente ser arrojado sobre el lomo de uno de los caballos. Solo cuatro soldados, incluyendo al Capitán Craig, habían sobrevivido.

—¡Al campo! —ordenó Craig, mientras se montaba en el mismo caballo en que Cartman había sido subido. Los caballos desplegaron sus enormes alas de plumas negras, y alzaron el vuelo en la dirección del campo de trabajo.

El capitán sabía muy bien lo que tenía que hacer. Debía poner a ese asqueroso gordo en prisión, preparar un grupo de rastreo y salir en la búsqueda de los Viajeros fugitivos cuanto antes.

No pasó más de una hora cuando los cuatro caballos alados descendieron en el campo.

—¿Qué demonios les pasó? —preguntó un soldado de cabellera castaña. Vestía una armadura ligera, similar a la de Craig, pero con capa color amarilla en vez de negra.

Los soldados se veían agotados y cubiertos de sangre, incluso Craig.

—Un ataque de fenrirs, eso es lo que pasó —respondió Craig molesto.

—¿Fenrirs? —preguntó el soldado.

—Teniente Clyde, menos preguntas. Organice una tropa de rastreo. Debemos ir en busca de los fugitivos.

—Por supuesto —dijo Clyde, mientras daba media vuelta y se dirigía al interior de un fuerte cercano.

Craig mientras tanto tiró a Cartman del caballo.

—Llévenlo al Campo de inmediato y pónganlo a trabajar —ordenó a sus otros hombres.

—En realidad —una voz fría y atemorizante se escuchó en las cercanías—, quiero hablar con este Viajero.

Craig se arrodilló, y los demás soldados hicieron lo mismo. En la entrada al campamento había dos personas de pie. Una de ellas, vestida con lujosas ropas de color negro, era el mismísimo rey Damien. La otra, con la mirada gacha y vestida con una especie de túnica verde, era el kirin del reino, Pip.

[center]Imagen[/center]

Kyle despertó ante el sonido de un ladrido de Sparky. Su mirada cansada se dirigió al lobo. Frente a él había una gran cantidad de frutos y vayas de diversos colores. No se parecían a nada que hubiera visto antes, pero confiaba en que eran comestibles para los humanos.

—Stan —llamó a su amigo, mientras lo agitaba un poco.

El mencionado alzó la cabeza.

—Vamos amigo, tienes que comer un poco.

Stan no dijo nada, se sentía realmente débil. Kyle hizo todo lo posible para ayudarlo a comer, partiendo las frutas y ayudando a Stan a pasarlas por la garganta.

—Necesitamos un poco de agua —dijo Kyle.

—El río no está muy lejos de aquí, en esta zona es muy calmado.

—Bien, llévanos allí.

Sparky asintió.

Kyle ayudó a su amigo a ponerse de pie, y apoyándose en Sparky y otro lobo de su manda, comenzaron a caminar entre el bosque.

Stan se volvió a ver el rostro de Kyle. Por un momento le pareció que su amigo tenía un aura extraña rodeándolo, una que emanaba confianza y le incitaba a permanecer leal a él en todo momento. Quizá siempre la había tenido, pensó, y por eso era su súper mejor amigo.
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Re: Los doce reinos [Fanfic de South Park - Adaptación]

Mensaje por alucard70 » 07 Mar 2015 20:20

La sombra de la Luna, el mar de las sombras - Capítulo 4
Oculto:
Cartman había sido desatado y escoltado por los pasillos hasta la lujosa oficina del capitán Craig. El rey había pedido entonces que les dejaran solos. Así que allí estaba él, de pie frente a un enorme escritorio, en el cual se encontraba sentado el rey de Vidd, Damien Thorn. Unos pasos detrás de él, se encontraba el rubio kirin de mirada acongojada.

Los dedos de Damien golpeteaban sobre la mesa mientras revisaba un mapa de la zona que había pedido al capitán. Finalmente, lo enrolló para posteriormente apartarlo. Sus ojos rojos se posaron sobre el gordo frente a él. Chasqueó los dedos y una de las sillas del escritorio se apartó.

Cartman entendió de inmediato y se sentó.

—Vayamos al grano, Eric.

—Sí, cómo sea… pedo —respondió, usando el viejo apodo para molestar al joven rey ante él.

Damien mostró una llama bailando en su mano.

—No tientes tu suerte, gordo. Puede que mi padre me tenga prohibido asesinarte, pero aún puedo torturarte un poco si tratas de pasarte de listo.

Cartman sonrió maliciosamente, inclinándose un poco para desafiar al rey. Damien Thorn había cambiado poco desde la última vez que lo había visto cuatro años atrás, cuando el querido progenitor espiritual de ambos había tenido la genial idea de tener una cena de Halloween familiar en casa del gordo —arruinando de paso el último año en que podría pedir dulces sin parecer un ñoño—. Sólo era más alto, y ahora vestía con una vistosa armadura negra y una capa. Parecía un vestuario sacado de un juego de Calabozos y Dragones.

—Tú eres quien no debe tratar de sobrepasarte. No te olvides de las cosas que soy capaz de hacer.

Damien sonrió desafiante.

—¿Qué harás, gordo? —preguntó—. ¿Mataras a mis padres, los cocinaras y me los darás de comer? Te recuerdo que eso sería tener que matar a tu puta madre.

—¡No le digas puta a mi madre! —espetó Cartman, perdiendo la compostura. Estaba a punto de arrojarse contra el joven frente a él, pero un simple chasquido de dedos por parte de Damien hizo que apareciera una cuerda atándolo contra la silla.

Pip observó todo esto con una expresión de miedo.

—Damien, no creo que…

—Cierra la boca, Pip —espetó su amo—. No interrumpas una… bella, reunión familiar.

—¿Familiar? —La mirada crispada y temerosa del kirin se movió hasta Eric Cartman—. Oh, Dios.

Damien se puso de pie, su mano se movió veloz, y pronto Pip estaba en el suelo retorciéndose de dolor mientras algunas quemaduras, sin necesidad de fuego, comenzaban a aparecer en sus manos y en su rostro.

—¡Lo siento, amo, por favor! —suplicó.

Damien sonrió complacido, volvió a sentarse. Las quemaduras en el cuerpo de Pip desaparecieron. Con cierta lentitud se puso de pie nuevamente para ocupar el lugar que le correspondía junto a su amo.

—¿Pip, el franchute? —preguntó Cartman.

Su mirada se posó en el rubio. Había una sombra del Pip que había conocido, aquel marica que había ido a la escuela primaria con él hasta el cuarto grado, cuando desapareció repentinamente sin dejar rastro. El cabello le había crecido hasta pasada la cintura, su piel se había puesto pálida, aunque no de un pálido enfermizo, más bien un blanco como el del mármol. Su rostro se mostraba andrógino.

—¿Qué rayos te pasó, marica? —preguntó Cartman totalmente choqueado.

—Pip recuperó su aspecto original al volver a los Doce Reinos —explicó Damien—. Igual que le pasara a Marsh.

—¿El hippie? —Cartman miró con extrañeza a Damien—. ¿Qué hay con el judío?

Damien pareció interrogante. Luego giró la cabeza y se volvió a ver a Pip. El kirin tragó saliva, bajó la cabeza y respondió la pregunta silenciosa casi en un susurro:

—Kyle es un Nativo. Está cambiando.

La mirada del rey volvió a centrarse en su hermano gordo. Chasqueó los dedos liberándolo de su atadura.

—Bien, hermanito, vas a hacer algo para mí —dijo—. Quiero que traigas a Marsh ante mí, y asesines a Broflovski.

Cartman frunció el ceño.

—¿Qué ganó yo? —preguntó—. Mira, puto emo, tal vez no me dé cuenta de todo lo que está pasando, pero si he aprendido lo suficiente. El hippie es alguien importante en este mundo, lo suficiente para qué todos estén locos por encontrarlo. Así que debes ofrecer algo bueno. Tal vez esa perra reina de… no sé qué, dé una buena cantidad por él.

Damien golpeó el escritorio con furia.

—¡No es algo que sea negociable, obeso de mierda! Vas a hacer lo que te digo.

—¡Tú no puedes ordenarme que hacer, jodido marica satánico!

Damien comenzó a jugar con una llama en su mano izquierda.

—¿Quieres probar gordo?

—¡Solo inténtalo, cabrón!

Damien iba a hacerlo, lo asesinaría, sin importar lo que su padre dijera. De todas formas, el gordo terminaría en el infierno, así que tampoco era como si fuera a enviarlo lejos de casa. Pero, finalmente recobró un poco de compostura. Primero estaba su misión, luego torturar a su molesto hermano mortal.

—Mira, gordo, nuestro padre quiere tomar este mundo para sí. Pero, para eso debemos llevar el caos a todos los reinos. Tu lealtad debe estar con la familia, así que vas a ayudarme con esto.

