Capítulo 1
-Olvido-
Azalie entró intempestivamente a la oficina de su padre. Afortunadamente para Adolfo Andrade, la funeraria estaba vacía, a excepción de Luciano, el embalsamador, mejor conocido como "Chano", quien se encontraba haciendo su trabajo en el sótano de la funeraria Capillas Del Recuerdo, la mejor funeraria de Ciudad Victoria Tamaulipas.
-Papá, Tenemos que hablar.
Adolfo miró a su hija menor, traía su cabello corto, a la altura del mentón, de un peculiar tono púrpura. Sus grandes ojos color granate lo miraban queriendo buscar respuestas. Adolfo dejó los papeles sobre el escritorio, se levantó y cerró la puerta de su oficina. Sabía que se trataba de algo serio.
-¿Y bien? De qué quieres hablar? -Dijo Adolfo mirando a Azalie a los ojos.
A sus diecisiete años, Azalie era una muchacha bastante centrada. No era una muchacha cualquiera. Desde muy niña, la niña poseía el don de la clarividencia y con el tiempo, fue desarrollando más habilidades; en sus sueños podía ver cosas que habían sucedido en el pasado que ella no había presenciado, o que estaban por suceder. Azalie tenía un don bastante desarrollado, sin embargo, esto no le impedía llevar una vida normal: tenía un novio y estaba a punto de entrar a la UAT (Universidad Autónoma de Tamaulipas).
La joven tomó un portarretratos. En la foto aparecía una hermosa niña de largo cabello cobrizo y grandes ojos almendrados color turquesa.
-Papá… he estado teniendo sueños últimamente… Acerca de mi hermana. De su pasado, antes de que fuera parte de nuestra familia.
Adolfo se quedó paralizado un momento. Entonces su mirada se tornó un poco melancólica. Azalie continuó hablando.
-En mis sueños veo a Sara cuando era muy pequeña… y a un hombre mayor, cuyo rostro me parece haberlo visto antes. Ese hombre tenía pinta de extranjero y llamaba a mi hermana con otro nombre. Pude ver en el corazón de ese hombre… que sentía un inmenso amor por Sara, sin embargo, también sentía un gran remordimiento. Era algo triste y alegre a la vez. En su corazón había un gran temor, temor de que algo malo le sucediera a Sara. Tambien había un gran odio por otra persona…
Adolfo escuchaba a su hija con atención. La joven continuó.
-Tambien noté… que mi hermana amaba mucho a ese señor. -Azalie puso el retrato de su hermana sobre el escritorio de su papá-. Pude ver que estaban unidos por un cariño muy grande, inmenso… a pesar de que no llevaban la misma sangre… Y por eso mismo… -Dijo Azalie bajando la mirada con tristeza- no puedo explicarme por qué ese señor abandonó a Sara, aunque sé que no ha sido por su propia voluntad.
Adolfo caminó hacia la ventana de su oficina, dándole la espalda a su hija. Se quedó mirando el tráfico de mediodía a través de la ventana con una expresión melancólica en sus ojos aceitunados.
-A veces… -Dijo Adolfo sin dejar de mirar hacia fuera-. Tenemos que tomar decisiones que nos duelen por el bien de las personas a quien amamos. Esa es una forma de mostrar el amor que sentimos por nuestros seres queridos. En ocasiones tenemos que renunciar a nuestra felicidad al lado de la persona amada por su propia seguridad… Aunque sea por un tiempo.
Azalie tomó de nuevo el porta retratos y lo miró. Entonces, volvió a ver a su papá.
-Papá… tú… ¿Lo sabías?
Adolfo volteó a mirarla y asintió. Se sentó detrás del escritorio y se recargó en su sillón de cuero.
-Verás… Hace quince años, tu tía Francine nos dijo que necesitaba un favor para una persona. Por aquel entonces, ella había terminado su carrera y estaba preparándose para trabajar en una empresa farmacéutica muy grande. Ella sabía que queríamos adoptar otra niña y nos dijo que el director del centro de formación donde ella estaba estudiando quería hablar con nosotros. Dos semanas después, llegó un hombre mayor… -dijo Adolfo mientras jugueteaba con una pluma fuente-. Cómo recuerdo la mirada en su rostro… había tanta desesperación y angustia en sus ojos… El nos contó, que trabajaba para una compañía muy grande a nivel mundial. Nos dijo que ahí aparte de lo que mostraban al mundo, se dedicaban a otras cosas…
-¿Qué quieres decir con "Otras cosas"? -Inquirió la muchacha sin dar crédito.
-Biotecnología militar -respondió Adolfo-. Armas virales, todo tipo de armas biológicas… Armas ilegales.
Azalie no se sorprendió, ella sabía que esas afiladas garras metálicas que en ocasiones le salían a su hermana de sus manos no eran exactamente naturales. Alguien se las había implantado deliberadamente con intenciones poco amistosas.
-Quieres decir… -cuestionó la joven- ¿Que Sara es una especie de arma viviente?
-Así es. -Confirmó Adolfo.
-¿Y luego?
