Oculto:
¿Cuantos más mejor?
Todo sucedía demasiado rápido para él, Los militares habían comenzado a ceder en varios puntos de la ciudad ante esas amorfas y repugnantes bestias. Los informes que llegaban rápidamente por las radios eran de pánico puro. Lentamente el caos, el temor y la desesperación inundaron el corazón de aquella ciudad en Arkansas.
Ya no había mucho por lo que pelear. Las avenidas más transcurridas habían colapsado hasta el punto en que lo único que se movía en aquellos lugares eran los, posiblemente salidos del infierno, cuerpos sin vida que lenta y metódicamente se acercaban al centro de la ciudad.
El ruso Yuri Gdozaev jamás imaginó estar en una situación como lo era esa. Sintió el temblor en sus manos y el peso del rifle casi vencer sus extremidades mientras recordaba el porque estaba en ese pueblo de mierda.
La misión era bastante sencilla, solo conseguir acceso a una tonta base militar recoger algunos datos y hacerla volar, quien lo contrato no dio muchos detalles de para que quería que se hiciera eso, cosa que al ruso se le compenso con la suma establecida como recompensa si había éxito, rápidamente se enlisto a las fuerzas militares yanquis a la espera de un traslado.
Tenía habilidad y experiencia en misiones de gran dificultad, ambas adquiridas en lo incontables lugares en los que había estado por razones específicas. Pero de haber sabido que esta situación sería un desastre… lo hubiera pensado al menos un poco más.
Su primera sensación fue la de una emboscada, una trampa. Era bastante paranoico sobre conspiraciones en su contra por todo lo que sabía, lo suficiente como para tener en un hilo tanto a los Estados Unidos como a Rusia.
Iba en la escuadra número 5 con un sargento de cara mala. Hacía poco que había sido transferido a la unidad de Arkansas no conocía nombres u detalles del lugar. Es decir, sin sus compañeros estaría solo en una ciudad que no conocía y que estaba aparentemente infestada por putrefactos caníbales enfermos y rabiosos. Sin embargo era un guía o su vida, aquellas alimañas los estaban rodeando y acabando por todo el distrito. Empujo a uno de sus compañeros y le disparo en la pierna, dejándolo indefenso y aprovechando que sus monstruosos atacantes se concentraron en su ex compañero, esprinto a toda velocidad del circulo vicioso de muerte que lo rodeaba. No conocía la ciudad y tendría que encontrarse con alguien antes de que las cosas fueran de mal en peor. Era autodependiente pero en esos momentos no estaba muy seguro de cuanto aguantaría…
Ahora tenía que escapar, no tendría rumbo, pero tenía que moverse, no podía estar quieta en el mismo lugar. En esos momentos se lamentaba por haberse mudado a ese lugar. Lo primero que le vino a la cabeza fue su apartamento, pero estaba demasiado lejos de allí. Optó mejor por dirigirse a uno de los camiones de provisiones que habían traído para los civiles.
Corrió hasta la puerta del conductor, la abrió y descubrió que ahí se encontraba sentado un hombre castaño de ojos grises y posiblemente muy alto, este sin vacilar le apuntó a la cabeza.
Por su parte el mercenario se decidía entre si dispararle o no a esa chica castaña con ojos ver y muy bueno atributos.
¬― ¿Qué crees que haces?― Pregunto el masculino con un marcado acento ruso.
― Espera, somos del mismo bando― explico la chica, al notar que el castaño no bajaba el arma alzo los brazos en señal de paz.― Somos del mismo bando… calma, mira sé que este lugar se fue a la mierda, pero somos del mismo bando, por tu insignia me doy cuenta de que eres del escuadrón cinco, has tenido suerte.
Lenta y desconfiadamente Yuri bajo el arma antes de enfundarle, si quería salir vivo necesitaría un “mapa” que lo guiara.
― Sube― ordenó, rápidamente la chica se montó en el camión por la puerta de copiloto, el ruso puso en marcha el vehículo haciendo caso omiso de los gritos y la pólvora que iba dejando atrás rápidamente.
― ¿Cómo te llamas?― interrogo la ardiente morena.
― Yuri― respondió el ojigris de forma cortante a lo que ella solo asintió.
― Yo soy Roxan. Gracias por preguntar…
Yuri ignoró el comentario, su cara era un témpano de hielo y ni se dignó en observar a su acompañante. La mujer le observó de reojo, desconfiada de aquel hombre de dudosa procedencia ya que el acento ruso fue lo primero que notó.