Cartman resopló.

—¿Lealtad a la familia? No me jodas con esas cosas maricas. No le soy leal a Satán, ni a Dios, solo soy leal a mí mismo. Si quieres mi ayuda paga por ella.

Damien intentó otro enfoque.

—Ahora mismo puedo enviarte a un campo de trabajo. Terminaras tus días como un judío en tiempos de Hitler.

—No podrás intimidarme con eso —espetó Cartman.

Damien apretó los puños. Ambos eran demasiado parecidos, impetuosos y tercos. Se le ocurrió que eso era como un juego de estirar la cuerda, en la que ambos lados tenían la misma fuerza. Damien tenía algunas cartas más a su favor, pero Cartman era lo suficiente hábil o estúpido como para que eso no le importara en lo más mínimo. No le temía a las amenazas, y él mismo soltaba las suyas propias. El anticristo lo supo entonces, debía ceder un poco ante él si quería su cooperación.

—Voy a darte un reino —dijo—. Captura a Marsh y traelo ante mí, y me asegurare que seas coronado rey de Lykke.

El rostro de Pip mostró más horror. Eric Cartman era peor que Damien. Un neonazi psicópata sin escrúpulos. Podía imaginarlo esclavizando a todo el reino —muy factible en alguien que se las arregló para manipular a los habitantes de South Park y tratar de iniciar un segundo holocausto judío a los nueve años— o adoctrinándolo para invadir los demás reinos.

—¡Damien, por favor, no…!

Sintió el golpe en el rostro. La espada envainada lo golpeó con tanta fuerza que lo derribó. Quedó en el suelo apoyado sobre sus manos. Su labio se rompió y comenzó a sangrar. De inmediato se sintió débil. El olor de la sangre, aunque fuera la suya propia, inundó su olfato desarrollado de kirin haciendo que se sintiera enfermo.

—Mucho mejor —dijo Damien—, a los pies de tu amo.

Damien volvió a centrar su atención en Cartman.

—Esto, gordo, es lo que tendrías. A Marsh como tu esclavo personal, y un reino entero para que hagas lo que quieras.

Cartman se recargó en su silla.

—Voy a pensarlo.

Damien comenzó a caminar hacia la puerta. A pesar de su agotamiento, Pip se puso de pie trabajosamente y avanzó tras de su amo. Justo cuando la puerta estaba por cerrarse, Damien se volvió hacia él y dijo:

—Tienes una hora, gordo.

El ceño de Cartman se frunció. En cuanto escuchó que la puerta se cerraba, sonrió con malicia. Tal vez se apropiaría de un reino, pero lo haría bajo sus propios términos. Usaría a Damien para conseguirlo, y no al revés.

[center]Imagen[/center]

Un día después de aquello, dos caballos alados de color blanco avanzaban entre el viento hacia el Centro del Mundo, donde estaba el Monte Trinn. En uno de ellos montaba Wendy Testaburguer, en el otro su kirin, con forma humana, Bebe.

La Reina Artística, soberana del Reino de Utforelse, se dirigía a ver a la Madre Victoria.

El Monte Trinn era la montaña más alta de la isla central, los dominios de la Madre Victoria, la Sumo-Sacerdotisa del Cielo. El lugar donde nacían los kirin del Árbol Glorioso.

La reina descendió frente a las puertas del Monte Trinn, donde sus caballos quedaron al cuidado de los encargados del establo. Las puertas se abrieron para ellas y las sacerdotisa encargadas de cuidar a los kirin salieron a recibirles, inclinadas a su paso.

Vestían túnicas de colores blancos y celestes. Sus largas cabelleras estaban recogidas en un peinado estilo oriental. Su aspecto era de mujeres jóvenes, no más de veinte años, de tez color crema y labios sonrosados.

—Bienvenida, su majestad, la Madre Victoria le está esperando —saludó una de las sacerdotisas.

Comenzaron el ascenso a la montaña a través de los senderos de la montaña. Las rocas blancas de los acantilados estaban a sus lados, mientras subían por las escaleras talladas en la roca misma de la montaña. Los senderos eran laberintos, diseñados para proteger a los kirin; por lo que solo los conocedores y habitantes de la montaña sabían que caminos usar para llegar a los distintos templos que el Dios del Cielo había erigido en el Monte Trinn.

La Madre Victoria les esperaba en la terraza de su palacio. Era una mujer alta, de cabellera rubia peinada de forma similar a las demás sacerdotisas. Vestía una lujosa túnica de seda de color rojo, y un abrigo sobre ella de color celeste con bordes dorados. En una pequeña mesa se había servido el té para la Sumo-Sacerdotisa y la Reina.

—Majestad —saludó la Madre poniéndose de pie e inclinando levemente la cabeza.

—Madre Victoria —dijo Wendy decidiendo que lo mejor era ir directamente al punto—. Encontré a Lyki en el Otro Lado, como habíamos pensado.

La Madre Vitoria suspiró aliviada.

—Pero, al volver, fuimos atacados por los monstruos. El kirin está en Vidd. Solicite una audiencia con su majestad, el Rey Hábil Damien. Pero he recibido una respuesta diplomática en la que niega que el kirin esté en su reino.

—El Rey Damien —la voz de la Madre Victoria era pensativa—. Un rey que apareció un día en compañía de un kirin extraviado en el Otro Lado. Un rey que comenzó a gobernar Vidd, pero que jamás vino al Monte Trinn a recibir la Misión del Cielo.

—¿Madre Victoria?

—Me temo, su alteza, que Damien es un rey falso.

Wendy abandonó el Monte Trinn completamente choqueada. Un rey falso, ¿podía realmente haber algo así?

Wendy recordó un antiguo rumor que los campesinos había tenido tempo atrás. Según decían, si una persona capturaba un kirin, entonces se convertiría en rey. Era una ridiculez, por supuesto, si el kirin no veía el Aura del Rey en una persona no podía subir al trono. Además, el kirin jamás se inclinaba ante nadie que no fuera su amo.

Podía ser posible que Damien hubiera capturado al kirin para hacerse pasar por rey. Pero, por otro lado, eso querría decir que él tenía la habilidad de invocar una Tormenta Mágica, algo que sólo los kirin, los Reyes y la Sumo-Sacerdotisa del Cielo podían hacer.

—¿Quién eres realmente, Damien Thorn? —preguntó Wendy al aire, sospechando que había mucho más de lo que aparentaba en ese hombre.

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—Mi nombre es Pip, y realmente me gustaría saber si no le importaría no destruir nuestro pequeño pueblo.

En ese momento, aquella celebridad robótica debió matarlo; pero, justo en el último momento, el suelo bajo sus pies se abrió y fue tragado al infierno.

Pip recordaba haber estado agradecido con Damien. Lo había salvado, su amigo lo había salvado. Pero esa alegría se convirtió en miedo cuando se encontró ante el trono de Satán.

—Un kirin —dijo el Rey de las Tinieblas—. Perfecto, ahora mi invasión a los Doce Reinos puede comenzar. Primero caerá el mundo regido por Tentei, y luego el de Yahveh.

Pip supo que había perdido su libertad para siempre.

Y ahora estaba allí, viendo como Damien, el rey falso, pretendía hacer lo mismo con otro kirin. Debía ser valiente, si había un momento para serlo era ese, tenía que evitar que Stan cayera en manos de Damien y Cartman, por más que en el pasado… Bueno, eso era el pasado, pensó.

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Cuando Stan abrió los ojos, se encontró con un techo de madera. Sentía todo el cuerpo cubierto de sudor pegajoso. Su cuerpo estaba desnudo y lo único que lo cubría era una manta delgada. Por la sensación, no había usado suavizante de tela al lavarla. El malestar producido por la sangre estaba pasando, aunque la cabeza aún le palpitaba un poco.

Su rostro se volvió hacia un lado, Kyle estaba allí, dormido en una silla de madera de aspecto rustico. A decir verdad, toda la habitación tenía un aspecto rustico. Como una cabaña.

No recordaba mucho. El último recuerdo claro que tenía era haber estado hablando con Cartman y Kyle en la carreta-jaula. Luego Sparky había llegado para rescatarlos. A partir de allí todo estaba borroso. Tenía fugases recuerdos del escape sobre Sparky, con Kyle cuidando de él todo el tiempo.

Dejó caer su cabeza sobre la almohada. Había tantas preguntas en su ente en esos momentos, ¿dónde estaban? ¿Por qué Wendy los había llevado allí? ¿Qué era un kirin? ¿Quién era él realmente? ¿Cómo volver a casa?

—Veo que has despertado —la voz de una anciana llamó su atención.

Trató de incorporarse, pero la mujer se adelantó y lo empujó con suavidad de vuelta a la cama.

—No, aún estás muy débil.

