Se me ha ocurrido que podríamos jugar a un juego literario que consiste en escribir un fic o relato entre varias personas, pero la gracia está en que no sabemos toda la historia hasta que está teminada. Me explico: En el juego, pongamos por ejemplo que hay 4 escritores, el primero escribiría el inicio de la historia y se la mandaría al segundo. Este, a su vez, leería el escrito del primero y escribiría su parte siguiendo la historia. Entonces envíaría solamente su parte al tercero, que leería solamente la parte del segundo y le enviaría su parte al cuarto. El último, leería la tercera parte y en base a eso terminaría la historia. Una vez terminado, se publicaría y así todos verían cómo es la historia entera.
Bueno ¿Qué os parece? Pienso que puede resultar divertido.
Las normas básicamente serían:
1-Continuar la historia por donde nos la dejaron, es decir, debe tener cierta coherencia con lo que nos han mandado.
Por ejemplo: Parte1- Wesker estaba en la mansión, acababa de encontrarse con Chris y debía darse prisa para que no le descubrieran. Parte 2- Entonces Supermán siguió volando en busca de Luthor, para llegar a su guarida y salvar a Lois...- Esto no valdría, debemos ajustarnos un poco a lo que nos mandaron.
Pero dentro de unos límites, se puede escribir lo que a uno se le ocurra, eso es lo divertido, ver qué derroteros toma el fic.
2-Evidentemente, respetar las normas del foro.
3-Los escritores que quieran participar deben manifestar su interés anunciando el número de escritor que quieren ser por aquí, por ese tema. Una vez llenado el cupo, os informaré con un mensaje en el foro, diciendo que ya empieza el juego.
4-El número de escritores queda fijado a 5.
5-Cada parte de la historia debe contener alrededor de 700 palabras (más o menos una página) para agilizar un poco el juego.
6-Las partes del fic me las váis mandando por mp y yo se las iré entregando a los siguientes escritores, para tenerlo organizado todo y después, cuando esté terminado, lo publicaré en este foro.
7-La entrega de cada parte queda fijada a una semana, es decir, si os mando vuestra parte el miércoles tenéis hasta el miércoles siguiente.
8- Los Cadáver Exquisito siempre deben versar sobre el universo de Resident evil. (Esto lo hago por que de este tema conocemos todos, pero si a alguien se le ocurre un inicio estupendo del juego, pero es sobre Heidi y hay alguien que nunca ha visto Heidi, por suerte para él xD, no sabrá cómo continuarlo. Así que así se facilitan un poco las cosas
)Por ahora creo que con estas normas irá bien, pero como es la primera vez que lo hago en un foro, si surge algo o se os ocurre algo más, vuestras sugerencias son bienvenidas.
He visto que hay un tema parecido en el foro, pero no es exactamente igual, ya que en ese tema se continúa la historia al descubierto y con pocas frases.
Por cierto, yo ya tengo hecha la primera parte, así que si os animáis le enviaré mi parte al escritor 2 para que pueda continuarla
Bueno pues espero que participéis y que os guste la idea. Seguro que sale algo divertido.
Aquí iré posteando los resultados de cada ronda para tenerlos más a mano:
Ronda 1:
Oculto:
Jill estaba cansada de recorrer la ciudad. Parecía que ese infierno urbano no tuviera fin. Pero no pensaba quedarse allí, no después de haber salido de aquella maldita mansión.
Todo estaba destruido y olvidado. A nadie le importaba ya Raccoon, ni las almas en pena que recorrían sus putrefactas calles en forma de muertos vivientes. Pero Jill seguía allí, sola, rodeada, y sin saber cuál era la salida. Mas la muerte no estaba entre sus opciones, ella saldría de allí costase lo que costase.
Recargó su escopeta después de acabar con un grupo de zombies que la había atacado en un callejón. Comprobó el resto de armas y las existencias de que disponía, entonces reparó en algo, su ocupada mente dejó espacio para un único pensamiento:
Nemesis tardaba mucho en aparecer. Cuando se lo había encontrado por ultima vez, habia huido de él, puesto que no era el lugar ni el momento apropiado. Nunca lo es, se dijo con una media sonrisa de ironía. Pero aquella era de las peores situaciones para encontrarselo; Poca munición, terreno angosto y estrecho...había mejores escenarios para un encuentro tan romántico, pensó, con sarcasmo.
Como si se tratase de una superstición, Jill prefería no mencionarle, ni tan siquiera dentro de su mente en forma de recuerdo. Le daba la sensación de que olería su rastro si osaba dibujar su espeluznante presencia en su cabeza.
Normalmente, su perseguidor reaparecía para dificultar aun mas su huida, al poco tiempo de haberse enfrentado a él. Mas, desde luego, el período era mucho menor cuando se escapaba sin encararse a su enemigo. La última vez, fue de esas en las que consiguió escabullirse sin un rasguño. Por tanto, no tardaría en aparecer.
Esas palabras subyacían en sus pensamientos, pues intentaba reprimirlos con todas sus fuerzas.
Aun así, era extraño, llevaba demasiado tiempo sin aparecer. Y las posibilidades que se le ocurrían oscilaban entre que, por una vez, la suerte le había sonreido y ese ser había muerto o desaparecido sin tener ella que hacer el menor esfuerzo. O que hubiese, de alguna forma, olvidado su existencia. Puede que sus creadores hubiesen cambiado de idea y lo hubiesen "desactivado" de alguna manera...
Pero todo eso no le convencía, aquel era un ser terriblemente fuerte y en apariencia invencible. Era difícil que hubiese perecido sin más. Y tampoco tenía mucho sentido que lo retirasen sin finalizar su objetivo.
Jill suspiró, darle vueltas no le llevaría a ningún sitio, si tenía que aparecer, lo haría sin avisar, como siempre.
Al fin terminó el archivo en la máquina de escribir y recogió más munición del baúl. Entonces estaba preparada para salir y enfrentarse a su destino. Llenó sus pulmones de aire y abrió la puerta: Todo estaba extrañamente silencioso. Devoró todas las esquinas con la mirada en pos de encontrar el origen de esa quietud tan insólita.
Entonces lo descubrió; allí estaba Nemesis de nuevo, pero sus ojos no podían dar crédito a lo que veían. A pesar de todo lo que habían visto sus jóvenes ojos, esto era sin duda lo más extraño que habría podido imaginar y sin duda era la razón por la que su enemigo llevaba tanto tiempo sin aparecer:
Al parecer el maldito monstruo había estado ocupado haciendo “compras” pensó Jill con ironía. Pues desde su último encuentro, en el restaurante, ella logro volar el lanzamisiles del BOW aunque también casi pierde la vida debido a la explosión, sin embargo había salido viva y sin heridas, eso era salir muy bien parada de un enfrentamiento con su peor pesadilla. Pero de nada había servido su acción tan temeraria porque en ese instante lo tenía frente a ella completamente ileso y con arma nueva, al parecer mucho más poderosa que la anterior.
Un sudor frio recorrió la espalda de Jill cuando Némesis pronuncio su grito clásico de guerra STARS! Seguido de su rugido. El monstruo se colocó el misil el posición para dispararle desde la distancia, Jill empuño su Berreta y maldijo su suerte por enésima vez desde que el brote del virus había comenzado, por más que le disparase ella sabía muy bien que esta vez el resultado sería favorable solo para el enviado de Umbrela y debido a la tan estratégica locación de su batalla le era imposible escapar. De pronto el estruendo del misil siendo disparado seguido del zumbido en sus oídos la hizo reaccionar y arrojarse al suelo tras unos botes de basura, el misil se estrelló en una pared metros atrás de ella, cosa que agradeció a su suerte que parecía volver pero eso no duraría mucho ya que la onda explosiva la golpeo con toda su furia haciéndola volar algunos metros hacia delante golpeándose no solo con su barrera de botes de basura sino sufriendo golpes debido al roce con el asfalto pero allí no terminaría todo ya que restos de la extinta pared también habían volado por los aires estrellándose con su ya de por si maltratado cuerpo y sintió el dolor de su carne desgarrarse en varias zonas de su anatomía.
Estuvo a punto de perder el conocimiento pero no podía permitirse tal cosa y menos cuando escuchaba los pasos de su enemigo retumbar en el estrecho callejón mientras se acercaba más y más a ella, intento levantarse exigiéndole a todo su cuerpo que reaccionara pero cada movimiento le causaba un dolor agudo, lanzo un grito de dolor que solo hizo que Némesis apresura su pasos y gritase de nuevo STARS!
Jill por fin logro poner en pie su lastimada humanidad empuño su arma y disparo ráfagas de balas esperando frenar la carrera de la mole que se acercaba a ella, pero las balas solo se estrellaban contra la carne putrefacta sin hacer un daño importante, cuando por fin el cargador estuvo vacío dejo caer con resignación sus brazos a sus costados y se preparó para su inminente final. De nada serbia el hecho de que ella hubiese sobrevivido a la Mansión y peor aún que fuese miembro del mejor equipo táctico de los alrededores, justamente eso era lo que la había condenado a muerte.
-STARS!-Nuevamente el grito de guerra retumbo en sus oídos y sintió la fría y asquerosa mano de su atacante rodear su cuello mientras la levantaba varios centímetros del suelo para comenzar a asfixiarla lentamente. Si esa cosa aun tuviera algo de humanidad en su interior seguramente estaría regodeándose por su dolor, Jill comenzó a sentir como el aire se le terminaba. Cuando sintió que la última de sus fuerzas abandonaría su cuerpo observo por encima del hombro de su Némesis algo que la hizo creer que su suerte había regresado y probablemente salvaría su vida. Detrás del BOW estaba un hombre la U.C.B.S. Si, aquel cuerpo ridículo que Umbrella había enviado como justificación a lo que ellos mismos habían provocado. Muchos esperarían que se tratase de una especie de caballero al rescate de la chica, pero aquello no era nada parecido. Se trataba de un individuo de cabello canoso y cicatrices en el rostro.
Con una potente magnum hizo que Némesis desistiera de su interés por Jill y comenzó a llamar su atención con más y más disparos.
-¡Muere de una vez, maldita cosa! –gritó el hombre con un extraño acento. A medida que Némesis se acercaba, éste iba perdiendo fuerza y terminó por caer antes de llegar a cazar al soldado.
-Gracias por salvarme. –comentó Jill muy agitada y con una sonrisa que se desvaneció por la fría actitud de su salvador.
-¿Salvarte? –preguntó él con tono burlón. –Necesitaba vaciar mi cargador, eso es todo. –agregó con frialdad.
