La costa de la Espada: Sangre y muerte. Tomo I

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Maradona
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La costa de la Espada: Sangre y muerte. Tomo I

Mensaje por Maradona » 31 Jul 2010 02:02

bueno esto no es mio y lo aclaro ahora no es mio no puedo decir de quien es porque ya veo que me sacan a mi del foro y nada que ver y se re arma la podrida ahi jeejje
voy a ir poniendo estas cosas a medida que me las pasen.
saludoss 8) 8) 8) 8)




Prologo: El Llanto Maldito

Un enorme barco decorado por millones de cañones a sus costados y de centenares de guardias armados por el habil y letal arco y flecha, bajaba su ancla en los puertos de la ciudad de Brunswick. La gente atraida por el barco de alta seguridad se acercaban curiosos a los muelles para observar mas detalladamente. Los vendedores ambulantes cesaron sus gritos de venta y se dedicaron a fijar su vista en el hombre que bajaba encadenado de pies a cabeza.
Sus cabellos eran largos y rojizos, su cuerpo era fornido, a simple vista se podia notar que era un hombre fuerte, muy fuerte. Dos guardias con lanzas le seguían de atras y dos mas por adelante le guiaban. El hombre no fijo su vista a nadie en particular, solo sonreia medianamente, una sonrisa desquiciada, fuera de lo normal.
Una carreta se acerco a toda prisa hacia donde estaba el regimiento de soldados tratando de apartar a la gente. El prisionero subio seguido de sus escoltas y la carreta tirada por dos grandes caballos marrones empezo a salir de las murallas de la ciudad, dejando murmullos y especulaciones a sus espaldas.

Aquel hombre era Hizsoka. Asesino buscado por toda la Costa de la Espada y temido en todo Faerun. Hasta no hace mucho, Hizsoka llego a Brunswick, ciudad ubicada en el continente de Maztica, ya que en Faerun era demasiado “popular”. Lo que le termino su suerte fue haber asesinado a un diplomatico muy importante de la ciudad. Luego escapo, pero fue hallado en Aguas Profundas y llevado nuevamente hacia Brunswick, para llevarlo a la prision de maxima seguridad de Maztica; La prision de Maver.

La carreta pasaba por toda prisa los caminos de tierra que surcaban el bosque. Varios pajaros azules les seguían para luego perderse entre las copas de los pinos. Los caballos tiraban con fuerza, relinchando cuando el que llevaba las riendas les golpeaba para que fueran mas aprisa. El viaje se hizo mas lento cuando entraron a los caminos de la montaña. Eran anchos, empinados, en subida, rozando precipicios, un sendero complicado. El atardecer empezo a caer cuando la carreta se acerco a los limites de la prision. De lejos parecia una montaña mas.
Una muralla de madera impedia el acceso a la carreta. Los guardias que custodiaban la abrieron y siguieron viaje. A unos largos metros se encontraba la solida muralla de piedra que era custodiada por guardias en todos los perímetros posibles. La carreta entro y en medio del patio sacaron al preso quien fue recibido por un hombre de mediana estatura que vestia una peluca blanca y un traje formal de color negro. En sus manos tenia un papiro que desenrollo y luego de aclararse su garganta tomo palabra.

-“El señor Hizsoka esta acusado de los siguientes casos:

-Homicidio en masa
-Evadir a guardias
-Trasgredir la ley de la ciudad de Waterdeep como la de Brunswick
-Robo y asesinato
-Intento de asesinato
-Espionaje
-Herejía
- Evadir la autoridad
- Traspasar los muros de la ciudad
- Cómplice en el escape de prisioneros
- Culpable de destrucción de Noyvern

Categoria de este prisionero es considerada: Criminal, asesino de alto riesgo, condenado de por vida a la impenetrable fortaleza Maver”-

El hombre enrollo nuevamente el papiro y lo mantuvo sujeto en sus manos mientras que un hombre de apariencia ruda se acercaba a Hizsoka.

-“Segun tenemos entendido… otro grupo le acompaño en casi todos los casos, si quiere ser tratado con mas “amabilidad” dentro de la prision, sera mejor que nos diga el paradero del resto de las escorias”-

Hizsoka solo esbozo una sonrisa mientras empezaba a reir como si el diablo se le hubiera apoderado de su cuerpo. Luego mantuvo la compostura y mirando directo a los ojos del soldado nego lentamente.

-“No creo que quisieran saber donde estan los demas…”-

-“Vaya, tenemos un chico listo aqui”-

El guardia tomo un palo y lo blandio contra el estomago del asesino, quien escupio unas gotas de sangre al suelo.

-“Lo preguntare otra vez…”-

Unos relámpagos se hicieron notar seguido de unos poderosos truenos que empezaban a azotar la region. Unas nubes cubrieron el oscuro cielo y un portal de fuego se abrio en el patio de la prision.

-“¿¡Que es esto!?”-

Hiz sonrio una vez mas y dijo en un susurro.

-“Mas vale que no los hayas llamado para nada”-

El portal de fuego se extendio unos centímetros mas de ancho y unas gargolas rojas y unos demonios de fuego salian de alli. Los guardias gritaban y peleaban, pero nada podian hacer. Las gargolas decapitaban y los demonios destrozaban las armaduras y quemaban los cuerpos de los soldados.
Hiz estuvo cabizbajo todo lo que duro del asesinato. Olas de fuego empezaban a extenderse hasta lo alto de su espalda, notaba el ardor de las llamas y sonrio nuevamente, se sentia vivo otra vez.
Del portal tres figuras vestidas de negro salieron caminando lentamente. Hiz alzo su rostro y noto al guardia negro, al monje y a la asesina, todos mirandole.
El guardia negro, que portaba una enorme espada bastarda rodeada de fuego, rompio las cadenas que sujetaban al guerrero oscuro. El monje extendio una caja y esta se abrio, revelando la espada que estaba alli. Esta, como si los dedos de Hizsoka fueran imanes, se pego a sus manos. Era la Jackal, la hoja magica del guerrero.
La chica que estaba con los otros dos sonrio seductoramente y se acerco para acariciar los desnudos pectorales del hombre.

-“Tenemos el apoyo del plano infernal y de los orcos”-

Hablo el monje con pausa y calma, su mirada era penetrante y sus dos ojos rojos se reflejaban en la penumbra que daba su capucha.

-“Es hora de vengarnos, Hiz”-

Ahora el guardia oscuro tomaba la palabra y le entregaba la armadura y prenda al guerrero que tomándolas, se le dibujaba una oscura y siniestra sonrisa en su rostro.