Kyle se agitó un poco en su silla, y finalmente abrió los ojos. Se levantó de la silla y se acercó a la cama. Stan abrió los ojos y le dedicó una sonrisa débil.

—Me alegra que estés mejor, Stan —dijo el pelirrojo, mientras le devolvía la sonrisa a su amigo.

La anciana también sonrió. Era una sonrisa cálida y amable, como la de una madre o una abuela.

—Parece que ya estas mucho mejor, joven —dijo la anciana—. Estoy segura de que Token se pondrá feliz de que su amigo esté mejor.

La anciana se dio media vuelta y salió de la habitación.

—¿Token? —preguntó Stan confundido.

Kyle soltó una pequeña carcajada de felicidad.

—No vas a creerlo, Stan. Token Black, nuestro antiguo compañero de primaria, está aquí.

Kyle comenzó a contar lo ocurrido:

Dos días atrás, había recorrido el bosque despacio, siempre protegidos por la manada de fenrirs. La noche estaba cerca, y estaban en busca de un Árbol Bendito bajo el cual descansar durante la noche. Debían moverse lento, ya que Stan seguí muy mal. Y las fuerzas de Kyle también se estaban agotando.

Hasta que Sparky captó el aroma de un humano en las cercanías.

Decidieron ocultarse en unos arbustos, a esperar que pasara esa persona, fuese quien fuese. Efectivamente, una figura avanzaba por el bosque, a pocos metros de dónde estaban. Llevaba un hacha y un bulto a su espalda, posiblemente leña. Vestía ropa sencilla, un pantalón negro y una camisa gris. En general recordaba a la ropa que sería más común en la edad media que en la actualidad. Una vez que estuvo más cerca de ellos, Kyle no pudo evitar un suspiro. Era una persona afroamericana a quién el pelirrojo conocía muy bien.

—¡Token! —casi gritó.

Token Black, el único niño negro de South Park, desaparecido sin dejar rastro seis años atrás. Se volvió, extrañado por haber escuchado su nombre en las cercanías.

—¡Token! —repitió Kyle, saliendo de su escondite—. ¿Eres realmente tú?

El chico se tensó, mientras veía a un chico pelirrojo de ropas sucias y raídas correr hacia él.

—¿Quién eres? —preguntó Token, mientras empuñaba su hacha en forma defensiva.

—¡Soy Kyle, Kyle Broflovski, de South Park!

Token pareció dudarlo un momento. Se llevó los puños a los ojos, tallándoselos, como si tratara de despejar una ilusión.

—¿Kyle? —preguntó una vez que el pelirrojo llegó hasta él—. ¿Qué haces aquí? ¿No me digas que quedaste atrapado en la tormenta?

—Algo así —respondió el pelirrojo—. Stan, también está aquí. Sólo que él se encuentra enfermo.

Luego de eso, mientras Kyle le explicaba un poco de lo que había sucedido desde el ataque en South Park, hasta que terminaron en el bosque de Grön, el arresto y el posterior escape.

Token le contó cómo había terminado allí, tras perderse en el bosque una noche. Pasó horas huyendo de los animales salvajes y monstruos que habitaban los campos, hasta que encontró a una pareja de granjeros ancianos con quienes había estado viviendo desde entonces.

Llevaron a Stan a la casa de esos granjeros, dónde había estado yaciendo en cama entre la consciencia y la inconsciencia desde entonces.

—No me lo creo —susurró Stan. Recordaba lo tristes que se habían puesto los Black ante la desaparición de Token. Su fortuna se había acabado rápidamente en intentos desesperados de búsqueda, incluso cuando algunos, como el sargento Yates, se habían rendido tiempo atrás.

La puerta se abrió nuevamente y el joven afroamericano entró en la habitación cargando una bandeja con tres platos de sopa.

—Bienvenido de nuevo a la consciencia, Stan —dijo el chico, mientras dejaba la bandeja sobre una mesilla de noche.

—Wow, Token, ¿realmente eres tú?

—Creo que el sorprendido debería ser yo —rió él.

Entre Token y Kyle cuidaron de que Stan comiera todo el contenido del cuenco. Luego ellos mismos comieron lo suyo. Era una sopa de raíces.

—Me gustaría poder darles un poco más —dijo la anciana volviendo a entrar—, pero en estos días la tierra está prácticamente muerta.

—En el bosque me di cuenta de que hay muchos árboles secos —dijo Kyle.

—El país está muriendo —dijo al anciana—, los monstruos y las bestias salvajes están atacando las aldeas y las ciudades. La tierra de cultivo está seca y estéril. Las tormentas y las inundaciones destruyen lo poco que queda. Y a pesar de esa agua, los cultivos están muertos.

—¡Qué horror! —exclamó Stan, había verdadera desesperación en la voz de la anciana.

—El rey ha perdido la Misión del Cielo, y ahora el cielo está castigando al país por sus acciones.

—¿El Rey? —preguntó Kyle.

Token asintió.

—Creo que debemos hablar sobre cómo funciona el mundo. Al menos lo poco que sé —dijo.
Se levantó y caminó hacia un baúl que había en una de las esquinas de la pieza. Volvió a su lugar con un rollo bajo el brazo. Lo extendió delante de él mostrando un mapa. Eran los Doce Reinos, al centro el monte Trinn, rodeado por los ocho reinos interiores como si fueran los pétalos de una flor, y en cada esquina los cuatro reinos exteriores, islas triangulares.

—Esto es el mundo —dijo Token—. Cada reino tiene un kirin, cada kirin elige a un rey. Mientras el rey este en su trono el reino prosperara; pero, cuando el rey pierde la Misión del Cielo, Dios lo abandona y su reino cae.

Kyle parecía estar a punto de protestar. Eso que decía Token le parecía totalmente absurdo, pero la anciana comenzó a hablar antes que él pudiera decir nada:

—Nuestro rey, cuyo titilo oficial es El Rey Hábil, ascendió al trono tan solo dos años atrás; pero incluso con un gobernante, las cosas no mejoran. Se ha dicho que el rey jamás ocupó el palacio de la Colina, donde debe vivir, sino que ha tomado como su residencia la fortaleza Negra, en la provincia del Este. Esa podría ser una razón por la que la tierra no mejora. Y luego están sus leyes absurdas. Se ha culpado a los Viajeros, aquellos que vienen del Otro Lado, del estado actual del reino. Les persiguen, los apresan y los tratan como nada más que esclavos.

La mirada de Kyle pasó a Token.

—Me he estado ocultando, y en esta zona son pocos los soldados que pasan. La aldea más cercana está demasiado lejos, por lo que nadie se ha dado cuenta. —La mirada de Token se ensombreció—. Aunque, a veces pienso que los pongo demasiado en peligro…

La anciana sonrió cálidamente.

—Mi querido Token, has sido una bendición para nosotros. El cielo jamás nos concedió la alegría de un hijo propio. Y cuando te encontramos vagando desconcertado seis años atrás fue como si finalmente nuestras oraciones fueran atendidas.

—Y yo les estoy muy agradecido.

—Bueno, jóvenes, descansen —dijo la anciana, refiriéndose a Stan y a Kyle—, han sido días muy pesados.

[center]Imagen[/center]

No muy lejos de allí, el grupo de búsqueda del capitán Craig trataba de seguir el rastro de los Viajeros fugitivos. Esta vez el grupo no iba dirigido por el Capitán, sino por Eric Cartman. Montado en su caballo alado, el gordo avanzaba siempre con los soldados tras de él. No vestía una armadura —no había una adecuada para él—, pero si había sido ataviado con ropa adecuada para la misión. Una cómoda camisa color caqui, pantalón a juego y una pequeña espada para su defensa. No era lo mejor, pero al menos tampoco era su ropa raída por las cosas que habían pasado desde su llegada.

Habían pasado los últimos dos días peinando el bosque día y noche, pero hasta ahora no había nada extraño. Sin embargo, Cartman sabía que los encontraría en algún lugar de las cercanías. Stan iba muy enfermo, y el judío no se atrevería a viajar con él en ese estado. Estaban por allí, ocultándose.

La noche ya caía, cuando le llegó la noticia. Una pequeña granja dirigida por dos ancianos en la cercanía. Misteriosamente, custodiada por fenris.

Cartman sonrió maliciosamente, los había encontrado.
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Última edición por alucard70 el 02 Abr 2015 00:45, editado 1 vez en total.
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Re: Los doce reinos [Fanfic de South Park - Adaptación]

Mensaje por alucard70 » 22 Mar 2015 03:46

La sombra de la Luna, el mar de las sombras - Capítulo 5
Oculto:
La mañana llegó y Stan ya se sentía lo suficientemente fuerte como para comenzar el viaje. Durante el desayuno, Kyle contó a la pareja de ancianos y a Token su necesidad de ir hacia el Reino de Utforelse a reunirse con Wendy.