Jill frunció el ceño, aquello le parecía absurdo e insultante, pero no decidió continuar con el tema porque no valía la pena: -Soy Jill Valentine, miembro de los S.T…. –fue interrumpida.
-Ya sé quién eres. –respondió el sujeto. –Soy Nicholai Ginovaef y si piensas que esta cosa no va a levantarse…estás muy equivocada.
Y otra vez empezaba con su tono amenazador. ¿Es que acaso tendría que ser tan descortés con una de las pocas sobrevivientes que había?
-Así que sabes sobre esta criatura. –se le ocurrió decir a Jill. A lo mejor algo soltaría al respecto.
-No es de tu incumbencia. –Y diciendo esto, Nicholai se alejó tan pronto como había llegado.
Un par de minutos después, nuestra protagonista se encontraba examinando una casa que había encontrado no muy lejos de su encuentro con el ruso. No había nada fuera de lo común a exceptuar por los muertos. Había niños y tuvo la desdicha de acabar con sus vidas antes de que ellos terminaran con la suya, una vez terminada esta labor una especie de tristeza la recorrió por completo.
No había visto cadáveres andantes en la Mansión Spencer y aquello era nuevo para ella, sintió pena e impotencia. ¿Qué culpa habían tenido aquellos pequeños? Umbrella debía pagar por sus acciones, pero aquel no era el momento porque primero debía escapar. Ya se preocuparía de tomar venganza y buscar a los responsables directos. Fue entonces cuando escuchó el sonido de ¿sirenas de policías? ¿Aún estaba en pie la policía?
Salió con todas sus fuerzas de la casa y corrió hasta la calle para oír bien de donde provenían los ruidos, pero fue una tontería…la calle estaba llena de zombies que fueron atraídos por el mismo sonido que había escuchado. Fue entonces cuando todos aquellos muertos se dieron la vuelta y ella echó a andar lo más rápido que pudo, esquivaba barricadas y pateaba restos de órganos humanos esparcidos por la acera hasta que pudo llegar a un conjunto de coches de policía. Nada.
Aquello parecía desierto, los coches estaba sonando pero no había nadie allí y otra vez Jill se decepcionó.
-¡Claire! ¿Era necesario el escándalo? –escuchó Jill desde un callejón próximo.
-Era para distraerlos. –dijo una mujer bajando cada vez más la voz.
-¡Alto ahí! –dijo Jill apuntando a los dos individuos que quedaron al descubierto frente a ella.
-¡No dispares! S-Somos humanos. –se le ocurrió decir a Claire.
-Por supuesto que lo somos, Claire. ¿Cómo explicar el hecho que hablamos? –dijo Leon mirando a Claire con reproche.
-¿Qué hacen aquí los dos? –preguntó Jill aunque ya los había escuchado hablando.
-Esas criaturas nos estaban siguiendo y queríamos alejarlos….S-Soy Claire Redfield y él es Leon Kennedy. Llegué a la ciudad porque mi hermano quería llevarme al show de Oscar el elefante del zoo, en cuanto a él….
-¿Redfield? No me digas que eres la hermana de Chris. –se sorprendió Jill.
-Por supuesto que sí, ¿lo conoces? –le brillaron los ojos a Claire.
-Claro, pero debo decirte que Chris se fue hace un par de días atrás. –le aclaró Jill a la chiquilla.
-Siento molestar el reencuentro semifamiliar, pero hay alguien ahí que nos está observando hace rato. –apuntó Leon al techo de un edificio de 3 pisos. La persona rápidamente de escondió entre las sombras.
-A lo mejor es ese ruso psicópata. –dijo la chica S.T.A.R.S.
-¿Quién? –preguntó Claire sin entender nada.
-Un soldado de la U.B.C.S. Tengan mucho cuidado con él, me da mala espina. –comentó Jill y antes que pudiera comentar algo más escucharon un estallido cerca de ellos….
–Oh, Santa Mierda; ¿creéis que esa cosa nos ha visto? –balbuceó a duras penas el policía tras cerrar la entrada del edificio a sus espaldas.
–Diría que no; parece ser que vuestra idea de la sirena al final nos ha servido.
–¡Por supuesto ha servido! ¡Además, la idea fue mía! –reivindicó Claire.
–¡Silencio! ¿Oís eso?
Los tres supervivientes callaron al momento ante la orden de la S.T.A.R.S.
–Son voces. Parece que ese “ruso psicópata” que mencionaste no es el único al que hemos buitreado el refugio… –dijo Claire preocupada.
–Joder, busquemos una puerta o una ventana trasera y larguémonos de este edificio –sugirió Leon.
Un minuto después, el policía continuaba blasfemando mientras era forzado a subir al tercer piso del desolado bloque de viviendas.
–Todo porque a esta machota se le ha ocurrido que ese desconocido y su acompañante misterioso pueden servirnos de algo en esta maldita ciudad. ¡Y un rábano! ¡Para morir, lo más seguro! –refunfuñaba entre dientes.
Los supervivientes subían de cada rellano a otro más sumido en las sombras, conocedores de que de cualquier rincón podía saltar una de esas aberraciones y llevarlos consigo al Infierno.
–Es en esta vivienda; ¿lo oís? –susurró Jill, quien ya había logrado imponerse como la improvisada líder del grupo.
La puerta estaba mal cerrada. La maestra del desbloqueo la abrió con extrema delicadeza, descubriendo un haz de luz que escapaba de su interior, y el grupo se adentró pasillo arriba hasta el otrora comedor, donde todas las fuerzas absurdas del Universo parecían haber confluido en un vórtice de idiotez para dar lugar a la escena más ridícula e inverosímil de que tendrían la desdicha de ser testigos en sus vidas.
–Черт! Кто ебать это те, ?! –gritó Nicholai desde el interior–. ¡Voy a disparar! ¡Te juro que, si se acercan, lo haré! –gritaba fuera de sí.
Nicholai Ginovaef sostenía su descomunal revólver Magnum apuntando directamente a su propia garganta. El tipo que lo acompañaba, un joven con rasgos también caucásicos y un uniforme similar, dio media vuelta para alumbrar a los intrusos con su linterna y apuntarlos con su arma.
–¿Qué le pasa? ¡¿Le han mordido?! –inquirió Claire preocupada.
–Николай! Это зашло слишком далеко! –gritó el desconocido al suicida volviéndose hacia él de nuevo e ignorando por completo a los recién llegados.
–Это будет пойти еще дальше! –le respondió el primero.
–A ver, ¡un momento! ¡No me estoy enterando de nada! –protestó Jill.
–¡Ya te he contado lo del proyecto Nemesis, lo del camión que explotó en la gasolinera, y hasta lo de la bala que se ha teletransportado! –escupió Nicholai contra su compañero–. ¡¿Qué más pruebas necesitas?!
¡Nicholai sabía más de lo que Jill había pensado! ¡No podían permitir que se suicidara!
–¡Un momento! ¿Proyecto Nemesis? ¿Qué sabes acerca de él? –dijo Jill.
–¡Chica S.T.A.R.S., tú lo viste! ¡Tú viste cómo vino a por mí y cómo conseguí derribarlo! ¡Te lo he dicho, Vladimir! ¡Soy inmortal!
–¿Inmortal? Chicos, ahora sí, vámonos… –propuso Leon.
–¡Un momento! ¿Esto de qué va? –dijo Claire dando un paso al frente.
–Nicholai, ¡tienes una flor en el culo, lo reconozco! ¡Incluso yo la tengo; la tenemos todos por aguantar en esta ciudad con vida! ¡Pero si aprietas ese maldito gatillo, amigo, te aseguro que tu cerebro y tu suerte se desparramarán por toda la puta sala! ¿Y qué será de la misión? ¡¿Qué será de mí?! ¿Me vas a dejar a solas con esta panda de frikis? ¡¿Es eso lo que quieres?!
–¡Panda de frikis, dice! –exclamó Leon sin dar crédito–. ¡Vámonos, Claire, por Dios bendito te lo digo!
–¡Leon, este tipo necesita nuestra ayuda!
–¡Pero si está loco, joder! ¡Para darme una ducha de sesos prefiero largarme ahora! –razonó el policía.
–¡A la mierda la misión! ¿Por qué no me creéis? ¡Voy a tener que disparar para que veáis que tengo razón! –amenazó Nicholai fuera de sí.
–¡Callaros! ¡Es un farol! –dijo Jill–. ¡Yo vi cómo descargaba seis tiros con esa arma sobre el B.O.W. allí afuera! ¡Ese cargador está más vacío que la iglesia de mi pueblo en la misa del día después de verbenas!
–¡¿Vacío?! ¡¿Vacío dices?! ¡Ya me habéis hartado! ¡Voy a hacerlo! ¡¡Os juro que voy a hacerlo!!
El U.B.C.S. se llevó el cañón a la sien y comenzó a ejercer presión sobre el gatillo a la vez que todos los presentes estallaban en histeria al mismo tiempo.
–¡No, Nicholai, no lo hagas! –gritó Claire.
–Oh, mierda, ¡yo me largo! –dijo Leon abandonando la sala.
–¡Nicholai! Стоп!!
En un instante, la cabeza del Sargento explotó como una nave espacial despresurizándose y todo el material sanguinolento de su encéfalo salió disparado impregnando el suelo, el techo, las paredes y los cuerpos de los presentes, llegando incluso a herirlos por la velocidad con que sus fragmentos de cráneo habían sido despedidos.
- Inmortal...-susurró Jill.- Otra muerte patética de otro degenerado que se deja llevar por su locura - pensó.
- En fin...vámonos de aquí. - dijo Jill dirigiéndose a sus acompañantes.
Claire y Leon, todavía absortos, asintieron sin poder cerrar la boca del asombro.Jill recomendó al "amigo" de Nicolai que les acompañase, ya que así tendría más posibilidades de sobrevivir. Pero éste, en un arrebato de rabia, arremetió contra ellos y salió corriendo escaleras abajo, casi tropezándose en lugar de bajar. Intentaron detenerle, pero se desvaneció en la oscuridad del edificio.
- Balas que se teletransportan...¿Qué habrá querido decir con eso? - dijo Claire pensativa mientras bajaban sigilosamente las escaleras.
Antes de que nadie pudiera responder, un engendro repugnante rompió una de las ventanas, curiosamente la única que quedaba sin romper, e intentó agarrar a Leon para arrojarlo por ella. El atlético agente, dió un brinco esquivándo el violento ataque, y cuando se dispuso a aniquilar al monstruo, éste cayó desplomado. Jill Valentine había disparado una certera bala que dió en una masa que parecía ser el entrecejo del bicho.