El camión avanzó hasta llegar a una avenida. Roxan le indicó que si seguían derecho darían con el distrito centro y si tomaba la rotonda hacia la izquierda llegaría al este de la ciudad. Lo más seguro era ir hacia el este, a los muelles. Allí seguro encontrarían algo para huir de aquella pesadilla.
Yuri giró el volante y casi atropella a dos personas que cruzaron fugazmente la calle y al verlos comenzaron a gritarles que se detuvieran. Roxan observó por el retrovisor y vio con terror como una abismal horda de aquellos seres rabiosos les perseguían.
― ¿Qué hacemos?― pregunto un poco histérica Roxan
― Si nos detenemos tal vez nos agarren a nosotros también.
Ambos se miraron. ¿Sería mejor unir más fuerzas de las necesarias o seguir su camino y escapar cuanto antes?...
Alex Stevens había elegido un terrible día para visitar a su viejo amigo de la escuela. Jamás pensó encontrarse en una situación como esa. La policía había cambiado las balas de goma y ahora se precipitaban a la carga con sus enormes escudos, porras y escopetas al hombro contra una multitud que avanzaba penosamente hacía ellos. Rápidamente tomo su cámara fotográfica y sacó una foto en donde los policías con escudo golpeaban salvajemente a la gente que parecía enferma. Se asombró cuando vio que eso no resultaba efecto y que muchos de los enfermos atacaban a los policías de no creer, hasta ahogarlos en un mar de mordidas.
Un hombre pasó corriendo por su costado izquierdo y lo tumbó: la cámara voló de sus manos y se estrelló contra el pavimento.
― ¡Ten más cuidado, idiota!― Gritó el joven enfermero bastante enojado, aquella cámara no era de él y ahora seguro tendría que comprar otra para devolvérsela a su padre.
Oyó unas explosiones a lo lejos y cuando alzó la vista unos helicópteros saturaron el cielo a toda velocidad. ¿Militares? ¿No era esto demasiado?
Cuando notó que toda la gente que observaba comenzaba a correr, él hizo lo mismo por mero instinto. En algún momento cayó su bolso de viaje pero no le dio importancia, aún tenía su mochila con alguna qué otra cosa y lo más importante, su documento de identidad.
Los disparos comenzaron a escucharse y ráfagas le cortaban el camino, los policías había comenzado a disparar a todo lo que se moviera con afán de parar esta locura. Alex se agachó y casi volando se lanzó contra un contenedor de basura. Volteó el rostro hacia atrás y no localizó a los policías que estaban golpeando en un principio a los enfermos, solo vio con horror como hasta policías ahora avanzaban junto a la horda de hombres, mujeres y hasta niños que parecían tener chalecos antibalas porque los disparos no los derribaban.
Alex Stevens había tenido casos extraños cuando trabajaba en el hospital de New York. Rabia, mordidas por animales, algún policía herido en un asalto. Pero nada se comparaba con eso… esa gente parecía morir y volver a la vida con un único propósito: morder.
Sintió que alguien lo alzaba del cuello de su camisa y gritó. El agarre se hizo intenso y se vio a sí mismo en el aire por unos momentos para luego caer en el piso con ambas piernas estiradas. Miró al hombre que lo había alzado con tan solo una mano y sintió una tranquilidad genuina.
El hombre era fornido y rubio, un ropero andante y vestido de pies a cabeza con un traje de policía. Llevaba una escopeta enorme entre sus manos y una mirada seria y de pocos amigos. Parecía un tipo malo pero pronto se dio cuenta de lo contrario.
― Gracias… me congelé por unos momentos― comento un poco asombrado por el tamaño de aquel hombre.
― Tan solo corre, junto a mí. Todo se fue al carajo y de la radio solo viene interferencia y algún que otro grito esporádico― advirtió el policía, quien empujo con una de sus manos al chico y se pusieron en marcha, intentando dejar atrás a la horda enorme que se les venía encima.
― ¿Tienes idea hacía dónde vamos?― pregunto el enfermero.
― A la estación de policía, agarraremos lo que podamos y tomaremos un patrullero hasta la ruta 11 para escapar de este infierno… ¡Cuidado!
Cruzaron la calle y apenas por unos cuantos pelos se salvaron de que un camión los arrollaba para volverlos puré. Comenzaron a gritarle al conductor del mismo que se detuviera mientras que la horda de zombis se acercaba lentamente a su cena.
Alex se sintió bastante mal al imaginar que ese sería su final…
Bueno hasta aquí el primer cap no lo había subido antes por tres razones.
1- No tenia inspiración.
2- Quería culturizarme acerca de como escribir bien un libro.
3- Olvide mi contraseña y del foro.