—Les seré sincero —dijo Token—, la posibilidad de llegar a Utforelse en estos momentos para ustedes es nula. La frontera está a casi una semana de viaje de aquí. Eso si toman los caminos oficiales. Si por otro lado, pretenden mantenerse ocultos, lo mejor es ir a campo traviesa. Algo para nada recomendable en el estado que se encuentra ahora al reino.

Kyle se mordió el labio. Cualquier camino que tomaran sería peligroso.

—Existe otra opción —habló el anciano, un hombre bajito de cabellera cana larga, vestía indumentaria de granjero, camisa y pantalón de lana hecho en casa y chaleco verde—. Correrán riesgo de que los descubra el enemigo, pero si quieren llegar lo más pronto posible a Utforelse puede ser su única opción.

Los ojos de los chicos se iluminaron. Entre más pronto llegaran al reino vecino, sin importar los riesgos, más pronto estarían a salvo.

—Deben dirigirse a la ciudad marítima de Ulmar, y allí tomar un barco a Utforelse. El trayecto no les tomara más de tres días.

Decidieron que eso harían. Pasaron toda la mañana reuniendo algunas provisiones y ajustando los preparativos. Stan y Kyle se deshicieron de sus ropas y se vistieron como granjeros locales, a fin de pasar desapercibidos. Igual Kyle ocultó su cabello perfectamente recogido bajo una gorra para no llamar la atención.

Cerca de la hora en que debían partir, Token se encontraba solo en su habitación contemplando algunas de las cosas que había traído con él cuando sin saberlo cruzó la barrera que separaba ambos mundo. Entre esas cosas estaba la cartera que su madre le había regalado y una navaja Suiza.

—Deberías de ir con ellos —la voz de la anciana le llegó desde las cercanías—. Ellos son de amigos de tu mundo, te entenderás mejor con ellos.

—Yo realmente quiero ir —respondió Token—; pero ustedes me necesitan más. Las cosas en el reino van mal y…

—Tonterías —replicó la anciana—. El que estés o no aquí no hace la diferencia. Eres un chico muy bueno, Token, pero lo cierto es que corres peligro en Vidd. Estaremos más tranquilos si sabemos que estas a salvo en Utforelse.

Seguido de eso, la anciana le pasó a Token una bolsa de tela con provisiones para el viaje. El afroamericano derramó algunas lágrimas.

—Gracias —la abrazó.

Recogió sus pertenencias y las agregó a la bolsa. Fue a la parte delantera de la casa, se despidió del anciano de igual manera.

—¿Vienes con nosotros? —preguntó Kyle, mientras sonreía.

—Por supuesto.

Se despidieron de los ancianos, para continuar con su viaje a través del bosque. Ocultos, pero siempre vigilantes, los fenrirs les seguían el paso.

[center]Imagen[/center]

La Reina Wendy estampó el sello real a su carta y rápidamente se la entregó a su ave mensajera. Era una misiva para el Rey Salvaje de Vill, Kenny McCormick. En ella le informaba sobre el kirin, el ataque sufrido en el Otro Lado y lo acontecido desde que regresara a través del reino de Vidd. No se hacía esperanzas de que el Rey quisiera arriesgar su posición interviniendo, pero era en el único de los reyes actuales en que confiaba para meter un poco de presión diplomática sobre Damien. El kirin debía volver a Trinn para escoger un nuevo rey entre su pueblo, sin importar cual fuera el costo.

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Por primera vez en dos años, Pip se encontró solo. Damien se había marchado a ver a su padre, seguramente para informarle que la misión iba bien y pronto tendrían el control de otro reino. Ese era el momento, si quería ir a ver al verdadero rey, debía hacerlo ya.

Suspiró, se ajustó su túnica verde de seda, y luego fue al establo en busca de una bestia de montar. Si todo iba bien, para esa tarde cuando Damien volviera, él ya estaría de regreso también y nadie notaría nada. Nadie, salvo el verdadero rey.

—Espere solo un poco más, majestad —susurró, mientras subía a un tigre alado—, recuperaremos el reino.

[center]Imagen[/center]

No había transcurrido ni una hora de viaje, cuando Stan se detuvo en medio del bosque. Su mirada se volvió hacia atrás, por el camino que habían tomado en dirección a la gran ciudad portuaria. Algo andaba mal. El sutil aroma de la sangre en el viento se lo decía.

—Hay que volver —dijo.

Kyle y Token, quienes también se habían detenido, le dedicaron miradas extrañadas. La expresión de Stan era de verdadero sufrimiento. Algo había pasado, algo terrible. Token sintió que su corazón se encogía. Sus protectores estaban en peligro.

—Carajo —susurró Kyle.

Luego, los tres echaron a correr en aquella dirección.

No se detuvieron ni un solo momento mientras avanzaban entre los árboles y la maleza del bosque. Se podían escuchar las posadas de los fenrirs que también corrían en las cercanías.

Luego de varios minutos, llegaron al claro donde se encontraba la granja de aquellos ancianos. El humo de la casa ardiendo en llamas fue lo que los recibió. Stan se detuvo en seco. Se llevó la mano derecha a la boca, mientras el hedor de la sangre impregnaba todo el lugar.

—Están muertos —susurró.

Token parecía estar a punto de echar a llorar. Su rostro era una congestión de sentimientos, sus piernas temblaban y parecía que fuera a caer al suelo en cualquier momento.

—Hay que irnos —dijo Kyle.

—Amigo —dijo Stan, más preocupado por el estado de Token que por escapar del lugar.

—Los que hicieron esto pueden seguir por aquí. Sé que duele, Token, pero si nos quedamos…

—Entiendo —respondió el afroamericano—. Ellos querían que yo estuviera seguro.

Kyle sonrió con simpatía.

Los tres estaban a punto de comenzar a caminar, cuando se vieron rodeados por soldados montados en caballos alados.

—¡Los encontramos, señor! —gritó uno de los soldados.

Al instante un caballo alado más llegó al lugar desde el cielo. Sobre él iba montado Cartman.

—¡Qué carajo haces, culo gordo! —gritó Kyle furioso al ver como el gordo se había aliado con el enemigo.

—Oh, Kahl, tú y el hippie son tan predecibles. Sabía que si prendía fuego y mataba a esos viejos ustedes volverían.

Token apretó los puños y avanzó hacia Cartman.

—¡Tú, maldito cabrón! —gritó realmente furioso.

Cartman se le quedó viendo de manera analítica por un momento, luego sonrió con malicia.

—Token —dijo, como si estuviera saboreando un dulce—. Vaya, el negro, el hippie y el judío. Que trío tan patético de basura.

—¡Eres un…!

No pudo terminar la frase. Un golpe certero con una espada envainada lo arrojó al suelo. Kyle y Stan hicieron amago de adelantarse, pero las lanzas y espadas de los soldados se los impidieron.

—¡Sparky! —gritó Stan, al instante el enorme lobo apareció frente a él, como si se hubiera materializado del aire. Kyle recordó como Wendy era capaz de invocar a los monstruos, Stan había hecho eso mismo.

Junto con Sparky, los demás fenrirs que habían permanecido vigilantes entre el bosque todo el tiempo, también acudieron en su ayuda.

—No servirá de nada —dijo Cartman. Sacó una pequeña daga y se cortó su propia mano.

—¡No! —alcanzó a gritar Kyle, intuyendo lo que planeaba.

Fue demasiado tarde, las gotas de sangre volaron por el viento, en cuanto Cartman agitó la mano como un niño tratando de mojar a alguien más mientras nadaba. La sangre cayó en el rostro de Stan. Su piel se puso pálida, la fiebre volvió a atacarlo y se desplomó en el suelo.

—Sparky —susurró Stan, mientras lentamente caía en la inconsciencia—, sacalos de aquí, por favor.

—Stan —susurró Kyle, mientras corría en dirección al chico que ahora estaba tendido en el suelo boca abajo temblando debido a la sangre.

Token también trató de correr hacia su amigo caído.

Sparky se adelantó. Con sus patas delanteras golpeó los cuellos de los dos chicos con la fuerza suficiente para dejarlos inconscientes. Dos fenrirs se ocuparon de colocar a los dos chicos sobre sus lomos y echaron a correr. Sparky dio una última mirada a su amo y luego hizo lo mismo.

Un familiar obedece al kirin en todo momento, sin importar que deba abandonarlo para salvar a aquellos que el kirin desea proteger.

—¡Vayan tras ellos! —ordenó Cartman a algunos de los soldados. Mientras, él cuatro guardias restantes ataron a Stan. Cartman lo subió a su caballo alado y luego despegó para dirigirse al castillo de Damien.

A final de cuentas el hippie le serviría de algo. Gracias a él se convertiría en rey.

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El campo se llenó de conmoción cuando los soldados vieron llegar al kirin sin la compañía del rey. De inmediato los soldados se postraron ante Pip, Ministro del Cielo del reino.