- ¿Estáis bien? - preguntó Leon volviéndose hacia las dos mujeres. Al escrutar la zona, se dio cuenta de que Claire ya no estaba con ellos.
- ¿Dónde está Claire?, estaba detrás de mi- preguntó el policia preocupado.
- Que extraño...vamos a buscarla, no puede andar muy lejos - respondió la atractiva pelirroja.
Pasados 45 minutos desde que empezaron la busqueda, escucharon un grito y, acto seguido, un disparo.
Corrieron hacia el lugar donde habían escuchado la voz. Cuando entraron, se encontraron con Claire y el cuerpo de uno de esos repulsivos hunters a sus pies.
- ¿Qué ha pasado? - preguntaron casi al unísono Jill y Leon.
- No...no lo sé - respondió Claire con la voz entrecortada. Lo único que dijo que recordaba la joven Redfield es que se había dado la vuelta y se había encontrado con aquella criatura verde.
- Suficiente, busquemos a los supervivientes que podamos y larguémonos de aquí - dijo Leon.
Transcurrieron más de 2 horas hasta que encontraron una vía de escape relativamente segura: una vieja camioneta de esas que parece que se van a caer a pedazos, pero que son increíblemente resistentes, por lo que parecía.Lo tenían todo dispuesto, agruparon a los supervivientes y en el momento de ponerse en marcha Jill notó en la nuca el frío acero del cañón de una pistola. Era Claire. Una Claire diferente, con otra expresión, incluso el color de los ojos le había cambiado.
- ¿Qué ocurre, Claire?, ¿estás bien? - preguntó Jill con voz tranquilizadora. Pero Claire no contestaba, la miraba friamente dispuesta a apretar el gatillo...
- ¡Bang! - sonó el estruendoso disparo de una escopeta.
Claire cayó desplomada, Jill y el rubio agente se miraron buscando al culpable.
- Esa no era Claire - afirmó una conocida voz para Jill Valentine.
De entre las sombras apareció la corpulenta silueta de Chris Redfield.
- ¿¡Cómo!? - exclamaron, casi a la vez, los policias extrañados. Se miraron rápidamente de reojo, en un movimiento casi imperceptible. Era la segunda vez que hablaban al mismo tiempo, parecía que lo hubiesen ensayado.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro?, es tu hermana, pero esto... - comentó Leon, que no salía de su asombro.
- Porque tengo a mi hermana justo detrás de mi - indicó el reciente aparecido apartándose.
Parecía que Jill y Leon formaban parte de aquél famoso cuadro de Edward Munch. A Chris casi le entraron ganas de reir, pero no había tiempo.
- Dejemos las explicaciones para luego - convino - Primero hay que acabar con esa cosa.
La falsa Claire se había incorporado tambaleándose y riendo de manera estridente. Antes de que le diera tiempo a coger aire, los cuatro supervivientes acribillaron a la patética criatura, cayéndo ésta al suelo convulsionándo y retorciéndose.
- Aparcad esa chatarra ahí, y subid a un vehiculo de verdad - gritó el militar señalando el helicóptero.
Al subir Jill se dirigió a Chris- ¿Pero tu no estabas...?, ¿ Sabes qué demonios ha pasado aquí? - preguntó la joven llena de dudas.
- Toma - dijo Chris, entregándole unos documentos. - Puedes leerlos de camino a casa - dijo mientras le ayudaba a subir al helicóptero.
Una vez dentro, Jill comenzó a leer; experimentos horribles, mutantes repugnantes,...y algo que hablaba sobre teletransportación y un virus que modificaba el aspecto de los sujetos para trasformarlos en otras personas...por supuesto, con horribles efectos secundarios, si el huesped no era válido.
De fondo se escuchaba la conversación de Claire y Leon. La chica 'made in heaven' le relataba al agente novato como había aparecido de repente en otro lugar, en el que curiosamente se encontraba Chris.
Jill pensó que todo eso era bastante ridículo, ni siquiera calculaban bien a dónde enviaban a sus víctimas...al lado de Chris Redfield, todo un acierto. Y para colmo, la falsa, aparece en un lugar equivocado...prefirió cerrar los ojos y abandonarse al sueño, en vez de dejarse llevar por la vergüenza agena que empezó a surgirle al pensar en esas cosas.
FIN.
Todo estaba destruido y olvidado. A nadie le importaba ya Raccoon, ni las almas en pena que recorrían sus putrefactas calles en forma de muertos vivientes. Pero Jill seguía allí, sola, rodeada, y sin saber cuál era la salida. Mas la muerte no estaba entre sus opciones, ella saldría de allí costase lo que costase.
Recargó su escopeta después de acabar con un grupo de zombies que la había atacado en un callejón. Comprobó el resto de armas y las existencias de que disponía, entonces reparó en algo, su ocupada mente dejó espacio para un único pensamiento:
Nemesis tardaba mucho en aparecer. Cuando se lo había encontrado por ultima vez, habia huido de él, puesto que no era el lugar ni el momento apropiado. Nunca lo es, se dijo con una media sonrisa de ironía. Pero aquella era de las peores situaciones para encontrarselo; Poca munición, terreno angosto y estrecho...había mejores escenarios para un encuentro tan romántico, pensó, con sarcasmo.
Como si se tratase de una superstición, Jill prefería no mencionarle, ni tan siquiera dentro de su mente en forma de recuerdo. Le daba la sensación de que olería su rastro si osaba dibujar su espeluznante presencia en su cabeza.
Normalmente, su perseguidor reaparecía para dificultar aun mas su huida, al poco tiempo de haberse enfrentado a él. Mas, desde luego, el período era mucho menor cuando se escapaba sin encararse a su enemigo. La última vez, fue de esas en las que consiguió escabullirse sin un rasguño. Por tanto, no tardaría en aparecer.
Esas palabras subyacían en sus pensamientos, pues intentaba reprimirlos con todas sus fuerzas.
Aun así, era extraño, llevaba demasiado tiempo sin aparecer. Y las posibilidades que se le ocurrían oscilaban entre que, por una vez, la suerte le había sonreido y ese ser había muerto o desaparecido sin tener ella que hacer el menor esfuerzo. O que hubiese, de alguna forma, olvidado su existencia. Puede que sus creadores hubiesen cambiado de idea y lo hubiesen "desactivado" de alguna manera...
Pero todo eso no le convencía, aquel era un ser terriblemente fuerte y en apariencia invencible. Era difícil que hubiese perecido sin más. Y tampoco tenía mucho sentido que lo retirasen sin finalizar su objetivo.
Jill suspiró, darle vueltas no le llevaría a ningún sitio, si tenía que aparecer, lo haría sin avisar, como siempre.
Al fin terminó el archivo en la máquina de escribir y recogió más munición del baúl. Entonces estaba preparada para salir y enfrentarse a su destino. Llenó sus pulmones de aire y abrió la puerta: Todo estaba extrañamente silencioso. Devoró todas las esquinas con la mirada en pos de encontrar el origen de esa quietud tan insólita.
Entonces lo descubrió; allí estaba Nemesis de nuevo, pero sus ojos no podían dar crédito a lo que veían. A pesar de todo lo que habían visto sus jóvenes ojos, esto era sin duda lo más extraño que habría podido imaginar y sin duda era la razón por la que su enemigo llevaba tanto tiempo sin aparecer:
Al parecer el maldito monstruo había estado ocupado haciendo “compras” pensó Jill con ironía. Pues desde su último encuentro, en el restaurante, ella logro volar el lanzamisiles del BOW aunque también casi pierde la vida debido a la explosión, sin embargo había salido viva y sin heridas, eso era salir muy bien parada de un enfrentamiento con su peor pesadilla. Pero de nada había servido su acción tan temeraria porque en ese instante lo tenía frente a ella completamente ileso y con arma nueva, al parecer mucho más poderosa que la anterior.
Un sudor frio recorrió la espalda de Jill cuando Némesis pronuncio su grito clásico de guerra STARS! Seguido de su rugido. El monstruo se colocó el misil el posición para dispararle desde la distancia, Jill empuño su Berreta y maldijo su suerte por enésima vez desde que el brote del virus había comenzado, por más que le disparase ella sabía muy bien que esta vez el resultado sería favorable solo para el enviado de Umbrela y debido a la tan estratégica locación de su batalla le era imposible escapar. De pronto el estruendo del misil siendo disparado seguido del zumbido en sus oídos la hizo reaccionar y arrojarse al suelo tras unos botes de basura, el misil se estrelló en una pared metros atrás de ella, cosa que agradeció a su suerte que parecía volver pero eso no duraría mucho ya que la onda explosiva la golpeo con toda su furia haciéndola volar algunos metros hacia delante golpeándose no solo con su barrera de botes de basura sino sufriendo golpes debido al roce con el asfalto pero allí no terminaría todo ya que restos de la extinta pared también habían volado por los aires estrellándose con su ya de por si maltratado cuerpo y sintió el dolor de su carne desgarrarse en varias zonas de su anatomía.
Estuvo a punto de perder el conocimiento pero no podía permitirse tal cosa y menos cuando escuchaba los pasos de su enemigo retumbar en el estrecho callejón mientras se acercaba más y más a ella, intento levantarse exigiéndole a todo su cuerpo que reaccionara pero cada movimiento le causaba un dolor agudo, lanzo un grito de dolor que solo hizo que Némesis apresura su pasos y gritase de nuevo STARS!
Jill por fin logro poner en pie su lastimada humanidad empuño su arma y disparo ráfagas de balas esperando frenar la carrera de la mole que se acercaba a ella, pero las balas solo se estrellaban contra la carne putrefacta sin hacer un daño importante, cuando por fin el cargador estuvo vacío dejo caer con resignación sus brazos a sus costados y se preparó para su inminente final. De nada serbia el hecho de que ella hubiese sobrevivido a la Mansión y peor aún que fuese miembro del mejor equipo táctico de los alrededores, justamente eso era lo que la había condenado a muerte.
-STARS!-Nuevamente el grito de guerra retumbo en sus oídos y sintió la fría y asquerosa mano de su atacante rodear su cuello mientras la levantaba varios centímetros del suelo para comenzar a asfixiarla lentamente. Si esa cosa aun tuviera algo de humanidad en su interior seguramente estaría regodeándose por su dolor, Jill comenzó a sentir como el aire se le terminaba. Cuando sintió que la última de sus fuerzas abandonaría su cuerpo observo por encima del hombro de su Némesis algo que la hizo creer que su suerte había regresado y probablemente salvaría su vida. Detrás del BOW estaba un hombre la U.C.B.S. Si, aquel cuerpo ridículo que Umbrella había enviado como justificación a lo que ellos mismos habían provocado. Muchos esperarían que se tratase de una especie de caballero al rescate de la chica, pero aquello no era nada parecido. Se trataba de un individuo de cabello canoso y cicatrices en el rostro.
