En este editorial de El País se plantea un tema que se da con frecuencia en nuestra sociedad actual. Son muchos los casos de acoso, y no pocos los que no obtienen solución, bien por el efecto que las amenazas tienen sobre el alumno, o bien por la, a veces existente, ineficacia del cuerpo docente. Si bien es cierto que se están tomando medidas, muchas veces, el alumno acosado no tiene posibilidad de respuesta ante un ataque y tiene que esperar a avisar a un profesor, que la mayoría de las veces se olvida del asunto y no pone remedio, dejando que el acosador salga impune.Cerca de 100.000 estudiantes de Educación Secundaria Obligatoria (ESO) pegan a sus compañeros de colegio. Es un hecho espantoso. Sin embargo, según el último informe sobre violencia escolar del Defensor del Pueblo y Unicef, estos comportamientos han disminuido en los últimos siete años. En 1999 se observaba esta conducta en el 4'8% de los estudiantes españoles de esta etapa educativa (entre 12 y 16 años), la más conflictiva, mientras que en 2006 se registraba el 3.9%.
El hecho de que los alumnos españoles padezcan menor acoso escolar en general (desde el sexual a los puñetazos o las amenazas) es evidentemente un dato positivo. Aunque es difícil señalar con exactitud las causas, este cambio es atribuible a la visibilidad que ha cobrado el problema. En los últimos años se han denunciado muchos más casos, aunque se siga suponiendo alto el índice oculto. La vigilancia de los profesores y de los padres se ha traducido en un aumento de los partes escolares. También las administraciones han tomado conciencia sobre el problema. Se han impulsado diversos planes de convivencia de ámbito local o autonómico, así como programas de mediación, a menudo a iniciativa de los propios centros.
Pese a todo, el problema persiste y genera un sinfín de sufrimientos, muchas veces con secuelas, a las víctimas, alumnos en una fase crítica de su crecimiento emocional y afectivo. No hay que bajar la guardia y hay que incrementar el apoyo y reconocimiento a la labor de profesores y educadores. También habría que establecer una distinción más clara, como ha pedido el Consejo Escolar del Estado, entre los problemas relacionados con la indisciplina y los vinculados con la violencia escolar. Se necesita una radiografía más exhaustiva de la situación en las aulas para evitar mensajes alarmistas y aplicar medidas efectivas. No hay que olvidar que, aunque sean menos los casos de malos tratos, sube ligeramente el porcentaje de alumnos que dicen sufrirlo en muchas ocasiones, es decir, los que sufren acoso continuado, el denominado bullying. Éstos son los más susceptibles de tener problemas graves y los que necesitan más protección.
El País, febrero de 2007
Las medidas adoptadas, como por ejemplo los programas de mediación, son también ineficaces contra este tipo de alumnos, porque si un profesor muchas veces no tiene capacidad para frenarles... ¿Qué nos hace pensar que unos alumnos sí la tendrán?
Es vox populi que su conducta está provocada por el consumo de videojuegos/películas catalogadas de "agresivos", pero, bien es sabido que los videojuegos tienen una recomendación de edad, al igual que las películas de acción, por lo tanto, si se consumen es porque hay padres que lo permiten, sabiendo que su hijo no tiene la capacidad emocional para soportar la violencia del videojuego sin sentirse impulsado a la imitación.
El problema se debería atajar, además de en el lugar donde ocurre el acoso, desde el ambiente familiar, por un lado, ateniendose los padres a las restricciones de edad de los productos en el caso de que el hijo no tenga capacidad suficiente para soportarlo, es decir, no vender, por ejemplo, un videojuego para personas mayores de 18 años a un niño de 10. Aunque esto podría considerarse a rajatabla, no vendiendo bajo ningún concepto el producto a nadie menor de 18 años, habría que tener en cuenta muchos factores, como la madurez mental que en ciertos casos nos permite comparar a una persona de 13 años con una de 17.
Por otro lado, la conducta del niño puede estar influenciada por un ambiente familiar tenso, en el cual se produzcan casos de violencia de género que en la mayoría de los casos provoca en el niño un cambio, que se traduce en un trauma y que le hace reaccionar de maneras tan sumamente violentas.
La mayoría de las veces sería conveniente mirar el problema desde varias perspectivas, tomando medidas que realmente sean efectivas, como una mayor implicación en la vida emocional del alumno tanto por padres como por profesores.
Ésta es mi opinión acerca del tema, y, ahora, amigos de RESH, os pregunto: ¿Cual es la vuestra?[/b][/color]