—Su excelencia —saludó Craig al frente de todos sus soldados—, nos honra con su visita. ¿Díganos en que podemos servirle?

Pip suspiró. Ese era el momento, no tendría otra oportunidad.

—En realidad, he venido a ver al teniente Clyde Donovan.

El mencionado, a la derecha de Craig, de pronto sintió algo de miedo. Aunque los kirin eran criaturas bondadosas y justas por naturaleza, eso no quitaba el hecho de que se trataba del Ministro del Cielo del reino y el Gran Consejero del rey.

—Por favor, póngase de pie —pidió Pip, con voz tranquilizadora.

Clyde obedeció y dio un paso al frente, quedando frente al kirin. Los demás, aún de rodillas, contemplaban la escena extrañados.

—Damien es un rey falso —declaró el kirin, haciendo que todos lo miraran con horror—. Tengo que pedir disculpas por eso al pueblo, sufrieron por qué yo… —suspiró—. Ahora debo comenzar a hacer lo correcto.

Pip se arrodilló ante Clyde, sus manos quedaron frente a él, y su frente sobre el pie derecho del castaño.

—Por la Voluntad del Cielo —declaró Pip—, juro que nunca abandonaré a su alteza, siempre obedeceré sus órdenes y seré el fiel sirviente de su majestad.

Clyde estaba boquiabierto. No sabía que responder. Su mirada vagó hasta el capitán Craig. Su amigo asintió, diciendo sin palabras que debía aceptar su destino.

—Lo permito —dijo finalmente.

Pip concluyó el juramento:

—Qué así sea. Mientras usted sea responsable de su pueblo, yo lo seré por el reino.

Los soldados a su alrededor bajaron sus cabezas hasta el suelo, en señal de respeto al verdadero Rey Hábil de Vidd. Su verdadero rey, Clyde Donovan.

Un par de minutos después, el nuevo rey con su kirin y el capitán Craig se encontraban en la oficina del último discutiendo que había que hacer. El Capitán quería comenzar de inmediato una rebelión para reconquistar al país y detener al rey falso. Clyde estaba de acuerdo con eso; pero Pip parecía renuente.

—Sí Damien se entera hará algo más horrible de lo que ha hecho hasta este momento —dijo.

—Le temes mucho —dijo Clayde.

—Damien no es humano —respondió Pip—. Es un demonio cuyo único objetivo es asegurar la condena del alma de todas las personas. Él planea derrocar uno a uno a todos los reyes, para llevar a este mundo al caos y finalmente tomar el control.

—¡Pero, el cielo lo detendrá! El Dios del Cielo no dejara que…

—Puede ser —interrumpió Craig—, pero no podemos simplemente esperar a que el Cielo actué. Sí podemos salvar al reino, entonces debemos hacerlo.

Pip, mientras miraba hacia el campo por una de las ventanas, pensaba en lo que deberían hacer.

—Su majestad, debe prepararse para recuperar el reino —dijo—, pero yo debo volver. El kirin de Lykke, Stan Marsh, ha sido capturado. Lykke sufrirá el mismo destino que Vidd, así que me arriesgare ante Damien una vez más para poder rescatarlo.

—No puedo permitir que se marche, Ministro del Cielo —declaró Craig, mientras desenvainaba su espada—, sin importar que el cielo me castigue por esto.

Clyde miró a su amigo con horror.

—¡Craig!

—Lo siento, su majestad, pero si algo le pasa al kirin usted morirá y el reino quedara en peor estado.

—Damien no lo hará —dijo Pip—, no me matara. Me necesita. Si yo muero, el Fruto del próximo kirin crecerá en el Monte Trinn y él se verá forzado a abandonar el reino. Volveré allí, y soportare todo para dar tiempo a su majestad de hacer lo que debe.

Clyde se mordió el labio.

—Haz lo que debes… Pip, y yo haré lo que me corresponde.

Pip le agradeció al rey su confianza y luego se marchó de regreso al castillo.

—¿Cree que fue correcto, su majestad? —preguntó Craig.

—No lo sé, pero confió en que estará bien. —Se dirigió hacia la puerta—, hay que prepararnos para la batalla.

—Por supuesto, su alteza.

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Cuando Kyle despertó estaban en una cueva. El chico se levantó sobándose la cabeza. Su mirada vagó a su alrededor en busca de sus amigos. Encontró a Token cocinando algo en una fogata y a Sparky haciendo guardia frente a la entrada de la cueva.

—¿Stan? —preguntó Kyle.

Token negó con la cabeza.

Kyle recordó el asalto sufrido en manos de Cartman. El gordo se había aliado con el enemigo —algo predecible, si se tomaba en cuenta que era Cartman— y de alguna manera se había enterado que aquellos ancianos los habían ayudado el día anterior. Luego, para atraerlos a una trampa, los había asesinado y quemado su granja. Y ellos habían caído, dando como resultado la captura de Stan.

—Debemos hablar —dijo Token, mientras servía un platón con sopa de raíces.

—Lo que debemos hacer es rescatar a Stan —recriminó el pelirrojo.

Token suspiró.

—Kyle, tú y Stan no son viajeros comunes —dijo el afroamericano—. Veras, igual que las personas del Otro Lado podemos terminar aquí, hay veces en que los habitantes de este mundo acaban en el nuestro.

Kyle escuchaba todo esto con atención, y finalmente comenzó a comer.

—Están cambiando. Su aspecto físico comienza a cambiar. Tú y Stan debieron nacer en este mundo, pero algo pasó y nacieron del otro lado.

—Eso es ridículo —susurró el pelirrojo.

—Es una realidad. Kyle, escúchame, te conozco desde que éramos niños, igual a Stan y al culón, por eso sé que seguramente eres al que más le costara comprender este mundo. Pero ahora mismo lo que más me preocupa es Stan. Él no es humano, ¿o me equivoco?

Kyle alzó la mirada. Durante un rato el crepitar de la fogata era lo único que se escuchaba en el lugar.

—No te conté todo. La chica que con trajo a este mundo, Wendy, dijo que Stan era un kirin.

Token terminó su sopa y dejó el cuenco a un lado.

—¿Por eso tratan de llegar a Utforelse?

—Sí. Wendy dijo que ella era la reina, y que debíamos cruzar la frontera sur para poder llevar a Stan al Monte Trinn. Yo tenía la esperanza de que si vamos allá podríamos volver a casa.

—Tal vez, pero Stan tendría que quedarse.

Kyle apretó los puños.

—¿Por qué? Todos teníamos vidas tranquilas…

—Por qué es un kirin. Lo dije, él no es humano. Su deber es escoger un rey, y luego servirlo por siempre.

—¡Sigue siendo mi súper mejor amigo!

—Lo sé. Pero hay cosas que simple y sencillamente no podemos cambiar. No podemos ir contra los designios divinos, y Stan es una criatura enviada por el cielo para servir a un rey.

Kyle dejó el cuenco a un lado.

—Aun así —continuó Token—, debemos ir a Utforelse. Usualmente un rey no trataría así a un kirin, por más que fuera el de un reino vecino, sino que lo enviaría al Monte Trinn. Algo está pasando, y debemos pedir la ayuda de su majestad la reina de Utforelse.

Token se puso de pie y fue a buscar algunas mantas en la bolsa de tela.

—Descansaremos aquí esta noche, y mañana iremos a la ciudad a tomar un barco a Utforelse.

Kyle asintió. Ellos solos nunca podrían ayudar a Stan, pero con la ayuda de Wendy tal vez.

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Pip volvió al castillo justo a tiempo.

Una hora después de su arribo, Damien emergió de un portal de llamas. Y tan solo tres horas después, durante la noche, los caballos alados de Cartman llegaron al castillo con el kirin cautivo.

Pip estaba en la sala del trono, de pie a la derecha de Damien, cuando el gordo entró por las grandes puertas de plata, seguido por los cuatro soldados que traían a Stan como si se tratara de un animal, atado de manos y pies.

—Muy bien —dijo Damien complacido, mientras se levantaba del trono—. Ustedes, largo —ordenó a los soldados.

Las puertas se cerraron y sólo los dos kirin y los dos hijos de Satán quedaron en el salón.

Damien se agachó cerca de Stan y. tomándolo por la melena, alzó su cabeza para verlo directo a los ojos.

—Un kirin negro —dijo—. Sabes, Marsh, dicen que le traerás buena suerte a tu reino. —Soltó una leve carcajada—. Más bien todo lo contrario, en cuanto este gordo de mierda ocupe el trono.

—¡Maldición, no soy gordo…!

—Sí, sí, no tengo tiempo para tus tonterías.

Damien soltó la cabeza de Stan y regresó a su trono.

—Bien, Pip, desata a tu hermano y desnudalo.

El kirin rubio se adelantó para hacer lo que Damien le pedía.