Con una potente magnum hizo que Némesis desistiera de su interés por Jill y comenzó a llamar su atención con más y más disparos.
-¡Muere de una vez, maldita cosa! –gritó el hombre con un extraño acento. A medida que Némesis se acercaba, éste iba perdiendo fuerza y terminó por caer antes de llegar a cazar al soldado.
-Gracias por salvarme. –comentó Jill muy agitada y con una sonrisa que se desvaneció por la fría actitud de su salvador.
-¿Salvarte? –preguntó él con tono burlón. –Necesitaba vaciar mi cargador, eso es todo. –agregó con frialdad.
Jill frunció el ceño, aquello le parecía absurdo e insultante, pero no decidió continuar con el tema porque no valía la pena: -Soy Jill Valentine, miembro de los S.T…. –fue interrumpida.
-Ya sé quién eres. –respondió el sujeto. –Soy Nicholai Ginovaef y si piensas que esta cosa no va a levantarse…estás muy equivocada.
Y otra vez empezaba con su tono amenazador. ¿Es que acaso tendría que ser tan descortés con una de las pocas sobrevivientes que había?
-Así que sabes sobre esta criatura. –se le ocurrió decir a Jill. A lo mejor algo soltaría al respecto.
-No es de tu incumbencia. –Y diciendo esto, Nicholai se alejó tan pronto como había llegado.
Un par de minutos después, nuestra protagonista se encontraba examinando una casa que había encontrado no muy lejos de su encuentro con el ruso. No había nada fuera de lo común a exceptuar por los muertos. Había niños y tuvo la desdicha de acabar con sus vidas antes de que ellos terminaran con la suya, una vez terminada esta labor una especie de tristeza la recorrió por completo.
No había visto cadáveres andantes en la Mansión Spencer y aquello era nuevo para ella, sintió pena e impotencia. ¿Qué culpa habían tenido aquellos pequeños? Umbrella debía pagar por sus acciones, pero aquel no era el momento porque primero debía escapar. Ya se preocuparía de tomar venganza y buscar a los responsables directos. Fue entonces cuando escuchó el sonido de ¿sirenas de policías? ¿Aún estaba en pie la policía?
Salió con todas sus fuerzas de la casa y corrió hasta la calle para oír bien de donde provenían los ruidos, pero fue una tontería…la calle estaba llena de zombies que fueron atraídos por el mismo sonido que había escuchado. Fue entonces cuando todos aquellos muertos se dieron la vuelta y ella echó a andar lo más rápido que pudo, esquivaba barricadas y pateaba restos de órganos humanos esparcidos por la acera hasta que pudo llegar a un conjunto de coches de policía. Nada.
Aquello parecía desierto, los coches estaba sonando pero no había nadie allí y otra vez Jill se decepcionó.
-¡Claire! ¿Era necesario el escándalo? –escuchó Jill desde un callejón próximo.
-Era para distraerlos. –dijo una mujer bajando cada vez más la voz.
-¡Alto ahí! –dijo Jill apuntando a los dos individuos que quedaron al descubierto frente a ella.
-¡No dispares! S-Somos humanos. –se le ocurrió decir a Claire.
-Por supuesto que lo somos, Claire. ¿Cómo explicar el hecho que hablamos? –dijo Leon mirando a Claire con reproche.
-¿Qué hacen aquí los dos? –preguntó Jill aunque ya los había escuchado hablando.
-Esas criaturas nos estaban siguiendo y queríamos alejarlos….S-Soy Claire Redfield y él es Leon Kennedy. Llegué a la ciudad porque mi hermano quería llevarme al show de Oscar el elefante del zoo, en cuanto a él….
-¿Redfield? No me digas que eres la hermana de Chris. –se sorprendió Jill.
-Por supuesto que sí, ¿lo conoces? –le brillaron los ojos a Claire.
-Claro, pero debo decirte que Chris se fue hace un par de días atrás. –le aclaró Jill a la chiquilla.
-Siento molestar el reencuentro semifamiliar, pero hay alguien ahí que nos está observando hace rato. –apuntó Leon al techo de un edificio de 3 pisos. La persona rápidamente de escondió entre las sombras.
-A lo mejor es ese ruso psicópata. –dijo la chica S.T.A.R.S.
-¿Quién? –preguntó Claire sin entender nada.
-Un soldado de la U.B.C.S. Tengan mucho cuidado con él, me da mala espina. –comentó Jill y antes que pudiera comentar algo más escucharon un estallido cerca de ellos….
–Oh, Santa Mierda; ¿creéis que esa cosa nos ha visto? –balbuceó a duras penas el policía tras cerrar la entrada del edificio a sus espaldas.
–Diría que no; parece ser que vuestra idea de la sirena al final nos ha servido.
–¡Por supuesto ha servido! ¡Además, la idea fue mía! –reivindicó Claire.
–¡Silencio! ¿Oís eso?
Los tres supervivientes callaron al momento ante la orden de la S.T.A.R.S.
–Son voces. Parece que ese “ruso psicópata” que mencionaste no es el único al que hemos buitreado el refugio… –dijo Claire preocupada.
–Joder, busquemos una puerta o una ventana trasera y larguémonos de este edificio –sugirió Leon.
Un minuto después, el policía continuaba blasfemando mientras era forzado a subir al tercer piso del desolado bloque de viviendas.
–Todo porque a esta machota se le ha ocurrido que ese desconocido y su acompañante misterioso pueden servirnos de algo en esta maldita ciudad. ¡Y un rábano! ¡Para morir, lo más seguro! –refunfuñaba entre dientes.
Los supervivientes subían de cada rellano a otro más sumido en las sombras, conocedores de que de cualquier rincón podía saltar una de esas aberraciones y llevarlos consigo al Infierno.
–Es en esta vivienda; ¿lo oís? –susurró Jill, quien ya había logrado imponerse como la improvisada líder del grupo.
La puerta estaba mal cerrada. La maestra del desbloqueo la abrió con extrema delicadeza, descubriendo un haz de luz que escapaba de su interior, y el grupo se adentró pasillo arriba hasta el otrora comedor, donde todas las fuerzas absurdas del Universo parecían haber confluido en un vórtice de idiotez para dar lugar a la escena más ridícula e inverosímil de que tendrían la desdicha de ser testigos en sus vidas.
–Черт! Кто ебать это те, ?! –gritó Nicholai desde el interior–. ¡Voy a disparar! ¡Te juro que, si se acercan, lo haré! –gritaba fuera de sí.
Nicholai Ginovaef sostenía su descomunal revólver Magnum apuntando directamente a su propia garganta. El tipo que lo acompañaba, un joven con rasgos también caucásicos y un uniforme similar, dio media vuelta para alumbrar a los intrusos con su linterna y apuntarlos con su arma.
–¿Qué le pasa? ¡¿Le han mordido?! –inquirió Claire preocupada.
–Николай! Это зашло слишком далеко! –gritó el desconocido al suicida volviéndose hacia él de nuevo e ignorando por completo a los recién llegados.
–Это будет пойти еще дальше! –le respondió el primero.
–A ver, ¡un momento! ¡No me estoy enterando de nada! –protestó Jill.
–¡Ya te he contado lo del proyecto Nemesis, lo del camión que explotó en la gasolinera, y hasta lo de la bala que se ha teletransportado! –escupió Nicholai contra su compañero–. ¡¿Qué más pruebas necesitas?!
¡Nicholai sabía más de lo que Jill había pensado! ¡No podían permitir que se suicidara!
–¡Un momento! ¿Proyecto Nemesis? ¿Qué sabes acerca de él? –dijo Jill.
–¡Chica S.T.A.R.S., tú lo viste! ¡Tú viste cómo vino a por mí y cómo conseguí derribarlo! ¡Te lo he dicho, Vladimir! ¡Soy inmortal!
–¿Inmortal? Chicos, ahora sí, vámonos… –propuso Leon.
–¡Un momento! ¿Esto de qué va? –dijo Claire dando un paso al frente.
–Nicholai, ¡tienes una flor en el culo, lo reconozco! ¡Incluso yo la tengo; la tenemos todos por aguantar en esta ciudad con vida! ¡Pero si aprietas ese maldito gatillo, amigo, te aseguro que tu cerebro y tu suerte se desparramarán por toda la puta sala! ¿Y qué será de la misión? ¡¿Qué será de mí?! ¿Me vas a dejar a solas con esta panda de frikis? ¡¿Es eso lo que quieres?!
–¡Panda de frikis, dice! –exclamó Leon sin dar crédito–. ¡Vámonos, Claire, por Dios bendito te lo digo!
–¡Leon, este tipo necesita nuestra ayuda!
–¡Pero si está loco, joder! ¡Para darme una ducha de sesos prefiero largarme ahora! –razonó el policía.
–¡A la mierda la misión! ¿Por qué no me creéis? ¡Voy a tener que disparar para que veáis que tengo razón! –amenazó Nicholai fuera de sí.
–¡Callaros! ¡Es un farol! –dijo Jill–. ¡Yo vi cómo descargaba seis tiros con esa arma sobre el B.O.W. allí afuera! ¡Ese cargador está más vacío que la iglesia de mi pueblo en la misa del día después de verbenas!
–¡¿Vacío?! ¡¿Vacío dices?! ¡Ya me habéis hartado! ¡Voy a hacerlo! ¡¡Os juro que voy a hacerlo!!
El U.B.C.S. se llevó el cañón a la sien y comenzó a ejercer presión sobre el gatillo a la vez que todos los presentes estallaban en histeria al mismo tiempo.
–¡No, Nicholai, no lo hagas! –gritó Claire.
–Oh, mierda, ¡yo me largo! –dijo Leon abandonando la sala.
–¡Nicholai! Стоп!!
En un instante, la cabeza del Sargento explotó como una nave espacial despresurizándose y todo el material sanguinolento de su encéfalo salió disparado impregnando el suelo, el techo, las paredes y los cuerpos de los presentes, llegando incluso a herirlos por la velocidad con que sus fragmentos de cráneo habían sido despedidos.
- Inmortal...-susurró Jill.- Otra muerte patética de otro degenerado que se deja llevar por su locura - pensó.
- En fin...vámonos de aquí. - dijo Jill dirigiéndose a sus acompañantes.