-El señor nos contó, que el había adoptado a una niña con la intención de convertirla en una de las armas más letales. Quería convertirla en el arma definitiva. Le implantaron todos esos… aditamentos que nosotros sabemos, que, si hubieran hecho algo así con algún otro ser humano, no sobreviviría. El la crió como su hija, y conforme fue pasando el tiempo, el se encariñó con la pequeña. Había decidido no usarla de ese modo, había decidido vivir con ella como su hija. Me acuerdo mucho que el señor dijo: "Esa niña vino a cambiar mi vida, y en sí, todo lo que pensaba, desde que ella entró en mi vida, he sido muy felíz, y cada día es como un sueño… En verdad es un sueño. Al verla me hace sentir vivo, y sobre todo, me pone muy contento. Nunca había sido tan feliz."
-¿Y qué pasó? -Preguntó la muchacha.
-Este hombre nos confió, que el presidente de la compañía planeaba hacer pruebas con la niña.
-¿Qué clase de pruebas?
-Querían probar distintas clases de virus y sus efectos en el organismo de la niña. El Dr. Marcus, o sea el señor del que hablas, nos contó que la niña tenía un sistema inmunológico increíblemente fuerte, había el riesgo de que su cuerpo reaccionara a los virus que pensaban administrarle, lo cual podría causar que la niña sufriera espantosas mutaciones. Y él no quería arriesgarla a eso. Entonces nos pidió que nos hiciéramos cargo de la pequeña por un tiempo. Mientras el terminaba el desarrollo de una investigación en la cual se encontraba trabajando, y que podría darle el suficiente reconocimiento científico que necesitaba para poder tomar la presidencia de la compañía y poder estar con su niña sin que nadie la molestara. No lo habría aceptado, si no fuera porque vimos la desesperación y la sinceridad en los ojos de ese hombre.
-¿Y entonces?
-El Dr. Marcus nos advirtió, que la niña no estaría para siempre con nosotros, que el regresaría por ella en unos años. Entonces me dijo que el trato nos beneficiaría. Que él nos iba a apoyar en lo que necesitáramos. Nos aseguró, nos prometió que no correríamos riesgo alguno. Por eso mismo, nunca nos dijeron para qué compañía trabajaban. Después de pensarlo un poco, tu mamá y yo aceptamos el trato, y el Dr. Marcus se fue muy agradecido. Dos meses después, Sara llegó a vivir con nosotros.
-Y Sara… ¿lo sabe?
Adolfo negó con la cabeza.
-No… por lo menos, no conscientemente. Sara no recuerda claramente nada acerca del Dr. Marcus. Sus recuerdos fueron borrados. Aún tiene recuerdos muy vagos y borrosos. Pero estoy seguro de que en algún rincón de su mente, en algún lugar de su subconsciente, esos recuerdos descansan.
-Entonces… -Dijo Azalie angustiada- ¿Sara se irá algún día? ¿Ese hombre regresará por ella?
-No -Dijo Adolfo tranquilamente-. Ya no regresó… Algo pasó… -agregó Adolfo-. No sé qué. Pero algo pasó dando como resultado que el Dr. Marcus nunca pudo venir por tu hermana. Se me hace raro, ¿eh? Por que años después el vino para ver como estaba. De hecho… tu cruzaste palabras con el… ¿No lo recuerdas?
Claro que Azalie lo recordaba. Era algo difícil de olvidar. Aquel día tendría ella como seis años. Sara tenía que ensayar para una obra que su grupo iba a presentar, por lo cual iba a llegar un poco más tarde.
Azalie como todas las tardes, al salir de la escuela, llegó a la funeraria a saludar a su papá. Como siempre, entró a la oficina sin tocar. Ahí, se encontraba un señor muy alto, de porte distinguido, delgado, de cabello canoso y ojos celestes. Ese hombre tenía el retrato de Sara en sus manos y lo miraba con mucho cariño y melancolía, lo cual llamaba mucho la atención de la niña, pues ese señor miraba la foto de su hermana como si la conociera y la quisiera mucho. El señor miraba a Sara con mucho amor.
-Buenas tardes. Dijo Azalie tímidamente mientras se sentaba detrás del escritorio en el sillón de cuero donde su papá trabajaba. El señor la miró y sonrió.
-Buenas tardes.
-¿Usted conoce a mi hermana?
El señor se sorprendió un poco por la pregunta y sonrió.
-No… dijo sonriendo el hombre-. ¿Cómo se llama tu hermana?
-Se llama Sara. Sara Leticia Andrade Garza. -dijo la niña-. Yo me llamo Azalie, ¿Y usted?
-Mi nombre es James. James Marcus. -Respondió el señor cortésmente.
-Ah, ¿Es usted gringo? -Inquirió la niña.
-Sí… -Dijo el señor sonriendo.
-¿Y por qué miraba tanto la foto de mi hermana? -Cuestionó la pequeña.
-Es que… tu hermana es idéntica a mi… -Dudó un momento-. A mí querida nieta. Ella falleció hace cuatro años. Ahorita tendría ocho años. -Agregó el señ la quería mucho.
-Qué curioso. -Comentó Azalie-. Mi hermana tiene ocho años también.
-¿Y dónde está ella? -Preguntó Marcus.