—¿Desnudarlo? —preguntó Cartman con burla—. ¿No iras a violarlo? Ja, seguro eres tan marica como tu padre.

—Silencio, gordo —respondió Damien molesto—. Y es tu padre también.

Cartman lo fulminó con la mirada.

Stan yacía en el suelo desnudo y tembloroso.

—Muéstrame tu verdadera forma, kirin de Lykke —dijo Damien.

Stan desapareció. En su lugar ahora había un unicornio. Su pelaje era de un color negro brillante y su melena oscura como la misma noche. En su frente había un cuerno con una ramificación en su punta.

—Pip, sellá su cuerno —ordenó el Anticristo.

Pip mismo se desnudó y tomó su forma de kirin. Un unicornio blanco de melena rubia.

Los cuernos de ambos kirin se tocaron y de inmediato una serie de runas quedaron grabadas en el cuerno de Stan. Un conocedor leería en ellas:

“Negado todo poder del Cielo sobre esta criatura”.

—Perfecto —dijo Damien.

—¿Para qué hiciste eso, emo?

Damien le dedicó una mirada molesta a su hermano antes de responder.

—Es necesario. De esa manera no podrá hablar o llamar a sus familiares. Podrás controlarlo más fácil así.

—Supongo que el franchute también está sellado.

—No es necesario. Pip no puede hacer nada contra mí. Carece de familiares y es realmente un kirin débil y patético.

Pip agachó la cabeza.

—Mañana anunciaremos que el kirin ha regresado y tú ascenderás al trono.

Cartman sonrió satisfecho. Pronto ya no necesitaría de Damien.

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Kyle y Token trataron de mantenerse lo más alejados posible de los soldados. La ciudad costera Ulmar lucía en un estado lamentable. En sus muelles, cientos de barcos con refugiados de otros reinos —en especial de Lykke— y personas que abandonaban el reino zarpaban o atracaban cada pocos minutos.

—Debemos encontrar un barco que nos lleve a Utforelse —dijo Token, mientras se hallaban ocultos en un callejón cercano a los muelles.

Tratando de no actuar sospechosos, avanzaron por las calles concurridas del mercado hacia el muelle.

Token se detuvo a pedir algunas indicaciones. Los barcos a Utforelse zarpaban de los muelles dos a diez, justo a los que iban a Vill.

Se dirigieron allí. Estaban por llegar cuando alguien un soldado les ordenó detenerse. Entonces comenzó una persecución. Kyle no supo cómo, peros se las arreglaron para subir a un barco que justo estaba zarpando. Nadie se dio cuenta de que se ocultaron en la bodega.

Luego de una hora, y ya en altamar, ambos salieron de su escondite.

—Son artistas —dijo Token, mientras veía a quienes iban en el barco—. Es bueno para nosotros. Los artistas no tienen nación alguna, sino que viajan entre todos los reinos representando toda clase de entretenimientos y obras de teatro.

—Espero que no nos echen por ser polizones —suspiró Kyle.

—Lo dudo, hay formas de pasar inadvertidos. Además, este tipo de barcos suelen tener un conjuro que les permite llegar más rápido a su destino. Aunque, es posible que no se dirija a Utforelse. Creo que este barco salió del muelle quince, es decir, va hacia Vill.

—¿Vill?

—Es un próspero reino. Su rey ha gobernado durante quinientos años.

—¡Quinientos años!

—No es extraño, los reyes son inmortales.

Kyle se agarró el cabello desesperado. A cada momento ese mundo parecía cada vez más extraño.

—Kyle, hay algo más que tengo que decirte.

—¿Algo más?

—Bueno, Stan es un kirin. Los kirin son bestias divinas, que como ya dije eligen a los reyes. Su naturaleza dice que no pueden inclinarse ante nadie que no sea su amo.

—¿Qué con eso?

—¿Recuerdas cuando jugábamos a la Vara de la Verdad?

Kyle le dedicó una mirada sorprendida, pero aun así asintió.

—Tú jugabas como el rey de los elfos, y Stan era tu fiel general —Token esperó a que Kyle asintiera nuevamente—. Stan se arrodillaba ante ti.

—Pero, eso era un juego, no…

—Juego o no, el kirin solo se arrodilla ante su amo. Y tú eres un Nativo. Es posible que tú seas el rey de Lykke.

Luego de eso, ambos volvieron a entrar a la bodega.

Kyle no supo que decir ante eso. Lo único que quería era encontrar a su súper mejor amigo y volver a casa. Todo lo demás no le importaba. Pero a cada momento parecía que ese mundo lo envolvía instándolo a quedarse.

Esperaba, realmente esperaba, que lo que Token decía fuera falso.
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Última edición por alucard70 el 02 Abr 2015 00:45, editado 1 vez en total.
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Re: Los doce reinos [Fanfic de South Park - Adaptación]

Mensaje por alucard70 » 02 Abr 2015 00:42

La sombra de la Luna, el mar de las sombras - Capítulo 6
Oculto:
En el pasado había cuatro reinos, regidos por cuatro emperadores. Los nobles eran ricos y corruptos; mantenían al pueblo ignorante y pobre. Torturaban, mataban de hambre y trataban a los habitantes como menos que animales de carga. Ante tal cantidad de pecados, el Dios del Cielo Tentei decidió intervenir.

El Dios del Cielo destruyó el mundo y creó trece nuevos reinos que serían gobernados según sus leyes.

En el Centro del Mundo colocó al Monte Trinn, y nombró a la Madre Victoria como su guardiana y soberana. De esta manera, se convirtió en la Sumo-Sacerdotisa del Cielo y como tal se volvió inmortal. La Madre Victoria obtuvo consentimiento para contratar a otras mujeres, las cuales también se volvieron inmortales y fueron llamadas Sacerdotisas.

En cada uno de los doce reinos restantes se colocó una rama con una serpiente. La serpiente levantó la cabeza y sostuvo el cielo. Luego la rama dio tres frutos: uno de ellos se convirtió en la tierra, otro de ellos en el país y el último se transformó en el trono. Finalmente, la rama se convirtió en una pluma blanca.

Las serpiente generó las leyes celestiales, por las cuales todo ser se regiría ante la mirada atenta del Dios del Cielo. La tierra es cultivada por el país, es decir, los habitantes del reino. El trono representa el camino del rey, el kirin. La pluma entonces se usó para registrar la historia de cada reino.

Según se dice, así es como se inició el mundo.


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Cuando Kyle escuchó por primera vez esa historia de una anciana actriz, una vez que hubieron tocado tierra en el puerto de Gront, no sabía si lo que escuchaba era simplemente una leyenda mitológica o una realidad. Aunque, como judío, había aprendido que su mundo había sido creado en solo siete días por Yahveh, por lo tanto ese tipo de historias “creacionistas” no eran desconocidas para él. Sin embargo, ese mundo era tan extraño, siempre tratando de hacerlo dudar de la lógica que por tanto tiempo había constituido el pilar para no sucumbir ante la locura que comúnmente era South Park, su pueblo natal.

Token y Kyle caminaron por las calles en busca de la oficina de registro. Según les había dicho un agente de aduana a la salida del puerto, todo Viajero debía registrarse.

Vill era muy distinto a Vidd en todo sentido. Las calles estaban limpias, las personas vestían ropa de buena calidad, no había indigentes cayéndose en cada esquina o callejón, e incluso los refugiados de los reinos vecinos recibían comida caliente y tenían buenos lechos en los cuales descansar durante la noche.

Vill era rico y próspero. Y, quizá lo más importante, no discriminaba a los Viajeros del Otro Lado.

Llegaron a la oficina de registro. Era un edificio de forma cuadrada ubicado sobre la calle principal. En dicho lugar no solo se registraban quienes venían del Otro Lado, sino también los refugiados de otros reinos. El registro no daba la ciudadanía, sino un permiso para poder trabajar y comerciar en el reino. Tras un año de trabajo y con los impuestos en orden, una persona podía optar por obtener la ciudadanía, lo cual a su vez le daba derecho a recibir una casa en la ciudad o una parcela de tierra en el campo.
Kyle no pudo evitar notar que eso era por mucho más justo que el trato que su país daba a los inmigrantes.

—La mayoría de los refugiados no piden la ciudadanía —explicó la funcionaria que se ocupó de hacer su registro, cuando Kyle le cuestionó—. Muchos solo han venido para escapar del hambre y los monstruos mientras esperan a que un nuevo rey llegue al trono de su reino para volver a casa.

Una vez terminado el registro, la funcionaria les recomendó buscar refugio en una pequeña posada ubicada en la parte baja de la ciudad, cerca de los muelles. Dicha posada era administrada por un Viajero, quien usualmente daba precios razonables a otros en su situación.