Claire y Leon, todavía absortos, asintieron sin poder cerrar la boca del asombro.Jill recomendó al "amigo" de Nicolai que les acompañase, ya que así tendría más posibilidades de sobrevivir. Pero éste, en un arrebato de rabia, arremetió contra ellos y salió corriendo escaleras abajo, casi tropezándose en lugar de bajar. Intentaron detenerle, pero se desvaneció en la oscuridad del edificio.
- Balas que se teletransportan...¿Qué habrá querido decir con eso? - dijo Claire pensativa mientras bajaban sigilosamente las escaleras.
Antes de que nadie pudiera responder, un engendro repugnante rompió una de las ventanas, curiosamente la única que quedaba sin romper, e intentó agarrar a Leon para arrojarlo por ella. El atlético agente, dió un brinco esquivándo el violento ataque, y cuando se dispuso a aniquilar al monstruo, éste cayó desplomado. Jill Valentine había disparado una certera bala que dió en una masa que parecía ser el entrecejo del bicho.
- ¿Estáis bien? - preguntó Leon volviéndose hacia las dos mujeres. Al escrutar la zona, se dio cuenta de que Claire ya no estaba con ellos.
- ¿Dónde está Claire?, estaba detrás de mi- preguntó el policia preocupado.
- Que extraño...vamos a buscarla, no puede andar muy lejos - respondió la atractiva pelirroja.
Pasados 45 minutos desde que empezaron la busqueda, escucharon un grito y, acto seguido, un disparo.
Corrieron hacia el lugar donde habían escuchado la voz. Cuando entraron, se encontraron con Claire y el cuerpo de uno de esos repulsivos hunters a sus pies.
- ¿Qué ha pasado? - preguntaron casi al unísono Jill y Leon.
- No...no lo sé - respondió Claire con la voz entrecortada. Lo único que dijo que recordaba la joven Redfield es que se había dado la vuelta y se había encontrado con aquella criatura verde.
- Suficiente, busquemos a los supervivientes que podamos y larguémonos de aquí - dijo Leon.
Transcurrieron más de 2 horas hasta que encontraron una vía de escape relativamente segura: una vieja camioneta de esas que parece que se van a caer a pedazos, pero que son increíblemente resistentes, por lo que parecía.Lo tenían todo dispuesto, agruparon a los supervivientes y en el momento de ponerse en marcha Jill notó en la nuca el frío acero del cañón de una pistola. Era Claire. Una Claire diferente, con otra expresión, incluso el color de los ojos le había cambiado.
- ¿Qué ocurre, Claire?, ¿estás bien? - preguntó Jill con voz tranquilizadora. Pero Claire no contestaba, la miraba friamente dispuesta a apretar el gatillo...
- ¡Bang! - sonó el estruendoso disparo de una escopeta.
Claire cayó desplomada, Jill y el rubio agente se miraron buscando al culpable.
- Esa no era Claire - afirmó una conocida voz para Jill Valentine.
De entre las sombras apareció la corpulenta silueta de Chris Redfield.
- ¿¡Cómo!? - exclamaron, casi a la vez, los policias extrañados. Se miraron rápidamente de reojo, en un movimiento casi imperceptible. Era la segunda vez que hablaban al mismo tiempo, parecía que lo hubiesen ensayado.
- ¿Cómo puedes estar tan seguro?, es tu hermana, pero esto... - comentó Leon, que no salía de su asombro.
- Porque tengo a mi hermana justo detrás de mi - indicó el reciente aparecido apartándose.
Parecía que Jill y Leon formaban parte de aquél famoso cuadro de Edward Munch. A Chris casi le entraron ganas de reir, pero no había tiempo.
- Dejemos las explicaciones para luego - convino - Primero hay que acabar con esa cosa.
La falsa Claire se había incorporado tambaleándose y riendo de manera estridente. Antes de que le diera tiempo a coger aire, los cuatro supervivientes acribillaron a la patética criatura, cayéndo ésta al suelo convulsionándo y retorciéndose.
- Aparcad esa chatarra ahí, y subid a un vehiculo de verdad - gritó el militar señalando el helicóptero.
Al subir Jill se dirigió a Chris- ¿Pero tu no estabas...?, ¿ Sabes qué demonios ha pasado aquí? - preguntó la joven llena de dudas.
- Toma - dijo Chris, entregándole unos documentos. - Puedes leerlos de camino a casa - dijo mientras le ayudaba a subir al helicóptero.
Una vez dentro, Jill comenzó a leer; experimentos horribles, mutantes repugnantes,...y algo que hablaba sobre teletransportación y un virus que modificaba el aspecto de los sujetos para trasformarlos en otras personas...por supuesto, con horribles efectos secundarios, si el huesped no era válido.
De fondo se escuchaba la conversación de Claire y Leon. La chica 'made in heaven' le relataba al agente novato como había aparecido de repente en otro lugar, en el que curiosamente se encontraba Chris.
Jill pensó que todo eso era bastante ridículo, ni siquiera calculaban bien a dónde enviaban a sus víctimas...al lado de Chris Redfield, todo un acierto. Y para colmo, la falsa, aparece en un lugar equivocado...prefirió cerrar los ojos y abandonarse al sueño, en vez de dejarse llevar por la vergüenza agena que empezó a surgirle al pensar en esas cosas.
FIN.
Ronda 2
Oculto:
Oscuridad...
Eso es lo único que pudo ver al despertar. - ¿Dónde estoy? - pensó.
No recordaba gran cosa. Tenía todo el cuerpo dolorido y sentía un extraño hormigueo en el lado derecho de su cuerpo, sobre todo en la cara y el brazo.
Intentó incorporarse y lo consiguió a duras penas. Poco a poco fue recuperando la visión. Sentía como si la sala en la que se encontraba diera vueltas.
Tenía hambre y la boca seca, no sabía cuanto tiempo llevaba así. Su ropa estaba muy ensangrentada, sin embargo, no tenía heridas graves ni internas.
Se puso en pie y observó el lugar. Todo estaba destrozado, era una especie de pasillo ancho y lúgubre. El azul oscuro era el color que predominaba. El suelo tenía pequeñas luces, y había una hilera de compuertas en una de las paredes.
- ¿Cómo habré llegado hasta aquí? - se preguntó.
- Clin clin...- se escuchó un sonido metálico, como si se hubiese caido algo.
Miró en la dirección del sonido. Sigilosamente fue acercándose al lugar de donde procedía el sonido. Se pegó a la pared y se asomó ligeramente. No se veía nada,...solo una negrura casi opaca, como si hubiese un muro negro.
Cuando dejó de asomarse, escuchó un grito desgarrador, como si saliera de las entrañas directamente, sin tener que atravesar la garganta.
Sintió un profundo escalofrío y ganas de echar a correr...pero era una persona calmada que controlaba a la perfección sus impulsos en esas situaciones.
Tenía que conseguir un arma, algo para defenderse. Lo que sea que había emitido ese horripilante sonido, no debía de ser humano ni parecía que quisiera hacer amigos precisamente. Se giró agilmente, evitando hacer ruido. Echó un vistazo rápido, escrutando el lugar en busca de algo que pudiera servir. Sólo había trozos de cristales y grandes piezas pertenecientes a alguna máquina o a parte de la sala destrozada.
Se dio cuenta de que había una compuerta circular y enorme, al final del pasillo, en el lado contrario de donde procedía el grito. Corrió hacia ella, intentó abrirla por todos los medios, pero era imposible, estaba cerrada herméticamente.
Escuchó pisadas, unas pisadas pegajosas y torpes.
Se arrancó un pedazo de su camiseta, cogió un pedazo de cristal y envolvió la parte de abajo, creando así una especie de puñal. Escuchaba como se acercaba la cosa, cada vez más.
Se preparó para el enfrentamiento. Algo grisáceo giró la esquina, se movia de una manera extraña, como si se le desencajasen los huesos y se le volviesen a colocar, con cada movimiento. Era un ser alto y viscoso.
- Queda claro que no es humano...pero, ¿qué coño es eso?- pensó.
Antes de que volviese a pestañear, el humanoide se deslizó rápidamente hasta su lado y casi consiguió darle un "abrazo". Se defendió como pudo, clavándole el cristal en las partes que en cualquier ser humano son vitales, pero la cosa no parecía inmutarse, ni siquiera sangraba.
Cuando ya no sabía qué más hacer, la cosa cayó partiéndose en dos. A su vez, cada una de sus partes se retorció quedando inerte.
No cabía en su asombro, ¿qué había pasado?.
- Ni siquiera me das las gracias - le susurró al oido una profunda y sensual voz de mujer.
- ¿Eh? - dijo sin saber qué contestar.
- Muy elocuente.- dijo enarcando una ceja. -
Nos vemos luego, "señor Nivans". - dijo la mujer mientras subía con lo que parecía un artilugio de batman.
- Nivans... - repitió. De repente todo cobró sentido, él era Piers Nivans, agente de la BSAA, y estaba en un submarino en el que se quedó atrapado al arriesgar su vida para salvar la de su capitán.
Cayó en la cuenta de que ya no era un monstruo y había recuperado su brazo. ¿Qué le había pasado?. Claro, la mujer...Ada Wong, ella le daría respuestas, pero cuando se dió cuenta, ésta habìa desaparecido.
- ¡Ada!, ¡espera! - solo se le ocurrió decir eso. Ya era tarde, tenía que encontrar la manera de salir de allí, ya se encontraría a la señorita Wong por el camino...
Primero debo salir." Dijo Piers queriendo despejarse la mente porque esa mujer no se la podía quitar de la cabeza. Ella tenía que saber que estaba pasando en ese lugar y como él tenía su brazo normal y sin mutación. Siguió caminando con la oscuridad nublando sus sentidos pero no podía ver ni oír nada de nada hasta que llegó a una puerta según creyó por el picaporte y la abrió entonces llegó a un cuarto todo blanco y muy luminoso pero no había ningún objeto o mueble dentro.
"¡¡¿Esto es una broma??!"
"No señor Nivans.", se oyó desde alguna parte pero que él no podía ver y le pareció escuchar una carcajada maquiavélica. Piers ya enojado intentó pegarle a las paredes a ver si podía arrancarse pero no pasaba nada.
"¿Tienes alguna idea del tiempo que me hiciste perder?" Apareció Chris Redfield en medio del cuarto y con los brazos cruzados, estaba igual como lo vio la última vez y antes del sacrificio.
"Capitán.......Chris, yo nunca quise....."
"Jamás salí con vida, Piers."
"¡No!"