-Está ensayando para la obra de teatro que será en una semana. A ella le toca hacer el papel de la bella durmiente. También toca el piano muy bonito desde que era muy chiquita. -Agregó Azalie-. De hecho, ella me enseñó a tocar "Moonlight sonata". -Dijo la niña en tono triunfal.
-¿De verdad? -Contestó sonriendo el hombre. -Entonces es una niña muy talentosa.
-Sí que lo es –mencionó Azalie con orgullo- ¿Y cómo se llamaba su nieta?
El señor miró la fotografía de Sara con mucha ternura.
Mi nieta se llamaba Lenore. -Dijo en tono emotivo- Fue la niña más bella de todos los imperios de la tierra. Y la más dulce. Ella vivía conmigo, pero enfermó y murió. Tu hermana se parece mucho a ella. Incluso tienen la misma edad. Es curioso.
-Sí… muy curioso. -dijo la niña en tono reflexivo-. Por cierto… ¿No sabe qué está haciendo mi papá?
-Fue a atender unos asuntos en el sótano. Ahorita viene.
-¿Y qué lo trae por aquí? ¿Murió algún ser querido suyo?
-Soy… -Dijo el señor en tono melancólico-. Un viejo amigo de tu papá… digamos que le debo un gran favor y quería hablar con él.
-Ya veo… -Dijo Azalie.
En ese momento, Adolfo entró a la oficina. Y al ver a Azalie la cargó.
-¡Hija! -Le dijo mientras le da un beso en la mejilla-. ¡Ya viniste! ¿Tu hermana está ensayando?
-Sí. –Replicó-. Viene en un ratito.
-¿Ya saludaste al Dr. Marcus?
-Sí, -Intervino Marcus. -De hecho estuvimos platicando mientras llegaba.
-Bueno. -Dijo Adolfo-. Azalie, hija… ¿Podrías dejarme a solas con el Dr. Marcus?
-¡Claro, Papi!
Azalie salió de la oficina dejando a solas a su padre y al extraño hombre que miraba la foto de su hermana con ojos de enamorado.
Media hora después, el Dr. Marcus salió de la oficina junto con su padre. Azalie salió junto con su padre a encaminar al Dr. Marcus. Apenas iban saliendo de la funeraria, cuando se alcanzaba a distinguir a Sara a unos diez metros. El Dr. Marcus se quedó mirándola con mucha emoción, sin embargo, se puso muy nervioso y antes de que la pequeña Sara pudiera cruzar mirada con él, Marcus escondió el rostro.
-Buenas tardes. -Saludó Sara, y entonces pasó apresuradamente, ligera y volátil, tal como el científico la recordaba, junto a ellos rozando al Dr. Marcus quien se quedó como congelado por un momento.
Azalie no podía comprender qué sucedía, entonces volteó a ver a su hermana, quien se le quedaba viendo al Dr. Marcus intrigada, con algo de melancolía. El Dr. Marcus no volteó a mirarla y siguió su camino hacia el taxi que lo esperaba y se fue sin decir una palabra.
Azalie fue con su hermana de inmediato. Sara estaba muy callada, lo cual era algo raro en ella.
-¿Qué pasó Sara? ¿Por qué de pronto te pusiste tan seria? -Cuestionó Azalie preocupada.
-No es nada… lo que pasa es… que ese señor… sentí algo muy extraño cuando pasé junto a él. Por un momento me dio la sensación de que lo conozco hace tiempo. Fue… un sentimiento muy cálido, pero a la vez me causó un poco de tristeza. -Dijo Sara con una mirada melancólica. -Aparte, me impactó su olor. Su aroma… me trae recuerdos… no sé bien de qué, solo sé que su olor me hace felíz.
Azalie abrazó a su hermana y no le dijo nada sobre la conversación que había tenido con ese hombre.
La voz de Adolfo regresó a la joven a la realidad.
-¿Lo recuerdas?
-Claro que lo recuerdo. Era el que miraba mucho la foto de Sara… -dijo Azalie agregando como para sí misma-. Eso explica muchas cosas….
-Ese día, el Dr. Marcus había ido a verme para notificarme que estaba a punto de completar su investigación, y que aproximadamente en uno o dos años, el iba a regresar por ella.
-Sin embargo… -Agregó la joven. -Nunca volvió por ella.
-Y a estas alturas dudo que venga. Posiblemente murió antes de completar su investigación o algo.
-Ya veo… -Murmuró Azalie.
Adolfo se levantó de su sillón y se acercó a su hija.
-Sólo te pido, que no comentes con Sarita nada de esto. Puede afectarla gravemente. Además, ella es felíz, no es necesario que recuerde todo eso, si ni siquiera podrá volver a ver a quien fue como un padre para ella, y que se separó de ella, a quien quería sobre todas las cosas por protegerla. El cariño que ese hombre profesaba a Sara era mucho más grande de lo que todos juntos podíamos imaginar.
Repentinamente, se oyeron toquidos en la puerta seguida por la voz de Sara desde afuera de la oficina.
-¿Se puede?
-¡Claro! -Respondieron ambos.
Sara entró a la oficina y saludó de beso a su papá y a su hermana.