-“Waterdeep nos espera”-
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Maradona
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Re: La costa de la Espada: Sangre y muerte. Tomo I

Mensaje por Maradona » 31 Jul 2010 02:03

Capitulo I: La orden del Rey



Una joven semi elfa estaba inclinada de rodillas ante el rey de la ciudad. Este vestia una capa blanca delineada en los costados por zafiros amarillos. Sus manos eran grandes y guesas, perfectos dedos para los enormes anillos que tenia puesto. Su barba era grisacea pero recortada cuidadosamente. Su tunica era de centenares de colores, amarillos, verdes, marrones, cada color tenia su significado, cada prenda tenia su historia. He ahí al rey de los mortales, Zafir II.
El hombre coloco una espada en el hombro de la mujer que no se inmutaba en lo mas minimo. Esta tenia sus ojos cerrados, pero aun asi en su rostro se notaban rasgos de nerviosismo.
Los grandes ventanales a los lados de la sala dejaban entrar pequeños rastros de luz que iluminaban la escena. A lo largo de la habitación habia hombres con armadura observando en silencio la iniciación de la muchacha.
El rey levanto la espada del hombro de la elfa y casi susurrando dijo:

-“A partir de hoy, Erwen de Azhkatla, quedas oficialmente integrada a los servicios de la Orden del rey. Rinde con honor y fe. Que la luz que desprende tu corazon no sea oscurecida por la maldad en el mundo”-

Erwen se reincorporo y observando al rey directo a los ojos no pudo evitar sonreir de la emocion y alegria que le brindaba servir a la Orden por la que tanto entreno para ingresar.

Los hombres reunidos empezaron a aplaudir cuando el Rey se retiro a su trono y Erwen se unia a ellos. Pronto entraron a la habitación muchas doncellas con diversos platillos bien colocados en grandes bandejas. Seguido de la comida empezaron a ingresar varios trovadores y nobles de la gran realeza. En un parpadeo la sala se convirtió en un salon de fiestas. Los nobles mas honrados (y no precisamente por pelear) fueron los primeros en saludar a Erwen que no tuvo mas remedio que responder todos los saludos con una sonrisa fingida. Finalmente, sus compañeros se acercaron hacia ella.

-“Si que generaste conmocion, he muchachita. Me alegro por ti. Es un verdadero honor que sirvas con nosotros, Erwen”-

-“Muchas gracias Nathan”-

Nathan Jora, un respetable y orgulloso paladin que sirvio al rey desde su juventud. Ahora deberia estar pisando los 34 años. Un hombre que vio casi todo en el campo de batalla. Gran estratega y un compañero formidable.

-“No sabiamos si ya podiamos acercanos o que… Millones de niños bonitos que no tienen nada mejor que hacer salvo ver a la nueva integrante”-

-“Vamos, que yo no me queje cuando tu entraste a la Orden… que me dices de todas las muchachitas que querian saber de ti, ¿ah?”-

-“Eso es distinto, ademas… todas supieron mi nombre a fin de cuentas. Espero que podamos viajar juntos ya como colegas, Erwen”-

-“De seguro habra oportunidad, Karisto”-

Karisto Leons, otro paladin. Renombrado muchas veces por su gran carisma y su gran bello fisico. Hace un año entro a la Orden, conocio a Erwen en los entrenamientos pero la semi elfa no pudo caer en sus encantos.

Otro joven hombre se acerco. Vestia casi la misma tematica de la armadura de sus compañeros pero tenia en el centro de su pecho un puño aferrado a un relampago. El hombre estrecho mano con la joven recien iniciada.

-“El honor es nuestro al trabajar contigo, Erwen. Espero que rindas tributo al rey que te dio esta oportunidad unica e irrepetible”-

-“Muchas gracias Ginema, lo hare, de eso este seguro”-

Ginema Sencal, un hombre bastante llamativo. Ojos color miel y una tez morena por el refulgente sol. Un paladin conocido por su codigo de honor y del bien. Fue un heroe junto con Nathan en Loren; un pequeño pueblo al este de Waterdeep que era atacado constantemente por los gigantes de las montañas.

Ginema abrio paso a otro joven que se acerco hacia Erwen con una sonrisa de oreja a oreja y la semi elfa no pudo evitar sonreir. No se abrazaron, aunque el instinto de cada uno casi los obliga. Se miraron fijamente y se estrecharon la mano.

-“Felicidades, Erwen”-

-“Gracias, Alatariel”-

Alatariel Von Falkenberg, uno de los mejores amigos de Erwen. Se conocieron de chicos y juntos entrenaron para ingresar a la Orden. Alatariel entro junto con Karisto, dejando a Erwen sola en los entrenamientos al mando del Sargento Gibson. Desde ese dia dejaron de verse por mucho tiempo, Erwen entrenaba y Alatariel ya cabalgaba hacia el norte para enfrentar las amenazas de los orcos. Tenian mucho de que hablar.

-“¿Dónde estan John y Rash?”-

-“Estan en una mision ahora mismo. Por eso no pudieron estar presentes pero de seguro a la noche mas tardar se los vera por aca”-

Un noble se aventuro hacia el grupo de caballeros y pidiendole la mano a Erwen para bailar, se llevo a la muchacha a la pista ya que ella por mas que quiera no podia negarse. Seria una falta de respeto.

Nathan y Ginema, ambos con un vaso de ponche, observaban a la mujer bailar con una sonrisa demasiado fingida.

-“Debera acostumbrarse. La viviran acosando”-

-“Si. Ademas es una bella mujer, los nobles no pararan hasta tenerla a sus pies”-

-“Y es algo que no pasara”-

Alatariel se metia en la conversación, acercandose al duo con un vaso en su mano izquierda.

-“¿Por qué no, Falkenberg? Despues de todo, los nobles son los que mas oro y tierras tienen. Puede hacerle pasar una feliz vida de retiro”-

-“Ella acaba de entrar, no se retirara ahora… Ademas, a ella no le interesa el oro”-

-“Sigan haciendose ilusiones con los nobles. Ya veran que Erwen caera a los pies de Karisto Leons, el paladin mas carismatico de la Orden”-

Karisto se introducia a la charla con una sonrisa de lado en su cara. Alatariel sonrio un poco para luego añadir:

-“Ella no esta desesperada”-

Ginema rio y Nathan sonrio a diferencia de Karisto que se tomo mal la broma.

La ceremonia siguió hasta el atardecer. Los trovadores recogian sus instrumentos y los guardaban en sus ropas para luego irse. Alguno que otro se retiraba de la mano de doncellas de la realeza. El rey, aun sentado en su trono, observaba cada detalle. Ya no le importaban las fiestas desde que su esposa habia fallecido, a decir verdad las fiestas le incomodaban, pero necesitaba hacerlas, necesitaba que los hombres nuevos de la Orden se sientan a gusto, era necesario.