"Eso es cierto, soldado." Dijo la voz que se rió al inicio y apareció al lado de Chris Redfield. Era un hombre rubio, desaliñado y con gafas negras. "¿Creías que Chris salió? Nunca lo hizo y quedó sepultado entre escombros mientras que tú....tú sobreviviste por estar infectado."
Cuando terminó de hablar Chris desapareció y se quedó solo con el de las gafas negras.
"Eres el futuro, hijo."
"¡No soy ningún futuro. Quiero que me diga dónde mierda estoy y cómo salir antes de que te mate!" Le gritó el soldado de la bsaa y el rubio se rió más todavía.
"¿Matarme? ¿Con ese puñal improvisado? Tienes agallas."
"Cállate."
"Despertaste antes de lo previsto según veo......te traje de vuelta a la vida y creo que por eso me debes un favor."
"Yo no le pedí que lo hiciera." Piers ya estaba perdiendo la paciencia con el sujeto raro y solo quería irse a casa, reportarse en la bsaa y ver si en verdad Chris había muerto en la misión porque al hombre no le creía nada.
"La humanidad si y ahora eres prueba viviente de la supremacía de nuestra especie."
"¿Nuestra especie señor?"
"Piers Nivans, soy Albert Wesker.......me imagino que Chris te habrá contado de mí." Y quitándose las gafas mostró unos extraños ojos y Piers quedó espantado. Wesker había muerto hace años atrás en esa misión en el continente africano que había tenido Chris ¿pero que estaba pasando ahí? El soldado quiso mostrarse firme y que nada temía así que se hizo el no impresionado y le dijo "Parece que lo mencionó una vez pero no me acuerdo bien, ahora indíqueme la salida y váyase por donde vino."
Wesker dejó de sonreír y desapareció para dejar paso a un montón de zombies que salieron de la nada entonces Piers tomó bien su puñal y empezó a atacarlos pero ellos lo mordieron en ambos brazos. Los gritos de dolor de Piers eran desgarradores y la sangre cubría las paredes blancas del lugar hasta que todo desapareció. No había ni zombies ni sangre y menos heridas en sus brazos.
"Me sorprende el poder de la mente ¿y a usted?" Habló Wesker.
"Esto no es posible."
"Bienvenido a la Simulación de prueba 392, como puedes ver aquí todo se hace según mi voluntad y puedo hacer aparecer a quien quiera con el solo gusto de torturarte."
"¿Crees que voy a creerme esa tontera?"
Al hablar Piers aparecieron frente a él una mujer y una pequeña niña, ambas siendo acechadas por zombies.
"Esto es ficticio, no es real." Piers intentó mirar hacia otro lado pero los gritos que pegaban las dos eran de pesadilla. No podía aguantarlo y tenía que hacer algo ya.
"¡Basta!" Gritó Piers viendo como su mamá y su hermana pequeña estaban siendo devoradas.
"Fácil." Wesker estaba triunfando y quebrar a Nivans fue más fácil de lo que pensó.
"¿Vas a ayudarme con el favor o no? Puedo continuar toda la eternidad si quieres y utilizar a todos tus parientes y amigos cercanos." Wesker sabía como manipular personas y si lo hizo antes de más podía hacerlo con un joven idealista como Piers Nivans.
"¿Qué pides a cambio?"
Una voluptuosa sonrisa de satisfacción apareció en los labios de Wesker al escuchar las palabras del joven soldado.
-Es sencillo, ni siquiera te pediré algo muy complicado. Verás, yo necesito una cosa, en mi caso sería bastante engorroso conseguirlo y a mi no me gusta ensuciarme las manos. Pero, por el contrario, para ti sería muy fácil de lograr. Si me lo traes, te librarás de las pesadillas y puede que sepas algo más sobre tu compañero. Es un trato bastante coherente.
-Déjate de palabrería y ve al grano.- Repuso Piers con descaro.
Wesker soltó una desconcertante y corta risa chulesca. -Está bien, no seas impaciente. Te lo explicaré todo detalladamente.
Esa escena reververaba en los recuerdos de Piers mientras se dirigía a la sede de la BSAA. Tenía que cumplir su objetivo y regresar al punto de encuentro.
"Y recuerda, este simulador no desaparecerá de tu mente hasta que yo lo decida, tienes instalado un nanochip en el cerebro que puede llevarte al infierno en cualquier momento"
Piers no pensaba dejarse engañar tan fácilmente, pero tenía que descubrir qué había sucedido con Chris realmente. Y descubrir qué hacía Wesker vivo después del incidente en África.
Pero por ahora debía seguirle el juego para que no sospechase.
Al fin llegó a la central, todos le recibieron con alegría y admiración. Mas, al preguntar por su compañero solamente obtuvo largos suspiros y miradas perdidas. Parecía que Wesker no mentía.
La misión era ciertamente arriesgada, no obstante, no era precisamente complicada. Solamente debía acceder a una muestra del nuevo virus obtenida por sus compañeros en la misión a Edonia. La BSAA también tenía sus propios recursos para fabricar vacunas, en esos tiempos uno no se podía fiar de nadie. Ni siquiera del impecable agente Nivans. Pues había conseguido aquél microorganismo letal encerrado en un pequeño tubo transparente. Probablemente le acabarían descubriendo, pero bien poco le importaba. Él estaba del lado de la verdad y creía que la justicia se acabaría imponiendo.
-¿Traes lo que te pedí?- Pronunció de nuevo la voz de Wesker.
Piers se limitó a asentir. -Pero antes de que te lo entregue debes quitarme esto. Si no, no hay trato.- Dijo señalándose la cabeza.
-La impaciencia, defecto de la juventud...
-Déjate de refranes estúpidos.
-Verás, es que eso no se puede quitar así como así. Además, eres un valioso aliado para mí, quiero asegurarme tu lealtad de alguna forma. ¿Entiendes?
-Ese era el trato, si no me lo quitas, no hay muestra.
-Está bien. Lo haré para que veas que puedes fiarte de mi. No soy tan malo, después de todo. Y tu me debes la vida.
-Yo no te debo nada.- Respondió con firmeza en la mirada. -¡Quítamelo ahora!- Exigió tensando los músculos.
-No te enfades. Túmbate en el sillón de nuevo y relájate. Solamente dolerá un poco...
El punto de encuentro era un lugar exactamente igual al que había despertado, pero ubicado en otra zona. Debía tener varias máquinas simuladoras repartidas por la ciudad.
Piers se acercó a una de las paredes, asépticas y blanquecinas, y comenzó a palparla con detenimiento.
-Colócate en la silla. ¿O es que has perdido la poca perspicacia de la que son portadores los militares?
Piers al fin se recostó sobre el asiento y cerró los ojos. Una afilada aguja se aproximó a su sien, sujetada por un enorme pero preciso brazo mecánico.
¡Booom! Una explosión hizo volar una de las paredes en mil pedazos.
-¡Levanta las manos y colócalas sobre la nuca, Ada Wong!- Chilló el joven agente apuntándola con una pistola de autodefensa.
-Bien jugado, pequeño soldado. Me esperaba mucha menos inteligencia de un militar- Contestó la espía de ojos grisáceos que se encontraba en los mandos del artefacto de simulación mental.
-¿Para qué quieres esa muestra? ¿Dónde está Chris y de dónde has sacado estas máquinas?
-Lo siento, encanto, no puedo quedarme a jugar.- Dijo la misteriosa mujer escondiendo una de sus manos.
-¡Yo tampoco tengo tiempo para juegos, levanta las manos o disparo!- Pero antes de que pudiera reaccionar, el humo inundó toda la estancia, impidiendo ver al joven soldado.
-Si quieres respuestas, aquí tienes algo que te puede servir.- Dijo tirándole un papelito con algo escrito -Ah, y gracias por la muestra. Nos vemos.- Se escuchó alejándose desde algún lugar.
-¡Espera, maldita sea!-Gritó desesperado. Pero fue inútil, se había desvanecido. Y lo peor de todo es que le había arrebatado la muestra con una destreza increíble.
-¡Mierda!- Se desahogó. ¿Y quién habría curado sus heridas? Puesto que Wesker realmente era una máscara de la misteriosa agente. Suspiró. Ahora solamente le quedaba recurrir a la difusa pista de Wong.
Un rato después del incidente, Piers se sintió como surgiendo de las entrañas de la tierra cuando subió las escaleras que le devolvían a la superficie, ya inmersa en las sombras. Desde la zona de Brooklyn en que se hallaba, las siluetas de los rascacielos al otro lado del Hudson aparaecían como extraños fantasmas luminosos dándole la bienvenida en su reingreso a la sociedad. Más le valía sacudirse el polvo de la chaqueta.
Pasando cerca del puente de Brooklyn, un viejo cartel luminoso de leds rojizas llamó su atención desde la cima de un edificio cercano:
66 ºF - 19 ºC - 23:17
Ni se había percatado del tiempo que había pasado dentro de aquella vieja estancia subterránea abandonada. Tras la explosión, había iniciado una inspección exhaustiva del lugar, buscando cualquier rastro que la conocida espía hubiera dejado, pero no halló nada. Además, la máquina que podía salvarle había quedado inutilizada por la explosión. La jugada le había salido fatal, y lo único a lo que podía agarrarse para continuar su investigación era el papelito con el que aquella mujer le había dejado a merced de quién sabe qué jueguecito.
Tras enlazar dos líneas de metro, Nivans llegó por fin a su apartamento en Manhattan; sospechaba que tendría por delante una larga y angustiosa noche de trabajo. Tras soltar las llaves en el recibidor, se dirigió directamente a su escritorio, donde dejó caer aquel papelucho desdoblado ante el ordenador.
–Vamos a ver qué te traes ahora… –dijo en voz baja.
El papel no contenía ni una sola palabra, ninguna frase; nada más una dirección .onion. La red de anonimato Tor era de uso cotidiano de la BSAA, de modo que el soldado sabía bien cómo manejarse en dicha red y, también, lo que su elección por parte de Wong suponía: hasta la fecha, incluso para el Gobierno estadounidense había sido imposible rastrear una página que usara aquel tipo de enrutamiento. Así pues, no iba a permitir que nadie la encontrara fácilmente.