Caminaron por las calles tratando de seguir las indicaciones de la funcionaria. Las ciudades de este mundo parecían estar atadas en el siglo XVIII. Las amplias avenidas eran transitadas por carruajes y personas a caballo, o cosas parecidas, puesto que había algunos que eran azules, había otros que tenían alas, y demás cosas que resultarían más comunes en un videojuego o película de fantasía que en la realidad. Al ver a las personas usando ropa de lana que obviamente había sido fabricada a mano, Kyle no podía evitar pensar que era como si de pronto hubiera viajado doscientos o trescientos años hacia el pasado.

Llegaron al edificio mencionado. Era de madera y a Kyle le pareció que se parecía a una de las viejas casonas inglesas que Dickens describía en sus novelas.

Entraron a un pequeño recibidor con varias sillas contra la pared, y un mostrador, tras el cual se encontraba dormitando un hombre negro con algo de sobre peso.

Kyle y Token no tardaron mucho en reconocerlo. La barba negra, el delantal de cocina, era imposible que fuera otra persona:

—¿Chef? —preguntó Token.

El hombre despertó con un sobresalto y miró a los dos chicos frente a él. Por un momento se talló los ojos, como tratando de disipar una ilusión.

—¿Los conozco? —preguntó el hombre.

—¿No nos recuerdas? Soy Token, de la escuela primaria de South Park, y él es Kyle.

—¿Token? —salió de detrás del mostrador y caminó hacia ellos—. Sí, has crecido mucho. Y Kyle, como has cambiado.

—Es este maldito mundo —respondió Kyle—, pero me alegra verte. Aunque pensamos que habías muerto.
Chef sonrió.

—Sí, bueno, estaba precipitándome hacia el abismo, cuando de pronto algo pasó y cuando desperté estaba en medio de una arboleda a las afueras de Gront.

Kyle frunció el ceño con sospecha. Había algo extraño en todo el asunto. Demasiadas personas de South Park que desaparecían y de pronto terminaban allí. Tenía la extraña sensación de que ese mundo de alguna manera estaba absorbiendo a las personas del pueblo. Desterró esa idea de su mente. Era ridículo.

Chef les asignó habitaciones de inmediato, luego fue a preparar algo de comida para ellos. Insistió, ya que seguro debían de tener hambre tras ese viaje.

Mientras esperaban en el comedor —donde no solo se servía comida a los huéspedes, sino a todo aquel que pagara por un plato—, Token comenzó a escribir una carta para el Ministro del Cielo del Reino de Vill, en la cual exponía la situación en la que se encontraban y solicitaba su ayuda.

—¿Crees que alguien tan importante responda? —preguntó Kyle, inseguro sobre si eso serviría de algo.

—Bueno, dada la naturaleza compasiva y justa de los Ministros del Cielo, seguramente tienen muchas cartas de todo el reino. Solo nos resta rezar al Dios del Cielo y esperar que nuestra carta sea notada. Además de seguir insistiendo el tiempo necesario.

—No creo que Stan tenga tanto tiempo —replicó Kyle frunciendo el entrecejo.

Token le palmeó la espalda.

—Lo sé, amigo, pero es lo único que podemos hacer. Además, no es fácil contactar con personas de tan alto rango en el gobierno.
Chef volvió justo cuando Token sellaba la carta. Sirvió tres platos de guiso de una carne que Kyle no reconocía. Tenía un color azulado muy extraño.

—Es carne de bisonte de montaña —aclaró Chef—, aunque no sé si es kosher.

—No importa, Chef —le tranquilizó Kyle—. Los últimos días no me he preocupado tanto sobre si lo que como es kosher o no.

—Es un mundo difícil —suspiró Chef—. Implacable con los que no pertenecemos a él. Tuve la suerte de caer en Vill. Dicen que otros reinos no son tan amables.

La mirada de Kyle se apagó mientras escuchaba hablar al Chef.

—No venía solo —dijo—, el culón y Stan llegaron conmigo. Caímos en Vidd.

La mirada de Chef se volvió en una de completa tristeza y dolor al escuchar eso.

—Debe haber sido terrible. He oído sobre lo que pasa allí.

—Es peor que los rumores —aclaró Token—. De no ser por… una pareja de ancianos granjeros, yo no habría sobrevivido los últimos dos años.

—Cartman nos traicionó —dijo Kyle con voz apagada—. Se unió a ellos. No sé cómo lo aceptaron, pero creo que vendió a Stan a cambio de su libertad. Ese maldito gordo se llevó a Stan y no sé qué han hecho con él.

—Stan es un kirin —aclaró Token.

—¿Un kirin? —el tono de Chef era entre sorprendido e incrédulo.

Chef escuchó el relato de Kyle. Al final el pelirrojo no se había contenido y había estallado en lágrimas. Era un llanto desconsolado. Lloraba por la familia perdida, por las penas pasadas desde que llegara a ese mundo y por la pérdida de su súper mejor amigo. Al final, entre Chef y Token lo llevaron a su habitación para que descansara. No podían hacer nada más por él.

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Un nuevo rey, eso decía el rumor. Lykke había recuperado su kirin y en una semana más se coronaría al nuevo rey. Los habitantes de Lykke comenzaron a festejar. Un nuevo rey significaba el fin de los infortunios del reino.

Pero, mientras el pueblo no parecía darse cuenta, y los altos funcionarios de Lykke hacían oídos sordos ante las promesas de riqueza y poder por parte del futuro rey Cartman, en los otros reinos los reyes y reinas sabían que eso era absurdo.

Cada corte tenía un método infalible para saber cuándo un nuevo rey había sido encontrado por un kirin, cuando era coronado y cuando moría. Era una señal divina imposible de falsificar. Y al igual que dos años atrás con el nuevo rey de Vidd, esta no se había presentado. Pero la esperanza renació cuando por en los once reinos restantes el Ave Sagrada agitó sus alas y con voz sonora y angelical anunció:

—En el Reino de Vidd el Ave del Rey ha cantado por primera vez. El kirin ha jurado ante el Rey Legítimo.

El Ave del Rey solamente cantaba tres veces en su vida. La primera para anunciar que el kirin había encontrado al rey, la segunda para informar que el rey había sido coronado y la tercera para anunciar que el rey había muerto. Seguido a eso, el ave moría y un nuevo fruto comenzaba a Crecer en el Árbol Real, este maduraba al mismo tiempo que el nuevo kirin cuando el reino perdía tanto al rey como al kirin; en caso contrario nacía al cabo de dos meses.

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Los días pasaban y no parecía que hubiera respuesta alguna por parte del Ministro del Cielo. Token y Chef insistían en que debían ser pacientes, pero el tiempo se acababa. En tres días más el culón sería coronado usando a un cautivo Stan como símbolo de poder. La noticia se había expandido por todas partes, sobre todo por que Lykke era el vecino del sur del reino de Vill, lo cual a su vez ponía en mal estado a Kyle. Escuchar hablar de lo que el gordo hacía a costa de su amigo sin poder hacer nada.

En ese tiempo habían estado ayudando al Chef a mantener la posada.

Una tarde, mientras volvía con Token del mercado tras comprar algunos ingredientes para la cocina del Chef, pasaron frente a lo que parecía ser un templo. Dentro se escuchaba como unas personas elevaban una plegaria para pedir un hijo al Dios del Cielo.

—Es cierto, nunca has visto un Árbol Sagrado —dijo Token.

—¿Árbol Sagrado? —preguntó—. ¿No es de dónde nacen los animales del bosque?

—Algo así —respondió—. Ven, te lo mostrare.

Entraron al templo. Era una construcción cuadrada, con altos techos sostenidos por columnas de piedra. Al centro había un espacio abierto al aire libre con un jardín. Allí había un árbol similar al que había visto en el bosque. Algunas de sus ramas tenían atados vistosos listones, y en otras crecían Frutos de diversos tamaños, los cuales igualmente tenían atados listones del pequeño tallo que las sostenía al árbol.

Había varias personas rezando a su alrededor.

—Ese es un Árbol Sagrado —explicó Token—, cuando una pareja quiere un hijo borda un listón y luego lo ata a una rama. Seguido a eso tratan de venir todos los días a rezar frente a la rama para pedir un hijo. Cuando el Cielo los escucha la rama da un fruto. Luego de diez meses, el fruto madura y se cae. Entonces la pareja lleva el fruto a casa en donde, tras una noche, nace un bebé.

Kyle casi deja caer la bolsa con los víveres. ¿Bebés naciendo de árboles?

—Los Árboles Benditos están en el bosque, de ellos nacen los animales y los monstruos; los Árboles Sagrados están en la aldeas y ciudades, de ellos nacen los humanos; se dice que en el Monte Trinn se encuentra el Árbol Glorioso, de donde nacen los kirin; también hay un Árbol Real en los palacios, al cual sólo la familia real le puede pedir hijos.

—Aprendiste mucho sobre este mundo —dijo Kyle. Frente a ellos una pareja rezaba bajo una rama con un listón rojo.