Varias doncellas pasaban con sus bandejas de aperitivos vacios, otras recogian la basura y las demas alzaban las jarras y las bebidas que habian quedado sin dueño.
Con un ademan del rey, los caballeros se retiraron ultimos, siendo testigos que la realeza tambien cometia errores como los ciudadanos de la ciudad. Ebrios y torpes. Algo ironico porque los mismos se sentian Dioses.

-“Bien. Si no recibimos ordenes hasta mañana creo que me ire a descansar. Estas fiestas me fastidian”-

-“Lo mismo digo. Nos veremos mañana al alba”-

Ginema, Nathan y Karisto se separaron. El ultimo era seguido por ciudadanas que lo habian avistado salir del palacio de la realeza.

-“Supongo que no quieres nada de beber”- Bromeo Alatariel mientras seguia caminando seguido de Erwen.

-“No… y bailar todo el dia realmente me agoto. Pero no quiero irme, tengo tanto que hablar contigo…”-

-“Mañana podremos hablar todo lo que queramos. Ve a descansar”-

Ambos caminaron hasta el distrito Sur de la ciudad de Waterdeep, donde ahí estaba el complejo de la Orden. Era un enorme palacio con alfombras, estatuas, antorchas y retratos de los paladines actuales y de los pasados, inmortalizandolos en retratos de pintura.

Los amigos caminaban sin mucha prisa, riendo y recordando viejas epocas que no parecian olvidar jamas.
Ya el sol estaba desapareciendo del firmamento, cuando un guardia fue corriendo hacia el duo de caballeros.

-“Señor Alatariel, divisamos a unos metros al señor John acercandose a toda prisa”-

-“¿John? ¿Esta solo?”-

-“Si, mi señor”-

-“Vayamos a ver que sucede, Erwen. Gracias soldado, siga con su deber”-

-“Si, mi señor”-

El guardia volvio corriendo hacia las murallas de la puerta Sur, las cuales empezaron a abrirse lentamente por dos guardias que las empujaban. Alatariel y Erwen apresuraron el paso y llegaron justo cuando John entraba con su corcel blanco.

-“¡John! ¿Qué sucede?”-

La armadura de John tenia ligeros rastros de sangre. No tenia colocado su casco y su rostro estaba sucio por tierra. Una venda blanca cubria su frente.

-“¡Orcos! Cerca del bosque de la Serpie. El poblado fue atacado, ahora mismo Rash esta curando a los heridos, tenemos pocos soldados alli. Vengo a dar la alerta y buscar refuerzos, avisa a los demas”-

Alatariel fue corriendo hacia el palacio de la Orden mientras que los guardias iban a avisar al rey sobre los acontecimientos. Erwen reacciono tarde y corrio en direccion a la Orden para buscar su armamento.

Orcos, no era nada bueno…
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mileysmile
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Re: La costa de la Espada: Sangre y muerte. Tomo I

Mensaje por mileysmile » 31 Jul 2010 04:13

Solo una cosa..

Que bien escrito que esta LPM! O.o xD
Mess with the best, die like the rest.-

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seba16
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Re: La costa de la Espada: Sangre y muerte. Tomo I

Mensaje por seba16 » 31 Jul 2010 04:27

muy bueno
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Maradona
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Re: La costa de la Espada: Sangre y muerte. Tomo I

Mensaje por Maradona » 01 Ago 2010 03:19

Capitulo II: Enemigo al acecho

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Retrato de Sir Nathan Jora. Ubicado en la sala de la Gloria dentro del Palacio de la Orden.



Ginema entro a los establos y recogiendo su montura con ayuda de los guardias de alli, se subio a su caballo.
Los demas hacian lo mismo mientras eran seguidos por otros guardias montados. Los caballeros se dirigieron a la puerta Sur donde un alterado John les esperaba.

-“¡No hay tiempo que perder!”-

Su corcel blanco guio a los demas. Mas rapido que el viento, los soldados se alejaron de la muralla de la ciudad y empezaron a entrar en los caminos que atravesaban el bosque.
Erwen observo a John de espaldas. El gran y brillante espadín que el caballero tenia colgado en su espalda le llamaba la atención. Era un acero muy pesado pero John demostro su gran maestria y destreza al blandirlo como si fuera una simple pluma. John Blacke, excelente guerrero de la Orden un poco mas viejo que Nathan, este paladin llevo con honor y orgullo el mando de la Orden en tiempos pasados.

-“¿Habra tiempo para descansar en el camino?”- Pregunto Karisto

-“Tiempo es el que perderemos. Pero mi caballo no aguantara todo el viaje. Tendremos que hacer una parada forzada”- Contesto John mientras acariciaba la relinchante cabeza de su corcel.

-“Orcos… nunca habian llegado tan lejos de los pantanos”- Reflexiono Ginema

-“A mi tambien me sorprende, ademas nos emboscaron. Los orcos no son conocidos por sus grandes estrategias, si no por su gran y descomunal brutalidad. Algo no anda bien”-

-“Habran adoptado estategias. Recuerda que sus chamanes no son del todo estupidos como ellos”-

-“Espero que lleguemos a la raíz de la situación”-

El grupo llego a un claro donde un rio lo cortaba a la mitad. Cruzaron el puente de madera sobre el rio y continuaron. Los guardias que iban ultimo portaban el estandarte de la Orden; una bandera azul con una lanza dorada con corona rodeada de dos leones amarillos.
La lanza representaba la ciudad guerrera. La corona el rey y los leones eran los caballeros de la Orden que eran los encargados de mantener la paz y la tranquilidad tanto a los ciudadanos como al rey.

La luna los observaba impasible y el cielo estrellado guiaban a los caballeros hacia su destino. John opto que era hora de detenerse cerca un riachuelo. Los paladines llevaron a sus caballos a que beban agua y los guardias vigiliaban las cercanias.

-“¿Crees que llegaremos demasiado tarde?”-

-“No lo creo, Rash espanto a la ultima horda de Orcos. Tardaran en atacar, tienen que reagrupar sus fuerzas”-

-“¿Con cuantos soldados se quedo Rash”?-

-“Contando a los heridos… con veinte, los unicos que aun se mantienen de pie”-

-“¿Cuántos heridos son?”- Pregunto Erwen con un perfil serio

-“Trece”-

La situación era de temer. Rash era un buen soldado, un clerigo de la Orden. Poseia favores divinos que su Dios le otorgaba para la lucha y para sanar a los heridos. Su fe y su habilidad en la lucha se basaban en eso; en su Dios. Pero aun asi, eran muchos Orcos para que Rash los enfrente. Tendria que soportar todo lo que pudiera hasta que los refuerzos lleguen, de lo contrario estaria obligado a una retirada (lo cual no era una opcion) o morir en la batalla.