La página a la que dirigía aquel código resultó ser de una extrema sencillez. Fondo negro –no iba a ser blanco, claro–, una fotografía ocupando media superficie de la pantalla, y un texto con fuente blanca que indicaba:
Tiempo hasta la siguiente actualización: 23 h 48 min
En cuanto a la imagen, era una radiografía de un cráneo, carente de cualquier anomalía o intrusión, con una fecha y hora que coincidían con el tiempo que había estado en el punto de encuentro. Abajo del todo, podía leerse la inscripción:
Puntualmente, a las doce de la noche siguiente, la cuenta atrás de la página se reinició para 24 horas, y la imagen fue sustituida por lo que no tardó en reconocer como una transmisión de webcam. La cámara mostraba, desde un ángulo elevado, lo que parecía un dormitorio. A pesar de que la habitación se hallaba a oscuras, las rendijas de una persiana bajada filtraban algunos haces de luz del exterior, lo que indicaba que en aquel lugar del mundo debía ser de día.
Piers pasó varias horas en vela atento a cualquier evento que pudiera tener lugar en la pantalla, hasta que cerca de las ocho de la mañana, se hizo el milagro.
–¡Chris! –exclamó Piers al momento.
Al encenderse la luz de la habitación, su capitán se materializó sentado en el borde de una cama. A pesar de no contar con un buen plano, y del desaliñado aspecto que lucía Redfield, totalmente opuesto a la sobriedad que el capitán siempre se esforzaba por transmitir, estaba seguro de que era él. Por desgracia, tras permanecer media hora desaparecido del ángulo de visión, el soldado veterano reapareció solo para abandonar la estancia, y no volvió a suceder nada más en todo el día.
Habían pasado dos días desde que Nivans pudo ver a Chris Redfield por primera vez en una transmisión. La noche siguiente, una cámara distinta situada en una calle registró a Chris Redfield entrando y saliendo de un establecimiento de alguna ciudad. Gracias a las matrículas de los vehículos, y con ayuda de un confidente de la BSAA, Piers había logrado dar al fin con el paradero de su compañero. Se hallaba en una pequeña ciudad situada al norte de la República Eslava Oriental, a pocos kilómetros de la frontera con Edonia, en un país sumido desde hacía un año en una horrible posguerra, que en cualquier caso era preferible al desastre humanitario que estaba teniendo lugar en su mencionado país vecino. Las cámaras aún no habían dado como para encontrar la localización exacta del apartamento de Redfield, pero Piers no pensaba quedarse de brazos cruzados, así que viajaría a Eslavia para encontrar a Chris aunque tuviera que preguntar a cada ciudadano si se había topado con él.
Desde su despacho en la sede, el teniente echó un vistazo a los rascacielos de Nueva York antes de redactar las últimas líneas del correo.
Eso es lo único que pudo ver al despertar. - ¿Dónde estoy? - pensó.
No recordaba gran cosa. Tenía todo el cuerpo dolorido y sentía un extraño hormigueo en el lado derecho de su cuerpo, sobre todo en la cara y el brazo.
Intentó incorporarse y lo consiguió a duras penas. Poco a poco fue recuperando la visión. Sentía como si la sala en la que se encontraba diera vueltas.
Tenía hambre y la boca seca, no sabía cuanto tiempo llevaba así. Su ropa estaba muy ensangrentada, sin embargo, no tenía heridas graves ni internas.
Se puso en pie y observó el lugar. Todo estaba destrozado, era una especie de pasillo ancho y lúgubre. El azul oscuro era el color que predominaba. El suelo tenía pequeñas luces, y había una hilera de compuertas en una de las paredes.
- ¿Cómo habré llegado hasta aquí? - se preguntó.
- Clin clin...- se escuchó un sonido metálico, como si se hubiese caido algo.
Miró en la dirección del sonido. Sigilosamente fue acercándose al lugar de donde procedía el sonido. Se pegó a la pared y se asomó ligeramente. No se veía nada,...solo una negrura casi opaca, como si hubiese un muro negro.
Cuando dejó de asomarse, escuchó un grito desgarrador, como si saliera de las entrañas directamente, sin tener que atravesar la garganta.
Sintió un profundo escalofrío y ganas de echar a correr...pero era una persona calmada que controlaba a la perfección sus impulsos en esas situaciones.
Tenía que conseguir un arma, algo para defenderse. Lo que sea que había emitido ese horripilante sonido, no debía de ser humano ni parecía que quisiera hacer amigos precisamente. Se giró agilmente, evitando hacer ruido. Echó un vistazo rápido, escrutando el lugar en busca de algo que pudiera servir. Sólo había trozos de cristales y grandes piezas pertenecientes a alguna máquina o a parte de la sala destrozada.
Se dio cuenta de que había una compuerta circular y enorme, al final del pasillo, en el lado contrario de donde procedía el grito. Corrió hacia ella, intentó abrirla por todos los medios, pero era imposible, estaba cerrada herméticamente.
Escuchó pisadas, unas pisadas pegajosas y torpes.
Se arrancó un pedazo de su camiseta, cogió un pedazo de cristal y envolvió la parte de abajo, creando así una especie de puñal. Escuchaba como se acercaba la cosa, cada vez más.
Se preparó para el enfrentamiento. Algo grisáceo giró la esquina, se movia de una manera extraña, como si se le desencajasen los huesos y se le volviesen a colocar, con cada movimiento. Era un ser alto y viscoso.
- Queda claro que no es humano...pero, ¿qué coño es eso?- pensó.
Antes de que volviese a pestañear, el humanoide se deslizó rápidamente hasta su lado y casi consiguió darle un "abrazo". Se defendió como pudo, clavándole el cristal en las partes que en cualquier ser humano son vitales, pero la cosa no parecía inmutarse, ni siquiera sangraba.
Cuando ya no sabía qué más hacer, la cosa cayó partiéndose en dos. A su vez, cada una de sus partes se retorció quedando inerte.
No cabía en su asombro, ¿qué había pasado?.
- Ni siquiera me das las gracias - le susurró al oido una profunda y sensual voz de mujer.
- ¿Eh? - dijo sin saber qué contestar.
- Muy elocuente.- dijo enarcando una ceja. -
Nos vemos luego, "señor Nivans". - dijo la mujer mientras subía con lo que parecía un artilugio de batman.
- Nivans... - repitió. De repente todo cobró sentido, él era Piers Nivans, agente de la BSAA, y estaba en un submarino en el que se quedó atrapado al arriesgar su vida para salvar la de su capitán.
Cayó en la cuenta de que ya no era un monstruo y había recuperado su brazo. ¿Qué le había pasado?. Claro, la mujer...Ada Wong, ella le daría respuestas, pero cuando se dió cuenta, ésta habìa desaparecido.
- ¡Ada!, ¡espera! - solo se le ocurrió decir eso. Ya era tarde, tenía que encontrar la manera de salir de allí, ya se encontraría a la señorita Wong por el camino...
Primero debo salir." Dijo Piers queriendo despejarse la mente porque esa mujer no se la podía quitar de la cabeza. Ella tenía que saber que estaba pasando en ese lugar y como él tenía su brazo normal y sin mutación. Siguió caminando con la oscuridad nublando sus sentidos pero no podía ver ni oír nada de nada hasta que llegó a una puerta según creyó por el picaporte y la abrió entonces llegó a un cuarto todo blanco y muy luminoso pero no había ningún objeto o mueble dentro.
"¡¡¿Esto es una broma??!"
"No señor Nivans.", se oyó desde alguna parte pero que él no podía ver y le pareció escuchar una carcajada maquiavélica. Piers ya enojado intentó pegarle a las paredes a ver si podía arrancarse pero no pasaba nada.
"¿Tienes alguna idea del tiempo que me hiciste perder?" Apareció Chris Redfield en medio del cuarto y con los brazos cruzados, estaba igual como lo vio la última vez y antes del sacrificio.
"Capitán.......Chris, yo nunca quise....."
"Jamás salí con vida, Piers."
"¡No!"
"Eso es cierto, soldado." Dijo la voz que se rió al inicio y apareció al lado de Chris Redfield. Era un hombre rubio, desaliñado y con gafas negras. "¿Creías que Chris salió? Nunca lo hizo y quedó sepultado entre escombros mientras que tú....tú sobreviviste por estar infectado."
Cuando terminó de hablar Chris desapareció y se quedó solo con el de las gafas negras.
"Eres el futuro, hijo."
"¡No soy ningún futuro. Quiero que me diga dónde mierda estoy y cómo salir antes de que te mate!" Le gritó el soldado de la bsaa y el rubio se rió más todavía.
"¿Matarme? ¿Con ese puñal improvisado? Tienes agallas."
"Cállate."
"Despertaste antes de lo previsto según veo......te traje de vuelta a la vida y creo que por eso me debes un favor."
"Yo no le pedí que lo hiciera." Piers ya estaba perdiendo la paciencia con el sujeto raro y solo quería irse a casa, reportarse en la bsaa y ver si en verdad Chris había muerto en la misión porque al hombre no le creía nada.
"La humanidad si y ahora eres prueba viviente de la supremacía de nuestra especie."
"¿Nuestra especie señor?"
"Piers Nivans, soy Albert Wesker.......me imagino que Chris te habrá contado de mí." Y quitándose las gafas mostró unos extraños ojos y Piers quedó espantado. Wesker había muerto hace años atrás en esa misión en el continente africano que había tenido Chris ¿pero que estaba pasando ahí? El soldado quiso mostrarse firme y que nada temía así que se hizo el no impresionado y le dijo "Parece que lo mencionó una vez pero no me acuerdo bien, ahora indíqueme la salida y váyase por donde vino."
Wesker dejó de sonreír y desapareció para dejar paso a un montón de zombies que salieron de la nada entonces Piers tomó bien su puñal y empezó a atacarlos pero ellos lo mordieron en ambos brazos. Los gritos de dolor de Piers eran desgarradores y la sangre cubría las paredes blancas del lugar hasta que todo desapareció. No había ni zombies ni sangre y menos heridas en sus brazos.
"Me sorprende el poder de la mente ¿y a usted?" Habló Wesker.
"Esto no es posible."
"Bienvenido a la Simulación de prueba 392, como puedes ver aquí todo se hace según mi voluntad y puedo hacer aparecer a quien quiera con el solo gusto de torturarte."
"¿Crees que voy a creerme esa tontera?"
Al hablar Piers aparecieron frente a él una mujer y una pequeña niña, ambas siendo acechadas por zombies.
"Esto es ficticio, no es real." Piers intentó mirar hacia otro lado pero los gritos que pegaban las dos eran de pesadilla. No podía aguantarlo y tenía que hacer algo ya.
"¡Basta!" Gritó Piers viendo como su mamá y su hermana pequeña estaban siendo devoradas.
"Fácil." Wesker estaba triunfando y quebrar a Nivans fue más fácil de lo que pensó.
"¿Vas a ayudarme con el favor o no? Puedo continuar toda la eternidad si quieres y utilizar a todos tus parientes y amigos cercanos." Wesker sabía como manipular personas y si lo hizo antes de más podía hacerlo con un joven idealista como Piers Nivans.