-Hola apá, Hola Azalie
-¿Cómo te fue? -Preguntó Adolfo.
-¡Pues exenté "Comunicación Gráfica"! –dijo la pelirroja con aire de satisfacción- La revista que hicimos Beka y yo fue la mejor. Fuimos el equipo que entregó el mejor trabajo.
-¿En serio? -Dijo Azalie emocionada-. ¡Y eso que la hicieron a última hora y siendo un equipo de dos personas!
-¡Ya sé! -Replicó Sara. -Lo hicimos en dos días…. Qué chinga nos llevamos.
-Sí, ya hasta estaban delirando cosas acerca de elefantes azules y adolescentes zombis con uniforme de escuela "popis"-. Dijo Azalie riendo.
-¡Ni lo digas! -Replicó Sara mientras se soltaba la pinza del pelo-. Eso fue lo peor… Pero valió la pena el esfuerzo.
-Eso es lo importante-. Puntualizó Adolfo.
-¿Y tú, Azalie? ¿Ya recogiste la ficha? –preguntó Sara.
-¡Sí, ya pasé a recogerla! -Respondió Azalie sonriendo.
Azalie miró a su hermana. Sara era la mayor de las dos hijas de Adolfo Andrade, a pesar de que Azalie había llegado dos años antes que ella. Sara tenía diecinueve años y era una bella joven de piel blanca y cabello cobrizo que por lo general recogía con una pinza; sus ojos color turquesa eran muy expresivos con una expresión burlona y chispeante la mayor parte del tiempo. Siempre se reía con una risa franca y abierta, con la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás. Su andar era desgarbado, y solía vestir de manera muy sencilla, un poco masculina. Ese día, usaba una playera negra que decía: "La suerte de las feas, a las bonitas nos vale madres" y un pantalón color khaki tipo "cargo" holgado que le quedaba a la cadera. Sara normalmente prefería usar los pantalones de hombre por ser de un corte más amplio y cómodo además de ser más resistentes.
-Veo que hoy no hay mucho trabajo. -Dijo Sara mientras se sentaba junto a su hermana.
-No. -respondió Adolfo. -Solo hay un cuerpo, pero "Chanito" se está encargando de él. ¿Nos vamos a la casa? ¡Muero de hambre! -Dijo Adolfo mientras se levantaba de su sillón de cuero.
-¿Pues qué esperamos? -Dijo Sara mientras sus hermosos ojos turquesa se fijaban en el.
Sara fué una niña muy traviesa e inquieta. Le gustaba mucho andar jugando en la funeraria. A veces solía esconderse a tomar la siesta en los ataudes de la sala de exhibición. Desde muy pequeña, Sara sabía tocar el piano como una profesional y tenía una voz muy agradable, por lo que desde niña, trabajaba en la funeraria cantando en algunos funerales. A los diez años, Sara ayudaba ocasionalmente a la preparación de cadáveres, para los doce años, ya podía embalsamar cuerpos sin ayuda de nadie. Para los quince años, sabía restaurar los rostros desfigurados y/o los cuerpos cuando estaban gravemente mutilados. Lo hacía con tal habilidad, que ya era una leyenda urbana entre los directores funerarios de la región; Sin embargo, esa no era su vocación. Lo que a ella realmente le gustaba, era el mundo del entretenimiento, el arte y el cine. Adoraba tomar fotos artísticas y le encantaba andar filmando a todos con su cámara de video.
Azalie también tenía su trabajo en la funeraria, solía atender a los deudos cuando se sentían demasiado afligidos y se dedicaba a escucharlos. Ella también sabía tocar el piano, pues Sara misma le había enseñado de niña.
-¿Y qué vamos a comer? -Preguntó Sara mientras abría una paleta y se la llevaba a la boca.
-Tu mamá dijo que hoy quería comer pollo en salsa verde. -respondió Adolfo mientras guardaba unos papeles.
-¡Qué rico!-dijo alegremente mientras abría una paleta y la llevaba a su boca- ¡Ya me muero por llegar a comer!
Adolfo levantó la mirada para verla.
-Sara… Si ya vamos a comer no deberías abrir la paleta, mejor déjala para después de comer.
Sara sacó la paleta de la boca.
-¡Ay, apá! ¿Qué tiene? ¡No se me va a quitar el hambre por la paleta! -Dijo la joven riendo. -Pero bueno, Okey… nomás porque tú me lo pides-Agregó Sara mientras envolvía su paleta en un papel y se la guardaba.
Azalie miraba a su hermana sin decir nada. Después de todo, no era necesario decirle nada… ¿Para qué? Sara era felíz con su familia. En eso estaba pensando Azalie cuando oyó que la puerta de la oficina se abría; una mujer de cabello negro corto entró a la oficina.
-Brenda, ahí te encargo el changarro… -Dijo Adolfo. -Voy a comer, regreso al rato.
-No hay problema –respondió la empleada- Todo estará en orden. Son las doce del día. El funeral del señor Ortiz comienza a las tres, ¿Verdad?
-En efecto. Respondió Adolfo. -¡Nos vemos al rato!
-¡Nos vemos, Brenda! Dijeron Azalie y Sara a coro.