John aviso a los guardias que se preparen para partir nuevamente. Los caballeros empezaron a subir a sus caballos. Alatariel ayudo a Erwen a subir al suyo.

-“¿Cuan lejos estamos?”-

-“A pocos kilómetros. Rapidos como el viento”-

“¡Rapidos como el viento!”- Dijeron los caballeros al unisono y en un desenfrenado galope, sus siluetas se perdieron en la oscuridad del bosque de la Serpie.

El ojo de lince de Erwen vio al poblado a unos cuantos metros. Habia fuegos en chozas y el pozo de agua estaba rodeado de cadáveres. Tanto de soldados como de orcos.
Más en el centro divisaron unas carpas con heridos en ellas. Soldados patrullando sin cascos y con sus capas desgarradas por la batalla. Los guardias gritaron de alegria al ver arribar a los refuerzos.

-“¿Cómo andan las cosas, soldado?”- Dijo Nathan mientras bajaba de su caballo.

Un soldado con una venda que tapaba su ojo izquierdo se paro derecho y firme.

-“Mal, señor. Casi no tenemos provisiones y varios heridos estan agonizantes”-

-“Ve a que te traten, hijo. Los refuerzos ya llegaron”-

El soldado se retiro y los paladines buscaban a Rash mientras que el resto de los guardias que vinieron con ellos empezaban a esparcirse por el pueblo.

John se adelanto y se dirigio a una carpa donde habia un hombre que murmuraba cosas entendibles. Los demas esperaron afuera en silencio mientras veian a un herido recuperarse por completo. Luego John salio acompañado de Rash.

-“Estoy agotado… muchos heridos. Oh, llegaron. Y veo que la señorita Erwen les acompaña”- Rash sonrio algo cansado y estrecho su mano llena de sangre con la de la muchacha.

-“Los soldados estan reagrupandose. Solo hay que esperar el inminente ataque orco”-

-“Los habran escuchado llegar. Estos orcos no parecen estupidos”-

Ginema clavo en la tierra el estandarte de la Orden y con su gran y pesado escudo en una mano y su larga espada en su diestra, se encamino con el resto de los soldados. Karisto hizo lo mismo, colocandose su casco y luego reuniendose con el resto de las fuerzas.

-“Que tengan una muerte gloriosa”- Les dijo Rash mientras tomaba su gran y pesado martillo de guerra y seguia a los demas.

Erwen les siguió con el resto de los caballeros y todas las fuerzas de Waterdeep se reunieron en el centro del poblado. John paso al frente y dijo unas palabras:

-“Hemos puesto a los civiles en las casas con mas resistencia. Toda choza esta abandonada, la gran casa de alli que seria al alcaldía habra que protegerla con nuestras vidas”-

Algunos niños se asomaban por las ventanas para ver a los defensores pero sus madres los sacaban rapido de alli. Erwen sonrio al ver a los niños, era lo que mas esperanza le daba, proteger a los niños.

El silencio de pronto se hizo lugubre. Los grillos habian callado, esperando ser testigos del ataque a los humanos. Solo se oia el crepitar del fuego de las chozas y la respiración inquieta de los soldados. Nathan trato de tranquilizar a un soldado muy joven poniendo su mano en su hombro.

En la oscuridad se empezaban a escuchar los tambores de guerra aproximandose, choques de escudo y pisadas fuertes.

Erwen se aferro a sus ambas espadas y espero en silencio. Todos sabian que hacer.
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Re: La costa de la Espada: Sangre y muerte. Tomo I

Mensaje por Maradona » 01 Ago 2010 22:36

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Retrato de Sir Ginema Sencal. Ubicado en la sala de la Gloria dentro del Palacio de la Orden.



Capitulo III: Resistencia

Nathan estaba aferrado a su espada bastarda. Curioso nombre de arma para tan honorable paladin. La estaba bastarda consistia en cuando era incrustrada en la carne enemiga, al sacarla esta desgarraba los organos internos gracias a los pequeños cortes que tenia a lo largo de su filo.

Karisto portaba su cimitarra. Era una espada no tan larga pero con una hoja muy curiosa que permitia moverse tan rapido como el viento. La cimitarra le fue impuesta por el rey al ver como Karisto se desempeñaba en la velocidad y destreza con la hoja mencionada.

Un virote enemigo atraveso el cuello de un soldado que cayo muerto al tocar el suelo. Los Orcos empezaron a aparecer entre los arboles mientras que los arqueros les cubrian desde la oscuridad. Los caballeros se cubrian con sus escudos a excepcion de Erwen que no portaba uno, si no dos espadas en cada mano, pero gracias a su aguda vision, envaino sus armas y saco de su espalda su tan confiable arco y flecha.

-“¡Alatariel cubreme!”- Ordeno Erwen mientras destrozaba con sus potentes flechas las figuras enemigas que estaban escondidas entre el follaje.

Alatariel le seguia de atrás con su escudo en alto, procurando que ninguna flecha ni enemigo se le acerque.

Ginema por su parte, peleaba con gran habilidad junto a sus compañeros y soldados. Los Orcos eran superiores en tamaño. Sus brazos eran enormes, haciendolos parecer inflados por aire. Sus grotescos y amarillentos dientes se resaltaban de sus mandíbulas y sus hachas de guerra eran en comparación a la de los soldados el triple de grande. Su unica debilidad era no contar con demasiada armadura para su proteccion.
John con su enorme espadon, cortaba en dos de a varios enemigos en un solo corte. La asquerosa sangre orca, negra como la muerte, ensuciaba su armadura, pero poco le importo, lo unico que tenia en mente era mantener la alcaldia asegurada.

Una flecha impacto en el hombro de Rash, atravesando su armadura y haciendo que se hinque en el suelo. Sentia el dolor pero no era eso lo que le habia obligado a arrodillarse en el suelo, si no, el veneno que tenia la punta de la flecha era el que estaba actuando demasiado rapido para su parecer.

Karisto lo socorrio protegiendole de varias flechas que impactaron en su escudo.

-“¡Rash! ¡Rash! ¿Te hirieron?”-

-“Las flechas… estan envenenadas”- Contesto el aludido que en un parpadeo, su vision se hizo borrosa y cayo al suelo, levantando un poco de polvo.

-“Mierda ¡Rash cayo! ¡Rash cayo!”-

Nathan corrio hacia el clerigo herido y le toco el pulso de su cuello.