"¿Qué pides a cambio?"
Una voluptuosa sonrisa de satisfacción apareció en los labios de Wesker al escuchar las palabras del joven soldado.
-Es sencillo, ni siquiera te pediré algo muy complicado. Verás, yo necesito una cosa, en mi caso sería bastante engorroso conseguirlo y a mi no me gusta ensuciarme las manos. Pero, por el contrario, para ti sería muy fácil de lograr. Si me lo traes, te librarás de las pesadillas y puede que sepas algo más sobre tu compañero. Es un trato bastante coherente.
-Déjate de palabrería y ve al grano.- Repuso Piers con descaro.
Wesker soltó una desconcertante y corta risa chulesca. -Está bien, no seas impaciente. Te lo explicaré todo detalladamente.
Esa escena reververaba en los recuerdos de Piers mientras se dirigía a la sede de la BSAA. Tenía que cumplir su objetivo y regresar al punto de encuentro.
"Y recuerda, este simulador no desaparecerá de tu mente hasta que yo lo decida, tienes instalado un nanochip en el cerebro que puede llevarte al infierno en cualquier momento"
Piers no pensaba dejarse engañar tan fácilmente, pero tenía que descubrir qué había sucedido con Chris realmente. Y descubrir qué hacía Wesker vivo después del incidente en África.
Pero por ahora debía seguirle el juego para que no sospechase.
Al fin llegó a la central, todos le recibieron con alegría y admiración. Mas, al preguntar por su compañero solamente obtuvo largos suspiros y miradas perdidas. Parecía que Wesker no mentía.
La misión era ciertamente arriesgada, no obstante, no era precisamente complicada. Solamente debía acceder a una muestra del nuevo virus obtenida por sus compañeros en la misión a Edonia. La BSAA también tenía sus propios recursos para fabricar vacunas, en esos tiempos uno no se podía fiar de nadie. Ni siquiera del impecable agente Nivans. Pues había conseguido aquél microorganismo letal encerrado en un pequeño tubo transparente. Probablemente le acabarían descubriendo, pero bien poco le importaba. Él estaba del lado de la verdad y creía que la justicia se acabaría imponiendo.
-¿Traes lo que te pedí?- Pronunció de nuevo la voz de Wesker.
Piers se limitó a asentir. -Pero antes de que te lo entregue debes quitarme esto. Si no, no hay trato.- Dijo señalándose la cabeza.
-La impaciencia, defecto de la juventud...
-Déjate de refranes estúpidos.
-Verás, es que eso no se puede quitar así como así. Además, eres un valioso aliado para mí, quiero asegurarme tu lealtad de alguna forma. ¿Entiendes?
-Ese era el trato, si no me lo quitas, no hay muestra.
-Está bien. Lo haré para que veas que puedes fiarte de mi. No soy tan malo, después de todo. Y tu me debes la vida.
-Yo no te debo nada.- Respondió con firmeza en la mirada. -¡Quítamelo ahora!- Exigió tensando los músculos.
-No te enfades. Túmbate en el sillón de nuevo y relájate. Solamente dolerá un poco...
El punto de encuentro era un lugar exactamente igual al que había despertado, pero ubicado en otra zona. Debía tener varias máquinas simuladoras repartidas por la ciudad.
Piers se acercó a una de las paredes, asépticas y blanquecinas, y comenzó a palparla con detenimiento.
-Colócate en la silla. ¿O es que has perdido la poca perspicacia de la que son portadores los militares?
Piers al fin se recostó sobre el asiento y cerró los ojos. Una afilada aguja se aproximó a su sien, sujetada por un enorme pero preciso brazo mecánico.
¡Booom! Una explosión hizo volar una de las paredes en mil pedazos.
-¡Levanta las manos y colócalas sobre la nuca, Ada Wong!- Chilló el joven agente apuntándola con una pistola de autodefensa.
-Bien jugado, pequeño soldado. Me esperaba mucha menos inteligencia de un militar- Contestó la espía de ojos grisáceos que se encontraba en los mandos del artefacto de simulación mental.
-¿Para qué quieres esa muestra? ¿Dónde está Chris y de dónde has sacado estas máquinas?
-Lo siento, encanto, no puedo quedarme a jugar.- Dijo la misteriosa mujer escondiendo una de sus manos.
-¡Yo tampoco tengo tiempo para juegos, levanta las manos o disparo!- Pero antes de que pudiera reaccionar, el humo inundó toda la estancia, impidiendo ver al joven soldado.
-Si quieres respuestas, aquí tienes algo que te puede servir.- Dijo tirándole un papelito con algo escrito -Ah, y gracias por la muestra. Nos vemos.- Se escuchó alejándose desde algún lugar.
-¡Espera, maldita sea!-Gritó desesperado. Pero fue inútil, se había desvanecido. Y lo peor de todo es que le había arrebatado la muestra con una destreza increíble.
-¡Mierda!- Se desahogó. ¿Y quién habría curado sus heridas? Puesto que Wesker realmente era una máscara de la misteriosa agente. Suspiró. Ahora solamente le quedaba recurrir a la difusa pista de Wong.
Un rato después del incidente, Piers se sintió como surgiendo de las entrañas de la tierra cuando subió las escaleras que le devolvían a la superficie, ya inmersa en las sombras. Desde la zona de Brooklyn en que se hallaba, las siluetas de los rascacielos al otro lado del Hudson aparaecían como extraños fantasmas luminosos dándole la bienvenida en su reingreso a la sociedad. Más le valía sacudirse el polvo de la chaqueta.
Pasando cerca del puente de Brooklyn, un viejo cartel luminoso de leds rojizas llamó su atención desde la cima de un edificio cercano:
66 ºF - 19 ºC - 23:17
Ni se había percatado del tiempo que había pasado dentro de aquella vieja estancia subterránea abandonada. Tras la explosión, había iniciado una inspección exhaustiva del lugar, buscando cualquier rastro que la conocida espía hubiera dejado, pero no halló nada. Además, la máquina que podía salvarle había quedado inutilizada por la explosión. La jugada le había salido fatal, y lo único a lo que podía agarrarse para continuar su investigación era el papelito con el que aquella mujer le había dejado a merced de quién sabe qué jueguecito.
Tras enlazar dos líneas de metro, Nivans llegó por fin a su apartamento en Manhattan; sospechaba que tendría por delante una larga y angustiosa noche de trabajo. Tras soltar las llaves en el recibidor, se dirigió directamente a su escritorio, donde dejó caer aquel papelucho desdoblado ante el ordenador.
–Vamos a ver qué te traes ahora… –dijo en voz baja.
El papel no contenía ni una sola palabra, ninguna frase; nada más una dirección .onion. La red de anonimato Tor era de uso cotidiano de la BSAA, de modo que el soldado sabía bien cómo manejarse en dicha red y, también, lo que su elección por parte de Wong suponía: hasta la fecha, incluso para el Gobierno estadounidense había sido imposible rastrear una página que usara aquel tipo de enrutamiento. Así pues, no iba a permitir que nadie la encontrara fácilmente.
La página a la que dirigía aquel código resultó ser de una extrema sencillez. Fondo negro –no iba a ser blanco, claro–, una fotografía ocupando media superficie de la pantalla, y un texto con fuente blanca que indicaba:
Tiempo hasta la siguiente actualización: 23 h 48 min
En cuanto a la imagen, era una radiografía de un cráneo, carente de cualquier anomalía o intrusión, con una fecha y hora que coincidían con el tiempo que había estado en el punto de encuentro. Abajo del todo, podía leerse la inscripción:
Te dije que no era tan mala, después de todo.
Un beso,
Ada Wong
Puntualmente, a las doce de la noche siguiente, la cuenta atrás de la página se reinició para 24 horas, y la imagen fue sustituida por lo que no tardó en reconocer como una transmisión de webcam. La cámara mostraba, desde un ángulo elevado, lo que parecía un dormitorio. A pesar de que la habitación se hallaba a oscuras, las rendijas de una persiana bajada filtraban algunos haces de luz del exterior, lo que indicaba que en aquel lugar del mundo debía ser de día.
Piers pasó varias horas en vela atento a cualquier evento que pudiera tener lugar en la pantalla, hasta que cerca de las ocho de la mañana, se hizo el milagro.
–¡Chris! –exclamó Piers al momento.
Al encenderse la luz de la habitación, su capitán se materializó sentado en el borde de una cama. A pesar de no contar con un buen plano, y del desaliñado aspecto que lucía Redfield, totalmente opuesto a la sobriedad que el capitán siempre se esforzaba por transmitir, estaba seguro de que era él. Por desgracia, tras permanecer media hora desaparecido del ángulo de visión, el soldado veterano reapareció solo para abandonar la estancia, y no volvió a suceder nada más en todo el día.
Querida Claire,
De parte de toda la unidad, quería decirle que nos alegramos mucho de verla el otro día.
Habían pasado dos días desde que Nivans pudo ver a Chris Redfield por primera vez en una transmisión. La noche siguiente, una cámara distinta situada en una calle registró a Chris Redfield entrando y saliendo de un establecimiento de alguna ciudad. Gracias a las matrículas de los vehículos, y con ayuda de un confidente de la BSAA, Piers había logrado dar al fin con el paradero de su compañero. Se hallaba en una pequeña ciudad situada al norte de la República Eslava Oriental, a pocos kilómetros de la frontera con Edonia, en un país sumido desde hacía un año en una horrible posguerra, que en cualquier caso era preferible al desastre humanitario que estaba teniendo lugar en su mencionado país vecino. Las cámaras aún no habían dado como para encontrar la localización exacta del apartamento de Redfield, pero Piers no pensaba quedarse de brazos cruzados, así que viajaría a Eslavia para encontrar a Chris aunque tuviera que preguntar a cada ciudadano si se había topado con él.
Desde su despacho en la sede, el teniente echó un vistazo a los rascacielos de Nueva York antes de redactar las últimas líneas del correo.
Es por esto que, si tiene alguna foto clara del capitán, nos haría un gran favor en enviárnosla. He oído que su aspecto informal es muy distinto, pero no nos enseña nada…
Tengo más cosas que contarle, pero es hora de prepararnos para la misión. Me alegra saber que contamos con el apoyo de aliados como su organización. Siga luchando y no se rinda.
Teniente Piers Nivans (BSAA Sede de Norteamérica)
Pero este tipo de juegos me parecen perfectos para tantos usuarios que les gusta mucho escribir y probar su habilidad en eso.