-¡Adios, Chicas! -Respondió Brenda mientras se acomodaba el saco azul marino que hacía juego con su pantalón.
El clima era cálido y con viento en ese soleado día de mayo, tal y como le gustaban a Sara desde que era pequeña. La muchacha siempre argumentaba que en esos días se sentía muy felíz por alguna extraña razón.
Las dos muchachas iban en el carro de Sara junto con su papá. El coche de Adolfo se había quedado en la funeraria. Al bajar del coche, Sara se detuvo un momento a respirar el aire fresco que soplaba ese día. Cerró los ojos, aspiró y sonrió.
-Me imaginé que hoy ibas a estar de buenas… -comentó Azalie sonriendo-. Siempre te pones felíz en los días como este.
-Sí, es curioso… los días como este me hacen sentir felíz aunque algo nostálgica…
Azalie miró a Sara a los ojos, y en ese momento, pareció como si se hubiera transportado a otro tiempo y lugar, años atrás. Se encontraba en medio de un inmenso campo de lavanda. En ese momento, vió a su hermana, de tres años, quien caminaba de la mano de un señor a quien reconoció de inmediato. Se trataba del Dr. James Marcus. La niña se soltó de la mano de su acompañante y se adelantó corriendo.
-¡Qué bonito lugar! -Exclamó la niña mirando a su alrededor con fascinación. -¡Y huele delicioso! -Agregó mientras aspiraba el aroma a lavanda que el viento arrastraba. El Dr. Marcus se acercó a su niña y acarició su cabello.
-Me alegro que te haya gustado, gatita. -dijo el Doctor mirándola con ternura-. Sabía que te iba a gustar.
La pequeña se adelantó un poco más y entonces, se paró de puntitas, cerró sus ojos y extendió los brazos. Como si fuera a recibir el abrazo del viento. Su rostro tenía una expresión que transmitía una gran paz. Parecía un ángel; con blanco vestido, y el cabello rojizo ligeramente ondulado ondeando al viento. El Dr. Marcus la miraba embelesado. La miraba de una forma tan especial. Sara abrió sus ojos lentamente y volteó a mirar a su supuesto padre con los ojos perdidos de amor.
-¿Sabes? -Dijo la niña mirándolo dulcemente-. Siempre he deseado ser tan ligerita como para que el viento me levantara y volar por los aires...
-¿En verdad? -Dijo el hombre al tiempo que acariciaba el rostro de la pequeña.
-Sí -dijo la niña sonriéndole amorosamente-. Poder subir al cielo y traerte una estrella o un pedacito de nube...
James Marcus se sorprendió un poco.
-¿Y por qué a mí? Preguntó Marcus con sus ojos celestes en los de ella.
-¡Porque te quiero mucho! -exclamó la pequeña-. ¡Hasta el cielo! ¡Eres la única persona a quien quiero!
Marcus se sorprendió por un momento... Después la miró con ternura melancólica... Luego se sobrepuso.
-¿Nada más a mí me quieres? -Inquirió Marcus mirándola con un dejo de melancolía.
-¡Sí! -Respondió la niña.
-¿Y qué hay de Albert y William? ¿O de Francine y Valerie?
-Albert está loco. -dijo la niña con una mirada burlona-. ¡No se quita los lentes de sol ni de noche! ¡Yo creo que los tiene pegados! Nunca le he visto los ojos… Fran y Val son lindas.
El Dr. Marcus sólo pudo reirse de la ocurrencia de su hija.
-¡Tienes razón! -Dijo él divertido. -Yo tampoco he visto a Albert sin lentes. ¿Y qué me dices de William? ¿No lo quieres?
La niña se quedó pensando un momentito.
-¡William es lindo! Siempre me trae bolsas con gomitas y es amable conmigo. -dijo la niña-. ¡Pero a quien quiero más que a todos es a ti! -Dijo la pequeña arrojándose a los brazos de Marcus.
-¿Te digo un secreto? -Preguntó Marcus susurrándole al oído a la pequeña. -¡Tu también eres la única persona a quien quiero!
La pequeña se arrojó a los brazos del hombre y frotó su rostro contra su cuello con una tierna sonrisa. Azali notó en la mirada de Marcus un dejo de amargura y tristeza.
-¡Mi pequeña y dulce Lenore! -Decía Marcus mientras la abrazaba de forma casi obsesiva. -¿No permitiré que nadie te haga daño!
-¿Azalie? ¿Estás bien? ¿Estás aquí?
Azalie se sobresaltó un poco. La voz de su hermana la regresó a la realidad.
-Sí. -Dijo Azalie un poco desorientada. -¡No te preocupes! Todo está bien
-¿Qué te sucede? -Preguntó Sara mirándola atentamente. -En estos últimos días, desde hace una semana para ser exactas, he notado que te pones seria. ¿Has estado teniendo visiones raras? ¿Te preocupa algo?
Azali esquivó la mirada de su hermana mayor. No debía decirle nada… tenía qué inventarle algo y pronto.
-En realidad… -dijo Azali evadiendo la mirada de Sara-. He estado teniendo visiones y sueños raros sobre…
-¿Sobre…? -preguntó Sara animándola a continuar.