-“Aun esta vivo, pero esta inconsciente… si el clerigo no soporta el veneno, nosotros menos. Cuidado con las malditas flechas”-

Mientras tanto, Erwen desenfundo nuevamente ambas espadas y empezo a cortar en rapidos movimientos a los ultimos arqueros enemigos que quedaban en pie. Una flecha le rozo el hombro de su armadura, dejandole una pequeña cicatriz a la misma. La mujer en un salto y co un rapido movimiento le corto la cabeza al ultimo arquero Orco.
Erwen cayo al piso escuchando como la batalla continuaba en el poblado, ella estaba en la oscuridad del bosque y se tuvo que alejar varios metros para darle caza a estos ultimos enemigos. Decidio volver pero en el camino se topo con un Orco de proporciones inmensas que intento atacarla. Ella dio un salto y un giro en el aire y cortandole la mano al orco que tenia su arma, le desarmo para aprovechar dar en otro salto un golpe final. La cabeza del orco se desprendio lentamente mientras que el gran cuerpo caia al piso no sin antes, dejar salir un chorro de sangre negra de la herida.

La mujer retomo al campo de batalla donde los ultimos Orcos huían heridos. Camino lentamente, observando a los heridos y regalandoles una sonrisa a los que la miraban sonrientes. Habia muchos muertos pero tambien el enemigo se gano una gran baja en sus filas. La mujer se acerco sonriente a un grupo de soldados heridos que bebian agua de sus cantimploras. El pequeño grupo tenia en sus rostros vendas cubriendo alguno de sus ojos o sus mejillas.

-“Lo han hecho bien. Una victoria mas para los soldados de Waterdeep”-

-“Gracias, señorita Erwen”-

La mujer busco con su mirada a sus compañeros pero no los vio, por lo que decidio ir a la alcaldía donde estaban los campesinos del pueblo. Abrio la puerta con ambas manos y los niños la miraban con asombro y las mujeres sonrieron al ver que habian ganado.

-“¿Es usted una soldado?”- Pregunto una niña que se le acerco, asombrada y curiosa por sus ropas.

-“Si. Pertenezco a la Orden del rey. ¿Cómo te llamas?”-

-“Matilda”- Dijo timida y se escondio detrás de su madre que sonreia.

Erwen sonrio y tomo palabra ya que todos le estaban mirando expectantes.

-“Seran llevados a Waterdeep y seran hospedados alli hasta que la situación de su poblado se controle”- Dijo y viendo que todos estaban de acuerdo y felices por recuperar sus vidas, salio al campo para buscar nuevamente a sus compañeros.

Vio pasar corriendo a Karisto y ella le siguió y se preocupo cuando vio a los demas arrodillados viendo a alguien. Karisto llevaba un balde de agua.

-“Ten, te repondras…”- Ginema le coloco una venda humeda en la frente de Rash mientras que con otra le limpiaba la sangre que no era suya, del rostro.

-“¿Qué sucedió?”- Intervino Erwen preocupada al ver la situación.

-“Esta envenenado. Las flechas orcas tenian veneno y una le dio”- Contesto Nathan mientras le sostenia la cabeza a su compañero herido –“Es una suerte que este vivo aun”-

-“Estare bien… he estado peor…”- La voz de Rash apenas era audible, su garganta estaba seca.

Erwen sintio un gran frio en su espina dorsal. Nunca pensaria ver a alguno de sus compañeros en un estado critico como el del clerigo. Nunca habia hablado mucho con Rash pero lo poco que habian platicado antes de que entrara a la Orden le habia bastado para entender que Rash era un hombre sencillo que peleaba por el bien comun en el mundo. Sintio una gran pena y empatia por el.

-“Carguemoslo en el caballo, yo lo llevare”- Dijo Alatariel mientras se levantaba para preparar su montura.

-“No… los ciudadanos del pueblo me veran y no puedo mostrar este perfil… cabalgare en mi caballo”- Contesto Rash y se levanto lentamente.

-“¿Estas loco? Apenas te puedes mantener de pie ¿Cuánto soportaras en el caballo?”- Karisto se enfado por la actitud de su compañero.

-“Ire a caballo… he dicho”- Rash se reincorporo por completo y todos lo miraron –“Los espero…”-

Los soldados reunieron a la gente en el centro del poblado. Corrieron antes los cuerpos fallecidos de sus compañeros y de los enemigos. Todos estaban cansados y fatigados.
John lidero el grupo nuevamente yendo adelante con su caballo. Detrás iban los soldados seguidos por los civiles y por ultimo iba el resto de los caballeros.

Divisaron las murallas de Waterdeep al amanecer. Los pajaros cantaban y de lejos se oian las trompetas y las campanas de la ciudad. Estaban preparando la bienvenida a los valientes guerreros que habian partido en una mision de rescate.
Las puertas de la muralla Sur se abrieron y el grupo entro lentamente. Los soldados que custodiaban la puerta tenian sus puños en el pecho, dando la bienvenida. Los ciudadanos y vendedores ambulantes de Waterdeep aplaudian y chiflaban contentos por la llegada intacta de los caballeros y la de los civiles. El rey, junto con varios nobles esperaban a lo largo del camino que habian hecho los campesinos de la ciudad.
Todos se callaron de pronto cuando vieron como Rash caia de su caballo directo al duro mármol de la ciudad.


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Los truenos no habian cesado desde que Hizsoka habia llegado a Maver. La prision estaba completamente desolada, las gargolas infernales y los demonios habian desaparecido y solo quedaba el aire a muerte en el lugar.
En el comedor de los guardias, estaba sentado en la cabecera Hizsoka mientras comia un pollo. Alguien entro a la habitación, era un hombre grande de barba y bigotes negros. Sus cabellos largos y del mismo color que sus ojos, le daban un toque tetrico.

Hiz apenas levanto su barbillo para verlo.

-“¿Quién eres?”- Pregunto sin mucha importancia.

-“Solo un Clerigo de Hextor que quiere un lugar aquí”- Contesto el hombre con una voz ronca, como si toda su vida hubiera sido un fumador.

-“Clerigo de Hextor, ¿He?... Solo hay un templo de esa deidad y es en Luskan. La ciudad pirata ubicada al sur de Waterdeep. Viniste desde Faerun hasta aquí, Maztica… de un continente a otro. Hay que tener agallas”-

-“No vine para nada. Estoy seguro que un clerigo del mal le servira en sus planes…”-

-“Mmmh… puede ser si, como no”-

-“¿Qué puedo hacer para demostrarle mi fidelidad y poder?”-

-“No se me ocurre nada…”- Dijo sinceramente Hiz mientras dejo de mirarlo para concentrarse en su comida –“Aunque… a decir verdad, hay algo…”-

El clerigo se rasco su barba en espera de la respuesta del guerrero oscuro.