—Bueno, antes de que el rey comenzara a aplicar sus leyes en Vidd, iba a la aldea una vez a la semana a aprender esas cosas de un anciano. Es raro que un niño sobreviva al viaje hasta aquí. Tuve suerte. —Kyle no sabía si estar allí era o no suerte—. Y dado que no podía volver, lo mejor para mí era comprender este mundo.

—Sí soy un Nativo, quiere decir que una familia rezó por mi nacimiento.

—Sí. Deben haberse sentido muy tristes cuando una Tormenta Mágica Natural atrapó tu fruto y lo envió al Otro Lado.

—Pero, ¿cómo puede ser? Hay fotos de mamá embarazada, incluso un vídeo de mi parto.

Kyle cerró los ojos, una solitaria lágrima amenazaba con salir de su ojo derecho.

—Cuando un Fruto es arrancado del Árbol y enviado al otro lado cae en el vientre de una mujer y nace con aspecto humano. El bebé adopta ciertas características de la familia sustituta. Si en algún momento esa persona vuelve a los Doce Reinos recupera el aspecto que el Cielo decidió que tendría. Es por eso que tú y Stan están cambiando.

Kyle fue a sentarse en una banca cercana. Su mirada triste estaba fija en el Árbol Sagrado que ahora estaba solo. Todas las parejas se habían retirado y los frutos dorados ahora se mecían suavemente con el viento.

—¿Qué soy entonces? —preguntó Kyle—. No soy un Broflovski, no soy un judío… joder, ni siquiera sé si soy humano. Es como si todo lo que he vivido hasta ahora fuera una gran mentira.

Token se sentó a su lado y puso su mano en su hombro.

—Eres Kyle, el chico más inteligente de South Park. No debes dejar que esta verdad destruya eso.

Kyle sonrió levemente. Sí, ahora no importaba eso, importaba que Stan estaba en peligro y necesitaba que su súper mejor amigo fuera a rescatarlo.

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Butters se dirigió corriendo al jardín privado de Kenny en la parte trasera de su casa de Gront. El rey alzó la mirada de su contemplación de los peces de su estanque en cuanto lo vio llegar agitado y con la ropa algo desaliñada.

—¿Qué pasa? ¿Te persigue un monstruo o algo así?

Butters jadeó un momento, mientras se llevaba la mano al interior de su camisa y sacaba un fajo de cartas.

—¡Es terrible, su alteza! —dijo—. Todo es peor de lo que pensábamos.

El ceño de Kenny se frunció y le arrebató las cartas a su kirin. La primera, un sobre de pergamino amarillo, tenía el inconfundible sello real de la Reina de Utforelse.

—Ah, la bella Wendy —dijo el rey con voz de enamorado—, seguro me declara su amor y me pide pasar una noche ardiente en una casa privada en la playa.

—¡Majestad, no es momento para eso!

—Ya, ya —dijo Kenny con toda tranquilidad ante el exabrupto del kirin. Abrió el sobre y sacó la misiva para leer—. Un kirin cautivo y un rey falso. Wendy acaba de confirmar todas mis sospechas en unas cuantas líneas.

—Pero eso es poco. Mire el resto de las cartas.

Kenny procedió a abrir la siguiente carta. Contenía un sello normal de la oficina de correo pública de Vill, su reino. Estaba dirigida al Ministro del Cielo del reino, o sea Butters.

—Los amigos del kirin cautivo quieren ayuda para rescatarlo —Kenny suspiró—. Nos piden un imposible.

—¿Majestad?

—Sé que estás preocupado por el kirin de Lykke, pero no podemos intervenir sin la petición del Rey Legítimo de Lykke.

El kirin bajó la mirada.

—Veinte años sin rey —dijo—, el reino en ruinas y la gente sufriendo.

—No hay nada que podamos hacer.

—Lo sé.

El rey se puso de pie y comenzó a caminar hacia la puerta. Butters lo siguió.

—Bueno, al menos podríamos confortarlos un poco —dijo—. Además, se hospedan en la posada del Chef. Me encanta su comida cocinada al estilo del Otro Lado.

—Majestad, jamás cambiara.

Kenny se carcajeó levemente.

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La reina salió de la conferencia matutina con los ministros del reino con algo de dolor de cabeza. Se habían discutido los temas pendientes desde que abandonara el reino para ir en su búsqueda del kirin. Los ministros, en especial su Primer Ministro, se dedicaron a recriminarle por su ausencia en la corte.

Cuando finalmente pudo relajarse durante el almuerzo en su comedor personal, Wendy se sintió aliviada de no tener que soportar más tiempo a su corte.

—Su majestad, debe entender que sin usted el Reino se paraliza —dijo Bebe, intuyendo lo que la reina pensaba.

—Lo sé, pero luego de cien años pensé que había ganado la suficiente confianza de la corte como para que mis decisiones no fueran cuestionadas de esa manera.

—Los Ministros únicamente quieren lo mejor para el reino.

El almuerzo estaba a punto de terminar, cuando uno de los empleados del palacio solicitó permiso para entrar al comedor privado de la reina. Entregó una carta al Ministro del Cielo del reino y luego se retiró.

—Es una carta diplomática de Vidd —aclaró el kirin y procedió a abrirla.

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Kyle y Token ayudaron a Chef a servir los platos mientras él estaba en la cocina. Actualmente había poca gente hospedada en la posada, cinco personas además de ellos dos, pero tuvieron que ser puesto dos espacios adicionales en la mesa dada la visita de dos jóvenes rubios.

—La mejor comida del reino —dijo uno de ellos—. No te parece, Butters.

—Si usted lo dice.

Luego de terminar de servir la comida, los dos chicos decidieron salir a caminar un rato. Dado que no habían recibido respuesta a su carta para el Ministro del Cielo, decidieron intentar nuevamente.

Sin embargo, nada más salir de la posada se vieron asediados por un grupo de aves monstruosas de plumas negras similares a cuervos. Kyle supo de inmediato que eran similares a los monstruos que los habían atacado cuando ingresaron a ese mundo montados en el grifo.

Intentaron correr, pero esas criaturas parecían estar por todas partes.

Una de ellas estaba por atacar a Token, pero fue salvado por la oportuna aparición de Sparky, quien saltó sobre el pájaro tomándolo por el cuello y destrozando su garganta entre sus fauces.

—Que escándalo —se escuchó una voz y seguido de eso uno de los rubios, vestido con una lujosa levita de color naranja, salió de la posada—. Vaya, monstruos, se supone que no atacan las ciudades del reino.

Desenvainó su espada y se unió a la batalla.

Los dos chicos vieron boquiabiertos como sin ningún problema atacaba a los pájaros con veloces estocadas y giros de espada. En menos de dos minutos las aves habían caído muertas ante el atacante.

Sparky se colocó frente a Kyle y Token en actitud defensiva.

Mientras, el chico limpió su espada con un pañuelo y procedió a envainarla. Luego se volvió hacia ellos y sonrió con cierta suficiencia, aunque en un gesto simpático.

—Y yo que quería tener un almuerzo tranquilo —dijo—. Un interesante fenrir el que tienen allí. Les será de mucha ayuda, ya que al parecer alguien importante los quiere muertos.

—¿Alguien nos quiere muertos? —preguntó Kyle.

—Sí, eso mismo. Los cuervos gigantes no se atreverían a atacar en una ciudad de mi reino si alguien más no los estuviera controlando.

La mirada de Token pasó del miedo a la sorpresa total, luego, se postró ante él. Las otras personas que habían salido a ver qué ocurría hicieron lo mismo.

—¿Su reino? —preguntó Kyle completamente desconcertado. Token le susurró que se postrara ante el rey por respeto; pero Kyle estaba tan estupefacto por esa información que simplemente no podía moverse.

—Cierto, no me he presentado. Bueno, nunca es tarde. Soy Kenneth McCormick. También conocido como el Rey Salvaje. En otras palabras, soy el rey de Vill.

—¿El rey de Vill?

—Vamos, pelirrojo, cierra la boca que entraran moscas —dijo el rubio rey sonriendo—. No es algo tan extraño. Además, vine porqué ustedes enviaron una carta a mi Ministro del Cielo, ¿o me equivoco?

El rey se llevó las manos al mentón con actitud pensativa.

—A menos que me equivocara y ustedes no sean los amigos del kirin de Lykke.

—Fuimos nosotros, su majestad —aclaró Token—. Nos honra que haya decidido responder personalmente.

Kenny se acercó a ellos.

—Vamos, este no es lugar para hablar. ¿Qué les parece si los invitó a mi palacio?

Token sintió que estaba soñando. ¿Desde cuándo un rey hablaba tan abiertamente e invitaba a unos desconocidos a su palacio?

Para Kyle todo eso no era más que una oportunidad para rescatar a Stan, y no iba a desperdiciarla.
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