-Sobre Yoshua… -mintió Azali bajando la mirada.
-¿Y qué clase de visiones? -Inquirió Sara sin alejar su mirada de los ojos color rubí de su hermana.
-De nada de importancia… Oye, ya hay que entrar… ¡Tengo muchísima hambre! -Exclamó Azalie evadiendo la conversación al tiempo de que entraba a la casa.
-¡Andale, vamos! -Dijo Sara mientras la seguía un poco desconcertada.
La residencia Andrade era muy grande, mas no exagerada. El recibidor estaba decorado con un mueble sobre el cual había muchas fotos de la familia y de las niñas. La sala era espaciosa con una chimenea y todos los muebles en blanco, contrastando con las paredes color verde con vivos beige de la sala-comedor. De la cocina salió Leticia Garza, la esposa de Adolfo y madre de las chicas.
Leticia Garza era una reconocida escritora. Muy conocida en el estado de Tamaulipas. También solía escribir columnas para "El Bravo", un periódico de la frontera de ese estado. De Matamoros Tamaulipas, para ser exactos. Leticia era blanca, de ojos almendrados color verde, que debido a su miopía, ocultaba tras unos lentes de aumento. Su cabello era lacio color castaño claro. Por lo general solía recoger su cabello con una pinza, tal y como lo hacía su hija mayor. Era delgada y solía vestir muy casual, de Jeans y blusa casual. Pero cuando salía a la calle, siempre lucía impecable.
Leticia traía el inalámbrico en la mano.
-¡Acaban de llegar! Ahorita te la paso. -dijo Leticia a su interlocutor. -¡Sara, es Italia!
-¿Italia? -Contestó emocionada Sara al tiempo que su madre le daba el teléfono.
No vayas a tardarte, que ya vamos a comer. -Dijo Leticia.
Italia era amiga de Sara desde la primaria. Desde quinto año, para ser exactos. Ambas habían estudiado en el colegio Jean Piaget junto con otras tres amigas. Incluso eran amigas de Azali. Estuvieron juntas toda la primaria, bueno, hasta que Sara fue expulsada del colegio por una venganza. Sin embargo, eso no hizo que se devaluara la amistad. Siguieron frecuentándose en secundaria y en la prepa, hasta que llegó el momento de entrar a la Universidad. Italia estudiaba la misma carrera que Sara: Ciencias de la comunicación, solo que Italia quiso irse a estudiar a Veracruz debido a que ella encontraba a Ciudad Victoria muy aburrida. Italia había salido de vacaciones antes que Sara y se encontraba en la ciudad.
Sara hablaba alegremente por teléfono mientras Leticia la miraba con ternura.
-Es increíble… -Dijo Leticia para sí misma-. Parece que fué ayer cuando llegó a esta casa.
-Oye mamá… -dijo Azali sacándola de sus cavilaciones. -Hablé con mi papá hace rato… Sobre Sara…
Leticia se volvió hacia su hija menor.
-¿Qué pasa con Sarita? -Preguntó Leticia preocupada.
-No es nada… sino que… bueno, te comenté que últimamente he tenido sueños sobre Sara… -Dijo Azali mientras se servía refresco en el vaso. -De su vida al lado de su padre anterior, el Doctor James Marcus.
Leticia se sobresaltó un poco.
-No te preocupes… -continuó Azalie-. No le comentaré nada a mi hermana… eso podría causarle un shock. Pero se me hace muy extraño que últimamente es lo único que he visto en mis visiones. Ahora sé por qué su aura emana algo de tristeza… Y por qué ese llanto por las noches llamando a su papá… ¿Era a él a quien llamaba en sueños?
Leticia asintió.
-Tu hermana sentía un gran amor por ese sujeto. -afirmó Leticia mirando a Azalie a los ojos. -yo estuve ahí cuando se despidieron… No tienes idea de lo duro que fue para ambos. Fue muy doloroso. Fue muy triste para mí el verlos así.
-¿Como estuvo? -Preguntó la muchacha.
Leticia Garza recordaba perfectamente, Ella había presenciado ese momento.
-Fué en una tarde lluviosa, en la frontera de Reynosa-Mc. Allen. -recordó Leticia-. Estaba lloviendo demasiado. Recuerdo que el doctor se veía muy demacrado. El dolor lo hacía verse más viejo.
Leticia evocó aquella tarde lluviosa de agosto. Lo recordaba perfectamente. El Doctor Marcus llegó con Sara de la mano a donde se encontraba el contacto. Leticia se encontraba observando desde el carro, lo suficientemente cerca para escuchar la conversación.
-Saluda a la señorita, Lenore. -Dijo Marcus.
-Buenas tardes. -Saludó la niña tímidamente.
El Doctor Marcus se acercó a la niña y se hincó. La niña le sonrió con ternura. El la abrazó fuertemente contra su pecho conteniendo el llanto. Luego la miró a los ojos...
-Lenore, mi amor... Quiero que me escuches lo que voy a decirte... Es importante.
La mirada transparente de la niña se detuvo un instante en las de el.