-“Podrias hacer algo por mi en… Waterdeep”- Hizsoka sonrio macabramente y empezo a prestarle su verdadera atención al personaje que tenia enfrente.
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Re: La costa de la Espada: Sangre y muerte. Tomo I

Mensaje por Maradona » 02 Ago 2010 15:26

Capitulo IV: Danthe Mirnemein; un manto de oscuridad Clerigal sobre Waterdeep

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“El mundo es un sitio oscuro y sin compasión, o al menos eso dice la Iglesia de Hextor, donde los fuertes sobreviven gobernando a los débiles y estableciendo el orden a partir del caos.”
Juramenteo de Danthe Mirnemein.
Clerigo de Hextor.



Cuando finalmente abrio sus ojos, un gran dolor de cabeza empezaba a golpearle la cabeza como si millones de orcos con sus hachas le destrozaran su cerebro. Trato de emitir un sonido, algo con su garganta pero no pudo, estaba demasiado debil como para articular una palabra. Una mujer con prendas blancas se acerco. Era una de las tantas curanderas del distrito de Templos dentro de la ciudad. Rash observo el techo de donde estaba e inmediatamente se dio cuenta que estaba siendo alojado dentro del Templo de Tyr; su Dios.
La curandera le cambio el paño humedo de su frente y luego con unas hierbas aplastadas empezo a frotarle el desnudo pecho del clerigo con las sustancias curativas de esas plantas. El frio y el olor a menta que desprendian esas hierbas le alivio por completo a Colds que empezo a toser, ya tenia su garganta liberada.

-“Descansa”- Le ordeno la curandera mientras le ofrecia una calida sonrisa y luego volvia a levantarse para seguir atendiendo a los demas soldados heridos que habian quedado de la batalla contra los Orcos.

Rash giro su rostro y vio varias camas con heridos a sus costados. Algunos estaban despiertos y otros simplemente seguían durmiendo. El clerigo trato de hacer unas plegarias para los soldados pero el sueño le gano y volvio a cerrar sus ojos para internarse en una extraña oscuridad.


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Los guardias de la puerta Oeste de la ciudad vieron a un individuo encapuchado acercarse. Uno de ellos se adelanto para alzar su lanza, impiendole el paso si es que no venia con alguna cita, ya que la entrada del Oeste era prohibida para los extraños. El encapuchado sonrio bajo su capucha y alzando sus brazos y observando fijo a los guardias, estos cayeron inmediatamente en un oscuro sueño.
Los arqueros de las murallas vieron lo sucedido pero no pudieron actuar ya que ellos tambien caian victima del conjuro que el Clerigo estaba haciendo en la puerta. De pronto un aura de oscuridad rodeo a la ciudad, dejandola prisionera del conjuro y haciendo que la noche llegue a Waterdeep. Los guardias, los caballeros, los ciudadanos, todos, absolutamente todos habrian caido ante aquel campo de energia. El encapuchado se retiro la capucha hacia atrás y empujando con ambas manos la puerta, entro a la ciudad.


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Rash desperto de golpe, la jaqueca era inmensa y al parecer le estaba aumentando. Llevo su mano a su cien y se quedo en silencio un rato. Observo a los demas heridos, todos estaban durmiendo, nadie tosia ni agonizaba del dolor, algo raro pero asi era mejor. Podria dormir mas tranquilo. Espero la llegada de la curandera pero nunca llego. Se sento en su cama y vio a la muchacha tirada en el suelo, al parecer inconciente. El Clerigo con mucho dolor y tambaleandose, se levanto y alzo a la mujer y la tendio en su cama. Al parecer solo estaba dormida, tal vez algo logico ya que de seguro estuvo todo el dia sin pegar un ojo. Pero no era claro, habia diferentes curanderas y todas se turnaban para atender a los heridos. Algo no andaba bien. Rash se acerco a la puerta que daba al centro del templo y vio a todas las demas curanderas y los sacerdotes tumbados en el piso.

-“¿Qué esta pasando?”- Se pregunto Colds mientras regresaba a la sala de los heridos y empezaba a vestir su armadura que estaba a un costado.

Le costo ponerse sus pesadas hombreras, su pechera y las restantes partes de su armadura que protegían su ingle, antebrazos, cuello, piernas, etc. No tenia demasiada fuerza en esos momentos, pero tenia que descubrir que habia pasado con el Templo.
Termino de armarse y tomando su pesado martillo de guerra, se encamino a la salida.

Era de noche, no habia estrellas y la ciudad estaba completamente desierta. El Clerigo avanzo hacia los muelles de la ciudad y le parecio raro no escuchar los gritos de los vendedores y el ruido de los barcos anclar. En el camino vio a varios campesinos tambien desmayados en el piso.
Llego a los muelles de la ciudad y el panorama era realmente tetrico. Los vendedores tumbados sobre sus mercancias, los guardias tirados alrededor de la fuente que rodeaba el muelle. Los barcos vacios, probablemente con sus tripulaciones dentro y fuera de combate. De inmediato lo comprendio. Deberia de ser un mago u otro clerigo para poder haber hecho esto. La cruz que tenia como colgante empezo a brillar y Rash la tomo con su gran mano. La cruz parecia transmitirle energia y su jaqueca empezaba a restaurarse poco a poco, pero aun el veneno le afectaba por dentro.

Decidio ir hacia la corte de Rey, de seguro Zafir II estaba en peligro y el era el unico que aun se mantenia de pie. Troto dificultosamente por su estado fisico estropeado y por su armadura pesada que le impedia avanzar bien. Su rostro era palido, similar al de un muerto. Debajo de sus ojos tenia manchas violetas, como si no hubiera pegado un ojo en todo el dia. Tropezo y cayo fuertemente al piso. Tosio, ahogándose por la sangre que salia de su boca y manchaba las frias baldosas. Se recompuso nuevamente, limpiandose apenas con su brazo, dejando una ligera mancha de sangre salir de sus labios. Apresuro sus pasos al ver como la puerta que daba al palacio del Rey estaba abierta y con sus correspondientes guardias tumbados, dormidos, junto a ella. Rash alzo con dificultad su arma y avanzo entre jadeos y una inestable tos que le perseguia.

Ignoro a los nobles y al resto de los guardias y centuriones que potegian el lugar, ya que todos estaban tumbados, mas no muertos. Solo le preocupaba su Rey, al que debia proteger.
Finalmente llego a la sala. La gran puerta estaba abierta, por lo que ingreso arrastrando su gran martillo, ya no le quedaban fuerzas para mantenerlo en alto. Aquella sala estaba vestida por una larga alfombra roja que conducia directo al trono. Cortinas blancas adornadas por dibujos de dragones azules y leones amarillos. Antorchas pegadas a las paredes y varias mesas vacias. Al final, en el trono habia una figurada sentada.
Rash se alivio pensando que su Rey aun seguia dormido y fuera de peligro. El Clerigo se acerco, ya sumamente debil por los efectos del veneno que tenia dentro de si y casi tumbandose en la alfombra observo la figura que se levantaba del trono.

-“Veo que alguien pudo soportar mi conjuro del eterno sueño”-

-“¿Quien…quien eres?”-

-“Ya que estas a punto de morir, te lo dire. Mi nombre es Danthe Mirnemein. Clerigo de Hextor, Dios del Caos. Creo que como tu proximo verdugo, tengo que saber yo tambien tu nombre”- Dijo Danthe mientras sonreia por debajo de su barba negra.

-“Rash… Colds…”- El mencionado trataba de levantarse con ayuda de su martillo que lo usaba como soporte para reincorporarse –“Clerigo de Tyr… Clerigo de la Orden del Rey…”- Finalmente se levanto y alzando su martillo con las ultimas de sus fuerzas, dijo –“Di tus palabras, Clerigo… porque seran las ultimas que digas…”-

-“Rash Colds… admito que eres muy valiente para presentarte ante mi en un estado tan critico. Tu rostro parece el de un no muerto. Creo que podrias ser un lindo zombie para mi, ¿no lo crees?”-

Danthe, conjurando en un idioma antiguo, casi ya extinguido, hizo aparecer de la tierra unos zombies guerreros que rodearon a Rash. Estos enemigos portaban sus armas y unos cascos casi tan podridos como sus descompuestos cuerpos.

-“Divierteme, Colds; Clerigo de Tyr”-
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Re: La costa de la Espada: Sangre y muerte. Tomo I

Mensaje por Maradona » 03 Ago 2010 05:19

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Retrato de Sir Karisto Leons. Ubicado en la sala de la Gloria dentro del Palacio de la Orden







Capitulo V: Abandono de Fe


Rash alzo sus brazos, cerrando sus ojos para ignorar como los zombies se le acercaban lentamente con sus armas en alto. De un momento a otro, un aura blanca empezo a recubrir al Clerigo quien llevo sus brazos hacia el frente, generando una onda expansiva con la energia que le envolvia la cual hizo cenizas los cuerpos de los muertos vivientes.
Tomo su martillo con mas fuerza y siguió jadeando, tratando de recuperar el aire perdido.

-“Realmente me sigues sorprendiendo. No pense que en un estado tan critico seas capaz de expulsar a mis muertos vivientes con un conjuro tan debil. Pero ahora se viene lo mejor. ¿Seras capaz de proteger a tu rey? ¿O prefieres rescatar a los ciudadanos indefensos?”-

Danthe empezo a conjurar para que muertos vivientes se aparezcan por toda la ciudad. Tanto en donde estaban como en el resto de Waterdeep. Eran muertos con ojos blancos pero que se guiaban a base de su olfato e instinto de caza.

Rash observo hacia los lados. Los nobles y guardias que estaban desmayados en la sala estaban indefensos contra los muertos, al igual que el resto de la ciudad. Tenia que idear algo y pronto porque si seguia dudando, toda la ciudad habria muerto.
Tambaleandose empezo a invocar en susurros intendibles por el oido humano. Ahora un aura de color rojiza le cubria de pies a cabeza y su cruz brillaba mas que nunca.

Danthe empezo a caminar lentamente, sin preocupación, en direccion al Clerigo. Sus pasos resonaban por toda la sala aunque eran opacados por los gemidos de los no muertos que invadian el lugar. Se detuvo al ver como empezaban a emerger del suelo, sin dañar el mismo, unas rocas que formaban un perfecto cuerpo. Las rocas eran de fuego puro ya que las criaturas que eran convocadas por Rash empezaban a pelear con fuego puro contra los zombies que caian fácilmente.

-“Elementales de fuego”- Dijo Danthe mientras derribaba a uno que al caer en el piso se desarmaba sin dejar rastros del fuego –“Ingenioso de tu parte, pero dime… ¿Cuántos seras capaz de invocar?”-

-“Los que sean necesarios…”- Rash tosio, escupiendo sangre en la alfombra pero rapidamente se recompuso y siguió convocando. Esta vez los elementales de fuego aparecian por la ciudad atacando a los muertos vivientes.

Danthe golpeo con su espada el lado derecho del cuerpo de Rash quien trastabillo y cayo al piso, sumamente dolorido. Trato de levantarse pero le era inútil, ese golpe parecia haberlo inutilizado por completo ya que el veneno ahora tomaba parte de sus musculos y arterias. Escupio sangre mientras trataba de respirar, cosa que le parecia imposible. El Clerigo oscuro se acerco y poniendole un pie en el pecho acomodo su espada para atravesarsela.

-“Seria lindo que te quedes quieto de una vez por todas. Pero antes quiero destrozar esta ciudad y quiero que estes aquí para verlo”- Luego le pateo el rostro y se retiro lentamente, detrozando a un elemental que lo intento atacar en el camino.

La vision de Rash era nuevamente borrosa. Apenas veia los dedos de sus manos, pero noto como los gemidos de los zombies empezaban a acercarse hacia el. En menos de un minuto se vio rodeado de aquellas espantosas criaturas que tendrian que seguir bajo tierra. Colds recordo un viejo pero gran conjuro. Pero necesitaba recitarlo en voz alta para que funcione. Su padre se lo enseño cuando el se habia convertido en un Clerigo de Tyr. Este consistia en reestablecer el cuerpo, tanto por dentro como fuera, ser un hombre nuevo otra vez.

Giro sobre si mismo y se quedo de costado, apoyando una mano en el suelo y la otra levantandola para conjurar. Solo tenia que decir las palabras, al menos en susurros…

-“Huam….nilu…so…soleno….”-

Los zombies ya estaban encima de el.

-“Huam…maska…”-

Uno de los zombies levanto su espada para atravesarlo…

-“Huamnilu soleno samaska”-


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El Clerigo avanzaba por las calles observando sin mucha interes el combate que tenian los elementales de fuego y los zombies. Era algo entretenido ver los lentos movimientos de los muertos y los golpes de puro fuego de los elementales que no hacian mas que quedarse parados sin evitar ningun golpe.
Avanzo hasta los muelles, donde observo imponente el gran campo de energia oscura que rodeaba a la ciudad. Sonrio de lado, de seguro con este trabajo bien hecho seria parte del Llanto Maldito, aquel grupo al que queria pertenecer junto al guerrero mas temido por todo Faerun. A decir verdad sentia cierta empatia con el grupo. El mas que nadie sabia que era un grupo de asesinos, sin codigos ni honor, pero habia confianza entre ellos. Y Danthe queria sentir la confianza de alguien mas por lo menos una vez en su miserable vida.