-¿Qué pasa, papá? -Preguntó la pequeña con sus ojos color de mar fijos en los de él. Ella no comprendía la gravedad del asunto… aún.
-La señorita va a llevarte con ella… -Dijo Marcus mirándola con melancolía.
-¿Y a qué hora vas a venir por mí? -preguntó la niña.
James Marcus miró a su niña con gran tristeza. No podía mentirle a la persona que más le importaba.
-Es que… -dijo Marcus con su voz quebrada-. No voy a ir por ti, mi niña.
-¿Qué? -Replicó la niña confundida. Comenzaba a entender que algo anormal estaba pasando.
-Mira: -Explicó Marcus. -la señorita va a llevarte a una casa nueva... con unos papás nuevos... Tendrás una mamá y una hermanita con quien jugar.
La niña comenzó a llorar desesperada.
-¡No, no, no! -Gimió la pequeña angustiada. -¡Yo no quiero papás nuevos! Yo no quiero una casa nueva, ni una mamá ni una hermana… ¡No quiero nada de eso!
La pequeña sollozaba abrazada a él.
-¡Papá! ¡No quiero separarme de ti! ¡Quédate conmigo! –suplicó.
-Lenore, Lenore mi niña... escúchame por favor lo que te voy a decir... -dijo Marcus-. Esto es tan difícil para mí, como lo es para tí. Yo tampoco quiero separarme de tí, pero entiende, esto lo hago para protegerte... No quiero que te pase nada malo... Tú eres lo que más quiero en este mundo... eres la única persona en mi corazón. Por eso no quiero que te pase nada malo... y esta es la única forma. Me entiendes, ¿Verdad?
La pequeña lo miró con sus hermosos ojos turquesa llenos de lágrimas y comprendió lo que él intentaba decirle.
-Entiendo. -Dijo ella con su mirada fija en los ojos celestes de Marcus.
-Eres una niña muy inteligente, esa es una de las razones por las que te quiero tanto. -dijo el científico mientras acaricia el cabello de su niña-. Eres mi orgullo.
La pequeña no dejaba de llorar. El doctor James Marcus nunca en su vida se imaginó a sí mismo en una situación así, y mucho menos se imaginó que llegaría a amar a alguien de esa forma. El día en que le dijeron que tendría qué adoptarla y encima, criarla como su hija, Marcus estaba demasiado inconforme, realmente odió la idea… en ese momento no imaginaba lo mucho que sufriría dos años después al despedirse de ella.
-Mi niña… voy a extrañarte como no tienes una idea. -Marcus tomó las manitas de la niña entre las suyas-. Te pido por favor... que seas buena con tus nuevos papás y con tu hermanita- decía el científico mientras acariciaba el cabello de su niña-. ¿De acuerdo?
-Te amo, papá. -decía la niña dirigiéndole una tierna mirada.
-Yo también, mi niña. -dijo el-. Yo te amo más…
La pequeña acarició el rostro del científico y le dio un beso en la mejilla.
-Cuando sea grande me voy a casar contigo- Dijo la pequeña en susurro.
Marcus se le quedó mirando con expresión de viejo triste. Por mucho que lo deseara, por muy dulces que parecieran esas palabras, no podía tomarlas en serio, después de todo venían de una niña de tan solo cuatro años.
-Cuando crezcas -dijo Marcus- olvidarás esas palabras. O por lo menos, pensarás muy diferente.
La pequeña negó con la cabeza.
-No, papá -aseguró-. Es una promesa.
-Voy a extrañarte tanto, mi pequeña y linda Lenore.
Lenore acarició el rostro del científico y éste acarició la mano de la niña. La pequeña comenzó a llorar. Marcus secó las lágrimas de la niña.
-Mira... Te prometo algo: -dijo Marcus al fin- esta es la promesa más importante que he hecho en mi vida, y te juro por mi vida, que la voy a cumplir de algún modo... No me importa cuántos años pasen, No me importa si tengo que matar a veinte o mil personas para hacerlo...
La niña lo miraba esperanzada. El tomó las manitas de la pequeña entre las suyas.
-Te prometo, que algún día... no me importa cuánto tiempo pase -dijo Marcus- Pero te juro por mi vida que algún día tú y yo nos volveremos a ver... Algún día tú y yo nos habremos de encontrar. Volveremos a estar juntos y nadie, pero nadie, ni nada nos va a separar. Ese día vamos a estar juntos para siempre.
-¿De verdad? -preguntó la niña con una expresión de consuelo en la mirada.
-Te lo juro, mi amor. Posiblemente, cuando eso suceda, tú hayas olvidado nuestra promesa. No te lo voy a reprochar. Yo no voy a olvidar esta promesa. Esta promesa está grabada con fuego en mi corazón, al igual que tú. -Afirmó Marcus besando las manos de su pequeña- Te quiero mucho... te amo y nunca te voy a olvidar. Siempre estarás en mi corazón, y esta promesa también, y no descansaré hasta cumplirla.
La pequeña se le quedaba mirando con sus ojos llenos de amor… y una profunda tristeza.
-¿Qué pasa, Lenore? -indagó Marcus- ¿Por qué me miras así? Acaso... ¿quieres que mi imagen quede grabada en tu corazón?