Se acerco al muelle de madera, donde camino hasta un hombre que estaba desmayado. De seguro era el capitan del barco que estaba a su lado. Bucaneros. A el le agradaban, después de todo se crio en Luskan; “La ciudad de las Velas”, la ciudad de los forajidos y piratas.

Una luz a sus espaldas lo alerto. Una luz brillante y blanca como la nieve encandilo al Clerigo que tuvo que colocar su antebrazo sobre sus ojos para evitar la luminosidad. El brillo ceso y Danthe bajo el brazo. Sorpresa fue lo que se llevo al ver a Rash parado junto a los elementales de fuego detrás de el.

-“No puede ser…”- Exclamo Danthe mientras desenvainaba su gran espada y caminaba lentamente hacia la pocision de su enemigo.

Rash, por su parte, observaba al Clerigo oscuro con severos ojos. Su rostro no se movia pero sus ojos seguían sus movimientos. Un aura brillante recubria a Rash, quien coloco su gran y pesado martillo de guerra sobre su hombro.

-“¿Cómo lo hiciste? Hasta hace unos segundos estabas agonizando”-

-“Nunca hay que perder la fe, porque de eso nos valemos nosotros los Clerigos. No se tu, pero yo jure proteger este mundo contra todo mal. Nunca perdonare lo que le hiciste a mi ciudad”-

-“Que emotivo… ¿Piensas que por haber derrotado a estos inútiles zombies piensas que venceras? ¡Jajaja! ¡No seas estupido, Colds!”-

-“Tyr, mi Dios es el bien, la guerra, el justo y el castigador. No puedo perdonarte, pero te dare una oportunidad. Libera a la ciudad por tus propios medios y no seras sentenciado a la horca”-

-“¿Esto es una broma? ¿¡Piensas que vas a derrotarme!? Tal vez tu Dios te ayudo con el veneno… pero no te salvara de esta”-

Danthe empezo a conjurar sobre si y un aura de tinieblas empezo a rodearlo, creando acido en su espada, dejando la hoja de la misma cubierta de aquel liquido verde. Sus cabellos levitaban por los aires mientras que seguia murmurando sus conjuros.
Su armadura empezo a abrillantarse de un color naranja y su espada cambio de verde a roja. Dio un paso hacia delante y dejando expandir su energia oscura, extermino a los elementales que rodeaban a Rash, dejando una cortina de fuego que se fue apagando con el aire.

Colds cerró sus ojos y un aura azulada empezo a recubrirlo. De pronto empezo a invocar en su martillo, el cual se encendia fuego. Unas runas magicas se dibujaron a su alrededor, como si un campo de fuerza diminuto lo envuelva por completo. Eran runas magicas, runas que estaban encargadas de proteger a su invocador. Estas runas solo eran atravesadas por un arma magica o poderosa magia.
Rash avanzo lentamente hacia Danthe, quien corrio y lanzo el primer ataque que se le fue reflejado en el aura de runas y salio despedido hacia atrás mientras que su arma se clavaba en el piso.

-“Rayos… ¿Qué fue eso?”- Dijo mientras sacaba su arma clavada en el piso y se volvia a reincorporar.

-“Eso, es la prueba de mi fe. Algo que tu no tienes porque el Dios al que sirves, no es mas que un cobarde que se esconde cuando uno de sus seguidores mas lo necesitan”-

-“¡Callate!”- El Clerigo oscuro se abalanzó hacia Rash, quien blandiendo su enorme martillo, golpeo el pecho de Danthe. El ruido fue bastante seco y pedazos de armadura volaron por los aires. Danthe se encontro en los aires aun saliendo volando y notaba enseguida, aparte del enorme dolor del golpe, como fuego, un fuego oscuro y magico empezaba a quemarle el pecho.

-“No tienes nada que hacer aquí. Te doy otra oportunidad de rendirte”- Colds avanzo unos pocos centímetros, pisando con sus enormes botas los pedazos de metal de la pechera del enemigo.

-“¡Aggh…!”- Danthe empezo a palparse el pecho para dispersar aquel fuego, pero era inútil, solo gano que su mano se queme tambien. El fuego no se apagaba, si no que incrementaba segundo a segundo –“¿Qué es este temible poder?”-

-“Fuego Oscuro. Propio de mi Dios”-

Danthe estuvo demasiado ocupado tratando de reincorporarse y a la vez detener aquel fuego que empezaba a llegar a su carne, que no vio como el aura de oscuridad empezaba a desaparecer de la ciudad, dejando entrar los calidos rayos del sol que iluminaban las calles.

Por la mente del Clerigo oscuro solo pasaban dos cosas. Primero que fallar no era una opcion, si no moria aquí de seguro Hizsoka lo mataria luego por haber fallado. La segunda era su fe. Si sudo, lloro y derramo lagrimas por su Dios… ¿Por qué este no lo ayudaba en una lucha contra otro Clerigo de un Dios rival? Simplemente no lo entendia.
Finalmente dejo su desesperación de lado y conjuro sobre si mismo y el fuego empezo a apagarse. Se reincorporo sumamente herido y vio con horror como los guardias y los demas caballeros de la Orden lo habian rodeado en menos de un santiamén.

-“Que…”-

Erwen al igual que los soldados le tenian en su mira. Las flechas estaban preparadas en los arcos, solo habia que recibir la orden de disparar.

-“¿Qué ocurrio…?”-

-“Tu fe te traiciono, Danthe. Tu Dios te traiciono. No confiaste en el y eso debilito tus ya escasos poderes. Te di la oportunidad de rendirte dos veces, pero lo hare una vez mas. Rindete ahora mismo y seras llevado a la prision”-

El Clerigo llevo una mano a la empuñadura de su otra espada enfundada en su pierna izquierda y observo a todos los soldados. Sus ojos demostraban una ira y rabia entendibles. Habia estado tan cerca de gobernar el solo una de las ciudades mas fuertes y fracaso por haberle dejado vivir a Colds….

-“Colds…¡¡¡Rash Colds!!!”-

Danthe desenfundo en un abrir y cerrar de ojos y se lanzo hacia el Clerigo, quien estaba desprevenido. Nathan y Ginema se pusieron delante de Rash pero aun asi Danthe no paro, estaba tan cerca de cobrar venganza y por lo menos acabar con aquel maldito Clerigo que le arruino los planes. Lo hubiera conseguido si no fuera por una flecha que le fue dirigida en la garganta, haciendo que retrocediera unos cuantos pasos.

Erwen volvio a recargar su arco y lanzo un segundo ataque que impacto de lleno en su cuello, nuevamente. Danthe solto su arma y cayo de frente al suelo.
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