-No… -dijo la pequeña negando dulcemente con la cabeza- Tu ya eres parte de mi corazón.
Esas palabras no eran de una niña de 4 años... Y es que la pequeña Lenore, era bastante madura para su edad. James la miró con una profunda mirada... James Marcus la abrazó con fuerza y la besó. Se levantó y se dio cuenta de que la niña lo sujetaba fuerte de la camisa... como impidiendo que se fuera. El volteó a mirarla, y solo vio sus ojos llorosos.
-Adiós, Lenore. -dijo Marcus para despedirse- recuerda que volveremos a vernos, y a estar juntos. Nunca te voy a olvidar.
-Adiós, papá... -Dijo la pequeña.
El científico abrazó a su niña por última vez, besó su frente y se quedó abrazándola un momento. Entonces, repentinamente, la pequeña cayó dormida. La mujer que era contacto entre el Doctor James Marcus y el matrimonio Andrade Garza habló.
-La niña quedará dormida por un día entero y al despertar no recordará lo sucedido –Explicó-. No puedo asegurarle que olvide por completo todo lo que ha pasado. Pero lo recordará muy vagamente, como si se tratara de un sueño.
Leticia fue hacia donde estaban la mujer contacto y el Dr. Marcus a recoger a la niña.
-Le agradezco mucho. -dijo el anciano mientras le entregaba la pequeña a Leticia-. Sé que cuidarán bien de ella.
-Todo estará bien. –dijo Leticia- Lo único que va a faltarle será usted.
Leticia miró a la niña quien dormía en sus brazos.
-Es muy linda. -Comentó.
-Sí -afirmó Marcus con una sonrisa-. En verdad es muy linda… parece una gatita recién nacida.
Leticia recordaba perfectamente la tristeza que ambos sentían al separarse. Recordaba vívidamente el rostro del Dr. Marcus al marcharse. La voz de su esposo, quien había salido del baño la sacó de sus pensamientos.
-Tessy, -Dijo Adolfo mientras se secaba las manos- ¿Ya está servido?
-Sí. -Respondió Leticia-. Sólo falta que Sara venga a sentarse.
En ese momento, Sara salió del estudio con el teléfono en mano.
-Papá, Mamá: Dice Italia que si nos dan permiso a Azalie y a mí de quedarnos a dormir en su casa y de ahí ir al río mañana
-Pues por mí… -dijo Adolfo-. No hay problema…
-Por mí tampoco. Dijo Leticia. Pero no sabemos si Azalie quiera ir con ustedes…
-¿Qué dices, Azalie? -Inquirió Sara- ¿Vienes con nosotros?
Azali se acomodó un mechón de su cabello detrás de su oreja.
-¡Sí, claro! -Dijo Azalie sonriendo-. Sólo que quiero ir primero a visitar a Abril. Necesito hablar con ella sobre un asunto importantillo.
-Okey. -Dijo Sara- Déjame decirle a Italia.
Sara siguió hablando con Italia.
-Wey, mis papás dicen que no hay pedo -dijo Sara a Italia por teléfono-. Sí vamos a ir, sólo que llegaremos un poco tarde, por que Azalie tiene un pequeño compromiso. Nos vemos al rato ¡Bye!
Sara colgó y dejó el teléfono inalámbrico en su lugar.
-Bien -dijo Sara mientras se sentaba en la mesa-. ¡Me muero de Hambre!
Sara se sentó a comer con su familia. Platicaron de cosas triviales. Sara le comentó a su mamá acerca del éxito de la revista que ella y su amiga Beka hicieron como trabajo final de la clase de comunicación gráfica. Azalie por su lado, les contó los detalles y la odisea que pasó para llenar la ficha para el examen de admisión a la UAT. Leticia en cambio, habló de lo que llevaba escrito de su nuevo libro: "Personajes y anécdotas de la calle diecisiete", el cual hablaba, como su título decía, de anécdotas de las personas que vivían en dicha calle de Ciudad Victoria. Al terminar de comer, Sara y Azalie subieron a su recámara para preparar un traje de baño, su pijama y dos cambios de ropa para la ida a casa de Italia. Adolfo y Leticia, observaban satisfechos cómo sus dos hijas, las cuales eran adoptadas se querían y se apoyaban. Como dos verdaderas hermanas. Leticia decía que ni siquiera las hermanas de sangre se querían tanto como sus dos hijas, pues entre ambas jóvenes había surgido un lazo especial. Aunque no llevaban la misma sangre, se querían como verdaderas hermanas… O más.
Azalie y Sara iban en su carro. Escuchando música a todo volumen hasta que llegaron a casa de Abril.
Abril Duarte era una amiga de Azalie, desde hacía. La chica sabía leer el aura de las personas y era clarividente al igual que Azalie. Abril era unos días mayor que Azalie. Tenía dieciocho años cumplidos. Azalie quería hablar con ella sobre el asunto de Sara para buscar consejo para ayudar a su hermana de algún modo. Al llegar, Azalie se bajó del carro.
-¿Quieres que te espere aquí o te acompaño? -Preguntó Sara.
-Espérame aquí, Sara. -Dijo Azalie tranquilamente.